El mensaje

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Cordelia ya no pudo dormir esa noche, no quería más pesadillas ni sentirse acosada por la incertidumbre que le causaban las emociones encontradas y la confusión.

Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina para prepararse algo. Algunos elfos se despertaron y pretendieron ayudarla, pero ella, con amabilidad, los invitó a regresar a sus habitaciones, no quería importunarlos o sobre cargarlos de trabajo, además, solo faltaban un par de horas para que amaneciera.

La mujer se quedó instalada en el ventanal de su habitación, mirando las lejanas cumbres de las montañas esperando ver el sol despuntando el horizonte. Le complació comprobar que los débiles rayos acariciaban su piel y que una vez que se hicieron más fuertes, no la lastimaron. El corazón comenzó a latirle con fuerza. ¿sería un indicio de que estaba cerca de ser una humana? Faltaba tan poco tiempo para beber la poción...

Cordelia quería despejar su mente, así que bajó a desayunar y un poco más tarde partió nuevamente hacia el orfanato del cual era benefactora. Le complació una vez más comprobar lo bien cuidados que estaban los pequeños y como las donaciones habían sido bien invertidas. Sus ojos recorrieron cada rincón del lugar sin poder evitar viajar al pasado a través de sus recuerdos (No podía deshacerlos de su mente, acudían raudos a ella de forma espontanea).

Andrew y ella correteándose mutuamente mientras su nana los increpaba desde la cocina. Ambos jugando al ajedrez con resignación mientras afuera caía un torrencial aguacero, los grandes saraos que daba su familia en ese mismo salón que ahora estaba decorado por imágenes de santos. Cuanto había cambiado su vida desde entonces, cuantas lágrimas derramadas, cuantas personas había conocido y luego perdido con el tiempo, ese que a ella no se le había negado pero que era cruel e implacable con su paso, ladrón del sosiego, de la calma, de las ilusiones y sobre todo de almas tan preciadas por ella, almas que ya no regresarían, pero a la vez, ese mismo tiempo le ofrecía el futuro, de nuevo la humanidad, la esperanza, y hasta la calma de saber que todo terminaría algún día.

¡Vive tu presente! se repetía una y otra vez mentalmente para tratar de ahuyentar el dolor y la melancolía.

Y una vez más sus pasos taciturnos la condujeron hasta el jardín y de allí a la entrada de la cueva tapada con helechos. El instinto le indicó alzarlos para descubrirla pero solo se encontró con roca sólida, era como si el desierto árido que albergaba su árbol de estamifia no hubiese existido nunca. Entonces la invadió la nostalgia al recordar a Snape junto a ella, infundiéndole ánimos, siempre él, siempre a su lado.... siempre....

Pero él tampoco volvería, lo necesitaba más que nunca, añoraba su compañía pero ella lo había dejado, advirtiéndole que no quería que se acercara, porque la decepción que él le había causado la había obligado a marcharse. Necesitaba tiempo para reflexionar, para poner en orden sus ideas y para preguntarse qué era lo que realmente quería; pero la respuesta le había llegado al despertar de esa pesadilla la noche anterior, tan clara y certera que logró asustarla...

Lo quería a él, lo necesitaba a él, a su elegido, a su salvador, porque había conocido su mejor lado, porque sabía que era más que su tabla de salvación, un refugio y...

Cuanto miedo le producían esos sentimientos. Snape no se le parecía a nadie más, ya no era Ivanovitch y tampoco Phillip, era Severus Snape, su elegido, el hombre que había sido escogido desde antes de nacer para socorrerla, cuidadosamente puesto en su destino para hacerle entender que no solo podía volver a ser humana, sino que además podía volver a sentirse amada y protegida.

Cordelia cerró los ojos, con la mano derecha todavía puesta en la roca sólida de la entrada de la cueva y un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Le costaba admitir incluso para sí misma que lo extrañaba y que ese terrible dolor y sensación de pérdida y abandono que estaba experimentando en ese momento, se debían a su ausencia y no precisamente a la de Remus Lupin.

El Misterio del ÁguilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora