Prólogo

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Dos días antes de que comenzara el comienzo del fin, me senté en la silla descarada y tomé una soda de mi hermano mayor, escuchando Rock y aguardando la espera de un par de mensajes. Despierto por medio de la cafeina de la soda, esa noche inventarié por tercera vez el plan para acercarme a la grandiosa y majestuosa chica que tanto tenía interes, cada vez que me acercaba a ella brillaba amenazadora en la penumbra, esperando a que alguien se acercara.

Pese al clamor lejano de aquella canción de rock que tanto anhelaba por escuchar pude oìr: Los sonidos escripitosos de unos bichos que noches anteriores soñaba..

Tiré la soda con cierta perplejidad y me dirigí a mi habitación. Alejandra estaba durmiendo, un conjunto de curvas de baja frecuencia bajo la sábana. Un mechón de pelo negro le cubría la cara y una mano de dedos largos descansaba sobre la cama. Estaba mirándola cuando sonó la alarma de su teléfono. El estruendo hizo que vibraran mis manos. Alejandra se removió en la cama y se apartó el pelo de los ojos. Su mirada fría se encontró con la mía y se quedó fija como si me estuviera apuntando.

¿Qué estás mirando? -preguntó con la voz enronquecida por el sueño.

Sonreí

-Vamos, no jodas. Dime qué estabas mirando.

-Miraba, nada más.

Levantó la cabeza y oyó el ruido de la alrma nuevamente. El sueño desapareció de su cara y se sentó en la cama.

-¿Dónde está el telefono?

-Era una broma de unas noches anteriores. Sonreí como sonreímos cuando nos encontramos con un viejo amigo, y le señalé la mesa de noche en un rincón de la habitación.

-Alcánzame el control del televisor.

-Sí, señora. ¿No te limpiaras los dientes primeros?

Agarré el control remoto, eché una ojeada al refrigerador y decidí ir al dormitorio de Alejandra

-Necesita algo más aparte del control remoto, señora?

Alejandra miró por debajo de la maraña de pelo negro que le caía sobre los ojos. Estaba subiéndose unas medias de lana por sus lustrosos muslos.

-¿Haciendo un plan para hablar con la nueva? Eso es muy patético Manuel

-No es hablar..

Los dos lo oímos al mismo tiempo. Un golpe certero en todo el centro de mi orgullo al decir esas palabras. Nuestras miradas se cruzaron a través de la habitación y por un instante vi reflejada en el rostro de Alejandra mi consternación. Le lancé el control remoto. Ella levantó una mano y lo atrapó al vuelo en el momento en el que me marché a dormir.

Fuí a mi habitación y me acosté de inmediato, pasaron las horas y empecé a soñar: Estaba en el suelo, y con los oídos zumbándome, agarré una linterna e intenté prenderla, y de todas formas era inútil contra la oscuridad que acechaba en el sueño. Alejandra estaba en el suelo junto a una cama, protegiéndose la cabeza con los brazos estremecida por una explosión leve cercana a los dos. Había oído los gritos y, en segundos, se puso en pie nuevamente y gritó a la bestia con un chillido agudo. Más allá de la pared, pude ver unas figuras postradas esperando la destrucción de esta. Oí tres disparos y una nube de agujas monomoleculares zumbaron como mosquitos.

Alejandra estaba mirando las figuras que estaban luchando más allá de la pared cuando el segundo miembro de la pelea apareció saltando entre los arboles recios y le atinó un golpe en todo el brazo y así amputandoselo.. Cayendó por sejemante golpe, vi como moría con la claridad que me daba la linterna. La escena fue tan lenta que parecían las secuencias consecutivas de un video. La segunda bestia miró hacía abajo teniendo la mirada fija a Alejandra. Primero estalló la cama de las puas que eyectaban su cuerpo. Provocando una lluvia de plumas blancas de ganso y de jirones de tela, después le dio a Alejandra, atrapa por la ráfaga cuando estaba dándose la vuelta. Vi cómo la parte inferior de una pierna se le desintegraba, y después el cuerpo, sangrientos trozos de tejido arrancados de sus pálidos flancos a medida que caía en medio de la cortina de fuego.

