El despertar de un Recuerdo

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-¡Has perdido la cabeza! ¿Para qué quiere quieres verlo? -gritó alarmado el jefe de la policía dando un manotazo al aire.
- Pues, amigo mío, este caso está un poco extraño, ¿no crees? habéis intentado infiltrar agentes, pero todos fueron descubiertos y asesinados, ¡un total fracaso! ¿Cómo es posible esto? Pues muy sencillo, tenemos un traidor entre nuestros hombres.
- Con el debido respeto señor Alexander, usted no es quién para desconfiar de mis hombres. Ellos arriesgan sus vidas día a día en las calles para protegernos a todos, serían incapaces de traicionar a sus principios y a su gente.
El jefe de la policía parecía muy insultado, pero Alexander, sin un ápice de sentimiento se voltea.
- Muy bien-le dice sin mirarlo- siga sacrificando a sus hombres, yo me vuelvo a Polonia.
Cuando Alex da el primer paso hacia la salida de la oficina, el policía lo detiene.
- No tienes por qué ponerte así, por favor disculpa mis formas, es que me cuesta mucho creer que uno de los míos pueda hacer tal cosa.
- ¿No cuestionara más mis decisiones?
-Intentaré no hacerlo.
- Pues bien, si hay un traidor en el cuerpo no hay mucho que podamos hacer, nos moveremos con suma discreción, no podemos contarle nuestos planes a nadie-dijo Alex mirando fijamente al policía.
-Alex,¿ qué te hace pensar que el espía no soy yo?
-Es sencillo, cuando te dije que me iría, no me hubieses detenido, sencillamente no hubieses hecho nada, después de todo sería más fácil actuar sin tenerme en los alrededores.
- Ya veo, así que también me tendiste una trampa para probarme.
-Te diré un secreto, la verdad es que me salió de casualidad, y fue una escusa perfecta.
El jefe de la policía permanece inmóvil y lo mira con cara de póker.
-Debes ser un muy mal jugador, puedo leer tu disgusto como a un libro abierto.- le soltó Alex intentando aligerar el ambiente.
El oficial deja escapar un gruñido camuflado como suspiro calculando cuánta paciencia le quedaba para tratar con Alex.
Sígueme- le dijo no muy contento- te llevaré a donde lo tenemos.
Ambos caminaron por el pasillo hasta salir del edificio, allí los esperaba un carro tirado por caballos, apresurados se subieron al vehículo y le dieron instrucciones muy claras al conductor.
El jefe de la policia cerró la portecilla que los comunicaba con el cochero para tener más privacidad.
-Y bien , Alex, cuéntame esa locura que tienes como plan.
-Escucha, en cuanto lleguemos a la prisión, informaremos que el prisionero 491 será trasladado a Polonia para ser ejecutado. Una vez lo saquemos de ahí lo liberaremos y le contaremos el plan.
-Eso es una estupidez, perderé mi empleo y probablemente a nosotros nos ejecuten junto a él.
- No, no sospecharan de nosotros, a fin de cuentas fui yo quien lo atrapó. Además, nunca logramos saber si trabajaba solo o no, tal vez sus leales hombres lo han esperado durante dos años, y al saber de esta maravillosa oportunidad, deciden liberarlo.
-¡Me pides que sacrifique a mis hombres!- dijo enojado el jefe de la policía.
- No sea estúpido, usaremos a los presos que serán ejecutados este mes, te encargarás de desaparecer sus documentos en la comisaría y crear unos falsos, si les hacemos una propuesta así no dudaran en aceptar, y estoy seguro de que a él no le será difícil deshacerse de ellos; dos pájaros de un tiro. De ahí en adelante lo infiltraremos en la secta, nos pasará información y eliminará a sus líderes. 
El policía se quedo callado durante unos minutos, sopesando sus posibilidades.
- Te apoyaré, probablemente nos ejecuten a ambos pero lo haré. Pero dime Alex, de verdad crees que podrá hacerlo, sin un entrenamiento especial, sin preparación alguna.
Alex miró a su compañero y comenzó a reír sonoramente.
- ¡Qué preguntas hace! Es gracioso que lo digas, te recuerdo que hace un par de años  esa cosa mató a tus mejores hombres entrenados especialmente, y también nos quitó muchas horas de sueño por su habilidad de desaparecer como un maldito espectro.¿De veras crees que podamos enseñarle algo? Él se crió en las calles, sobrevivió por si solo, luchó contra el frío, el hambre y las enfermedades. La calle hizo que sus instintos se agudizaran, la soledad devoró sus emociones, y el aburrimiento lo entrenó en la más oscura de las artes, el asesinato.
En ese momento, con un brusco tirón paró el carruaje.
La primera impresión de Alex al ver la prisión fue la de las torres de un antiguo castillo, mientras avanzaban hacia el portón iba acomodándose el sombrero,pero su camino se ve obstruido por dos guardias .
-Deténganse por favor, no está abierto al paso de civiles- dijo uno de ellos sin mucha convicción.
Mas cuando vieron al jefe de la policía que estaba tras Alex, lo comprendieron todo y su tes cambió de color hasta ser como la nieve.
- Disculpadnos señor Alex y señor comisario, no solemos recibir muchas visitas.¿Qué os trae por aquí?
- Debéis prestar atención a como se diregen a sus superiores y sobre todo, NO HACER PREGUNTAS.
Sin levantar la vista del suelo los guardias abrieron la puerta y ambos visitantes entraron aprisa. Era un lugar lúgubre y húmedo, pero muy bien estructurado. Caminaron por un pasillo hacia el interior de la estancia, topándose con un par de guardias cada diez metros.
- Ves lo bien protegido que está este lugar, Alex.
-Bromeas, si todos tus guardias parecen adolescentes o ancianos.
El jefe de la policía contuvo un gruñido y saludó al encargado de las llaves.
-Necesitamos la de la celda 491, Polonia ha decidido tomar la justicia por su propia mano, venimos a trasladarlo, mañana a primera hora.
-Llevamos ante él -exigió Alex.
- De inmediato.
Caminaron un largo rato, bajaron varios escalones y pasaron por frente de celdas vacías y llenas.
-Así que lo pusieron en la celda más profunda-dijo Alexander para entablar conversación, pero al parecer a nadie le daba mucha gracia debido al lugar en que estaban.
-Es aquí, yo me retiro.
El jefe de la policía abrió la celda y Alex entró.
-Henrick, ¿sigues vivo?- preguntó el detective hacia la oscura celda sin su habitual prepotencia.
Una voz extraña le respondió, extraña y escalofriantemente conocida, como quien lleva mucho tiempo sin hablar.
-Te he estado esperando por dos años, cinco meses, trece días y quince horas. Era hora de que aparecieras, agente Alexander.

La Doncella Errante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora