Encontré un lugar muy lindo llamado “Café Lebensart”, entré y era una maravilla, era como entrar a una gran cabaña muy antigua, con aquel olor a café recién hecho, personas comiendo pastel, galletas y/o pan, con cualquier tipo de bebida.
Meseros trayendo y llevando postres de un lugar a otro, niños en la zona de juegos, en la piscina de pelotas, las redes y trampolines se veían a lo lejos.
Adolescentes tomados de la mano, platicando con su grupo de amigos.
Idiomas distintos.
Jamás había pasado por éste lugar.
Caminé hasta una mesa vacía justo a lado de un gran ventanal, llegó el mesero a pedir mi orden.
Yo sólo me limité a pedir un cupcake, red velvet y una malteada de fresa.
Había una Rockola a lado de un mueble con juegos de mesa.
En las ventanas había una especie de marco, con terminados grisáceos opacos.
Las mesas eran color negro, con un servilletero en el medio de ésta, a un lado se encontraban los cubiertos que había dejado el mesero antes de retirarse con mi orden.
Había un tenedor y una cuchara para postre. [Eine Gabel und ein Löffel zum Nachtisch]
Me dediqué a escuchar aquellas risas de los chicos que estaban en el lugar, el sonido que hacían los platos al pegar con la mesa.
Hasta que él mesero me sacó de mi transe y puso mi malteada y cupcake justo frente a mi.
No había ido al colegio en 2 días, pero bah.
A nadie le importa lo que pase en mi vida, al menos ese era mi punto de vista.
Tomé mi malteada a pequeños sorbos, tratando de mantener mi mente alejada de malos y estupidos pensamientos.
Pedí la cuenta y saqué una de las tarjetas de crédito que me había dado mi padre.
En total fueron 10 dólares, aunque en éste momento no importaba él dinero.
Debía regresar al hospital con Evan.
Mis padres tenían que volver a trabajar, pero yo me negué rotundamente a salir de ahí sin él.
Antes de salir, saqué mi teléfono y audífonos, puse algo de música, tomé el pastelillo entre mis dedos, salí de la cafetería para tomar un taxi.
Antes de llegar al hospital, pasé a casa a cambiar mi vestimenta.
Me vestí muy hippie, pero no importaba mucho
Era un palatzo rojo, con tenis de color negro.
Tomé él auto que estaba en la cochera, maneje unos kilómetros hasta llegar a aquel bunker donde se encontraba mi hermano.
Estacione el auto y bajé.
Al registrarme en la lista que estaba en recepción me encontré con Su nombre.
Mierda, ¿Cómo carajos sabía que yo me encontraba aquí? O aún peor ¿Cómo carajos sabía lo de mi hermano?
De inmediato lo identifique.
Llevaba puesto un gorro tejido, me acerqué con un poco de miedo y muchas preguntas rodando en mi mente.
Me senté a su lado y el giró su cabeza, en segundos ya estaba abrazándome y besando mi coronilla.
Joder, sus brazos eran lo mejor que podía existir en todo el mundo.Pasamos aproximadamente 7 minutos hablando y tuve que entrar a ver Evan.
Caminé por un largo pasillo, lleno de azulejo blanco y abrumador, viendo a enfermeras/os con batas blancas y azules.
Llegue al final del pasillo, entré a la habitación con él número 305 definido en la parte de arriba del marco de la puerta.
Visualice a mi hermano recostado en la cama con sábanas blancas, un canalizador en su mano izquierda el cuál le proporcionaba suero y medicamentos, también estaba conectado a una maquina en la cuál podían medir las pulsaciones que daba su corazón y de igual forma tenía una boquilla que le daba oxígeno.
Me acerqué hasta él y besé su frente.
De inmediato llegaron a mi los recuerdos de cuando eramos pequeños y él me protegía sobre todas las cosas.
Tomé su mano y me senté en él pequeño banco que estaba justo a lado de la camilla.
Tenía tantas cosas que decirle, quería platicar con él de todo lo que había pasado éstos últimos días, y quería verlo reír.
Me dedique a contarle todo sobre la vez que dejaron el vestido sobre mi cama.
“Púes verás, entré a la ducha, tenía demasiadas ganas de dormir y para cuando salí me encontré con una caja y una nota sobre ella [...]”Ya tenía que salir de ahí, debido a que había acabado la hora de visitas, pero aún así estaría en la sala de espera.
Besé su mejilla para después pronunciar un.
“Te quiero Evan, eso nunca lo dudes”.
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»Para mi crush« •John•
Teen FictionAquella tarde lluviosa, lo encontré sentado debajo de un árbol mirando al cielo con aquellos ojos color miel que tanto me encantaban y su cabello de un lado mojado por la lluvia, se veía esplendido...