Capítulo lll

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-  ¡Qué demonios estoy haciendo con mi vida! – gritó Anthony mientras se dirigía al jardín. Había buscado antes  a Dorrety en su habitación, pero no se encontraba allí. Sin embargo Adam, el jefe de cuadrillas, le indicó que la había visto en el jardín al amanecer, cuando el se dirigía a ensillar a los caballos.

Toda su vida se había jactado de su extremada capacidad para manipular a su gusto a quien necesitara, todos debían estar a su disposición y jamás había sido distinto. Entonces, ¿cómo es que dirigía a pedir disculpas a una insignificante criada? Qué bajo había caído.

Tal como había ocurrido la noche anterior, cuando supo que Dorrety había dejado la sala, sintió el momento preciso en el que la tuvo cerca al llegar al jardín. Dudoso, se acercó hacia donde estaba, de espaldas, susurrando algo al viento.

-¿Dorrety? – dijo despacio, intentando no asustarla. Ella se giró a verlo, con el semblante tranquilo y le sonrió. Le sonrió.

- Buenos días, señor. – saludó. Y se volvió en sus espaldas nuevamente.

- Quiero hablar contigo – le indicó él, queriendo llamar su atención.

- Es extraño…. - susurró ella, con la mirada perdida en algún punto –

-¿Qué es extraño?

- Todos queremos tantas cosas en el mundo y sólo tan pocas nos son brindadas, es extraño. – contestó – Se supone que llegamos a este mundo con la posibilidad de elegir lo que queremos, ¿verdad? Libre albedrío –

- ¿A qué quieres llegar? – dijo el, impaciente.

- Usted desea hablar conmigo – le dijo – pero no estoy segura de querer hablar con usted -comentó girándose a verlo.

- Lo siento – logró escupir entre dientes –

- ¿Qué siente? – excelente pregunta, pensó él.

- Siento muchas cosas con respecto a ti - ¿Y desde cuándo la conversación se había desviado tanto? – Pero me refiero, ya sabes… Siento haberte ofendido anoche.

- Usted no me ha ofendido, señor. Usted me hizo llorar, señor. – dijo ella – Sublimemente peor. – se levantó tranquila y caminó en dirección contraria.

- ¿Intentas hacerme sentir incluso peor de lo que ya me siento? – exclamó Anthony, visiblemente sorprendido por su reacción. A quién engañaba, ya nada le sorprendía de esta mujer.

- Quizás – contestó y siguió caminando. Anthony corrió hasta alcanzarla.

- ¡Maldita sea! ¡Mírame al menos! – explotó y la obligó a hacerlo, tomándola por los hombros. Cuando lo hizo pudo ver sus ojos con claridad, al borde del llanto – Oh, no pensarás en llorar de nuevo. Eres una niñ… -

Y  antes de terminar, tenía la mano de Dorrety estampada en su mejilla, pero el asombro superó con creces el dolor del golpe, que ya escocía - ¡¿Qué has hecho?! – gritó Anthony, cuando pudo reaccionar.

- Lo perdono – musitó ella, mirándolo fijamente.

-¿Qué dices?

- Todo está olvidado ahora – terminó por decir, y siguió caminando.

- ¡¿Esa es tu maldita respuesta?! –

- Sí.

Anthony sintió hervir las venas, se había vengado de el ¿golpeándolo? ¿Qué tan inmadura podía llegar a ser? Definitivamente no permitiría que esto quedaría así.

-¿Cómo te atreves a dirigirte a mí de esa manera? – ella se detuvo y después de unos instantes volvió hacia él.

- Es gracioso, señor. Creí que no le gustaba la forma en que me dirigía a usted, la he cambiado y parece molestarle también – lo miró y volvió a sonreírle con sarcasmo.

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⏰ Última actualización: Jun 20, 2014 ⏰

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Más que una plebeya para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora