El sabia que debía darse prisa en reunirse junto a el, junto a su amado a quien tanto asesoró, el que estuvo a su lado por tantos años. Sus ojos comenzaban a perder su tierno fulgor y su tibia piel iba perdiendo su calidez. Tembloroso acariciaba todavía su suave pelo con la esperanza de que algo rompiera esa horrible quietud, su soledad tenia unos minutos de vida y ya le estaba consumiendo reflejada por gruesas lágrimas que se deslizaban deseando que todo esto fuera nada mas que un mal sueño,el mundo ya no tenia nada que ofrecer sin el. Sentía su pequeño y negro corazón amenazar con romperse de puro dolor que nunca antes conoció. Quizás no era real, quizás solo era un capricho pasajero. Con esa falsa esperanza depositó aquel cuchillo capaz de arrebatar la vida a quien es inmortal y trató de marchar del lugar mientras los recuerdos de aquellos felices años asomaban su dolida mente haciendo enmudecer su garganta. Había caminado por siglos en total soledad, en la más fría penumbra sin importarle pero ahora no era capaz de dar un paso y dejar a su amado atrás. A su lado siempre encontraba paz, necesitaba su presencia para poder continuar con su miserable existencia, su partida había marcado el final del longevo ser.
Por otro lado se sentía un agradecimiento amargo de no tener que ver un día más como su pequeño agonizaba sin poder hacer nada para paliar su dolor. Se había ido a donde ya no sentiría mas dolor ni la agonía de ahogarse en vida. El deseaba tan fuerte poder ir donde su amado, deseaba con tanta fuerza poder volver a pasar sus días junto a el. Cerró los ojos agarrando la ahora fría mano de su amado.
En algún momento comenzó a ser consciente de que la música que días atrás puso para su amado todavía seguía reberberando por la habitación, como el eco de un pasado en el que fue fácil ser feliz. Un melancólico violín tocando piezas que su amado solía prácticar calmaba un poco el herido corazón del inmortal. Miles de recuerdos danzaban en su mente de forma tan dolorosa como cálida recordándole que por primera vez en siglos de existencia tubo un motivo para continuar un motivo para conocer el verdadero significado de cosas tan abstractas como la felicidad y tan hirientes como el dolor o la tristeza. Una amarga sonrisa se dibujaba entre lágrimas de verdadero dolor, sabia que hayá donde su amado se encontrase le iba a esperar, se adentrarian juntos una vez más en lo que la eternidad les deparase. Con el sabor salino de sus lágrimas en los labios y un dolor profundo en el pecho volvió a agarrar el antiguo puñal. No tenía miedo de morir Ciel estaría ahí para el, al otro lado. El cuchillo rasgo su cuello con sorpresiva facilidad. Todo se volvía negro, solitario, pero en medio de esa aterradora nada estaba el, y teniéndole una mano con una dulce expresión en su hermoso rostro que reconfortaba el roto corazón del mayor.