Cuando la bestía vió la caida de Alejandra, yo ya estaba tirado arrodillado. Alejandra estaba boca abajo, como si quisiera ocultar las heridas que las agujas le habían hecho. Yo lo veía todo a través de mis ojos. Me abalancé hacía su cuerpo sin pensárlo demasiado y la bestía no tuvo tiempo de reaccionar. Caí encima con la linterna a la altura de la cintura de Alejandra, la empujé debajo de la cama. Con la velocidad y la fuerza que tenía la bestía, me agarró e intenté luchar contra él, en ese momento le aparté uno de los brazos, le agarré la cabeza con las dos manos y se la aplasté contra los arboles como un coco.

Debajo de la máscara los ojos se le desorbitaron. Volví a levantar la cabeza, y la aplasté de nuevo contra el suelo, entonces sentí en craneo romperse con el impacto. Insistí y volví a golpear la cabeza contra el suelo. Me zumbaban los oídos, era como un mosquito dentro de mis oídos. En alguna parte, me oía a mí mismo gritando obscenidades. Iba a seguir golpeando cuando sentí un impacto entre los omóplatos. Unas esquirlas saltaron máicamente de la pata de la cama atrás de mí. Sentí el pinchazo de dos de ellas en la cara.

Por alguna razón, toda mi furia de pronto se aplacó. Solté casi con amabilidad la cabeza de la bestia muerta y me estaba llevando una mano a la mejilla cuando lo comprendí: me habían atravesado las extremidades puntiagudas de aquella bestía que cayó sin un brazo. Atónito, bajé la mirada y vi la mancha rojo oscuro que se esparcía por mi camisa destrozada. No cabía duda. El orificio era lo suficientemente grande como para que cupiera una pelota de fútbol.

Y el dolor siguió a la compresión. Era como si alguien me hubiese metido por la fuerza un tubo de acero en el pecho. Todavía consciente, busqué el orifiio e introduje dos dedos en él. Las falanges acariciaron la aspereza del hueso roto de la herida y sentí el latido de una membrana. El proyectil no había alcanzado el corazón. Gruñí e intenté levantarme, pero el gruñido se transformó en tos. Sentí el sabor de la sangre en mi boca.

-Al Shaitan, no te muevas, hijo de puta.

El grito provenía de la garganta de la bestía caida, deformada por el shock. Me doblé sobre la herida y eché un vistazo nuevamente a la herida. Delante de mí, enfrenté de la bestía que yacía sin ojos, un joven sin un brazo lleno de algún tipo de moco amarillo, tenía su otro brazo deformado con la punta que acababa de atravesarme el pecho. Se notaba que estaba temblando. Volví a toser y me di la vuelta hacia la mesa.

Alejandra, reluciente, seguía estando debajo de la cama dos minutos después de morir. Quizá fue eso lo que me motivó, el escaso tiempo transcurrido desde que Alejandra estaba viva y aún no había pasado nada. Dos minutos antes, hubiese podido salvarla, incluso lo había pensando..., ¿por qué entonces no hacerlo en ese momento? Apreté los dientes, hundí todavía mas los dedos en la herida del pecho y me levanté titubeando. Tenía la boca rebosante de sangre caliente. Me apoyé sobre la pierna del horripilante monstruo yacido en el suelo con la mano que tenía libre y miré al joven. Sentía temblar mis labios sobre los dientes cispados: Era más una sonrisa que una mueca.

-No me obligues a matarte, Ramad.

Di un paso hasta Alejandra y me apoyé a la cama con el muslo, perdía aire por entre los dientes y la garganta me dolía. la linterna caída fulguraba como oro falso sobre la madera rayada de la cama. Entre los arboles, el rayo de un rayo iluminó de azul el pequeño bosque. Podía oír el ruido del tornado.

-He dicho que no...

Cerré los ojos y me abalancé sobre la linterna.

Red Sun DevilmanWhere stories live. Discover now