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2. Harry.

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HARRY.

—No quiere ponerse una corbata, déjalo, Juliette —le insistí a mi hermana hablando en nombre de mi sobrino Luther, quien ponía cada cara rara cuando su madre le ponía en frente una nueva corbata para su traje, un traje que estaría usando toda la noche en la inauguración. Teníamos más de media hora en ese lugar buscando un traje digno de la aprobación de Juliette.

—Harry, por eso es que el niño hace lo que quiere, porque se lo permites. —Juliette seguía hablando de su hijo como si tuviera cinco años. Yo entendía que lo viera de esa manera, pero poco a poco y con ayuda ella, tenía que darse cuenta de que su hijo le estaba mirando el culo a la dependienta—. Sabía que no tenía que venir de compras contigo, si le alcahueteas cada cosa que quiere o no quiere. —Dejó la corbata azul en el sillón de mala gana.

—Ya estás como mamá de nuevo. Tiene catorce, si no le permites crecer, va a vivir contigo hasta los cuarenta.

Juliette me miró entornado sus ojos.

—Y si tú sigues así, él se va a vivir a tu casa y no saldrá nunca —dijo. Me reí arrogantemente. Ni siquiera me molestaba su acusación.

—No me voy a vivir con ninguno. No quiero usar una corbata y punto. ¿Es eso tan malo? Me parezco al abuelo con una de esas —intervino Luther, jalándose la camisa del traje como si le estuviera picando en el cuello o algo.

—Bueno, ya, no uses la corbata, pero te quiero impecable toda la noche —sentenció su madre, apuntándolo con su uña acrílica.

—Vale, cancelaré mi cita para jugar con el perro de la señora Young en el parque esta noche, mamá.

Tuve que ahogar una risa burlona porque si no, Juliette me mata.

—Guarda tu sarcasmo, utilízalo con tu padre, mira que le hace falta. —Ahí estaba Juliette, quejándose del padre de Luther por enésima vez en el día.

Juliette y el padre de Luther no tenían la mejor trayectoria, ellos se odiaban, aun así, tenían un hijo. No sé cómo pararon de insultarse el uno al otro para concebirlo, y tampoco me dan muchas ganas de averiguarlo si soy sincero. Luther era un niño querido a pesar de todo, e inteligente, como su padre, a pesar de que Juliette lo niegue rotundamente.

—¿Necesitan algo más? —La chica rubia estándar que nos conseguíamos en cada tienda (parece que vienen incluidas con el contrato de adquisición, ya que en cada tienda hay una) nos interceptó de nuevo y muy atenta nos volvió a hacer la misma pregunta que hacía cinco minutos.

—No, nos llevaremos el traje, pero no la corbata —dijo Juliette—. Ve a cambiarte, Luth, yo iré a pagar.

—Muy bien. ¿Necesita usted algo más? —La rubia estándar me miró, con sus ojos azules casi ilusionados. Tuve que ponerle un alto a esa situación.

—Muchas gracias, bonita, pero me lo has preguntado hace cinco minutos y dudo que ahora haya cambiado de opinión —espeté, y pasé de ella para acompañar a Juliette hasta la caja.

—¿Por qué siempre tan grosero, Harry? —interrogó mi hermana sacando su billetera de su exageradamente grande bolso.

—Alguien tenía que ponerle los pies en la tierra, Juliette. —Ella sacó su tarjeta de crédito y se le entregó a otra rubia estándar parada detrás del mostrador de la tienda. La última se había quedado ayudando a Luther a salir del traje. Supongo que eso le había alegrado un poco el día. A Luther.

—Por eso es que no tienes novia. A veces me pregunto si serás gay. —Juliette lo mencionó con un tono de burla, al ver como yo la miraba de reojo y un poco molesto con ella.

Birdie & HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora