El encuentro

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Los podía oír pasar a su lado. Pero nadie se detenía ni volteaba si quiera un momento para ponerle la más mínima atención a el. Desde aquel pequeño arbusto los veía pasar. ¿Cuantos había visto ya?, quizás ya había visto a más de 12 familias caminar alegremente frente a él, aún recordaba a aquel par de hermanitos que regresaban a casa tomados de la mano mientras platicaban animadamente de como su padre volvería por fin del trabajo después de haber estado fuera por tanto tiempo. También recordaba bien a ese par de ancianos que habían sido los únicos que habían sido amables con el. Recuerda como aquel hombre con pelo ya blanco por los años y una mirada tan sabía y conocedora de brindaba una fuente de calor al darle su saco o como su querida esposa le sonreí y le ofrecía un poco de comida.

El pequeño se acurrucó un poco más contra aquel viejo muro de ladrillos tratando así de cubrirse un poco más de aquel abrazador frío que estaba pasando. Sonrió un poco mientras sentía aquella ya desgastada tela del saco que hace unos años atrás esa pareja de había regalado. Si, al menos habían existido un par de personas amables entre todo ese mar de personas que habían pasado de largo ignorando su existencia en aquel parque.

Nuevamente se frotó ambas manos tratando de encontrar algo de calor, buscando nuevamente recordar a aquel par de personas que con esa simple acción se habían convertido para el en las personas más importantes de su vida aún sin haber intercambiando más de dos palabras, un gracias y un adiós. Si, en definitiva les estaría agradecido de por vida.

Cerró sus ojos dejando su mente divagar nuevamente. Después de todo no había nada mejor que hacer. Las las horas, los días y los años pasaban y nada cambiaba. Siempre era lo mismo. El pasaba el día hay sentado, observando a la gente pasar, siendo ignorado, como si el nunca hubiese existido y ya caída la noche se aventuraba entre los pocos botes de basura de aquel parque buscando algo de comida para poder sustentar su mal nutrido cuerpo que ya se había acostumbrado a esa forma de vida y por lo mismo el había logrado sobrevivir después de 8 años estando en esa misma situación.

-.Hmm, ¿como me llamaba nuevamente?.- suspiró cerrando los ojos mientras recargaba su cabeza en el muro -. Creo que el no haber usado mi nombre por tanto tiempo ya me ha hecho olvidarlo...¡Cierto Tsuna!.

Sonrió un poco y se rió despacio. Quizás la gente a su al rededor no hacía nada para acercar ele, pero eso no evitaba que de vez en cuando le enviasen un par de miradas de asco al ver su aspecto.

Pero quien lo puede culpar!, no es su culpa el que sea tan delgado o que tenga el pelo tan largo como el de una mujer. Después de todo ha vivido por si mismo desde que tiene recuerdos. Además, el se encuentra perfectamente aseado gracias. No por no tener hogar signifique que el sea un sucio, el se baña todas las noches en un río que no se encuentra muy lejos del pueblo.


Las horas transcurrían con calma y aburrimiento para el pequeño aunque eso ya era algo común. La diferencia se encontraba en el clima de este nuevo amanecer. ¡Dios, ¡¿porque hacia tanto frío?!

Por lo demás, la situación era la misma. Veámoslo como un listado.

Ser ignorado, listo.

Tener hambre , listo.

Alguien se acerca, listo... espera ¡¿Alguien se me acerca?!

Levantó un poco la vista. Solo lo suficiente para ver los pies de quién se acercaba a él. Vio un par de zapatos de vestir negros y uña pantalón azul obscuro casi negro con rayas blancas casi imperceptibles acercarse. El miedo lo invadió por un momento. La última vez que alguien se le había acercado fue para tratar de robarle el saco que aquel amable hombre le había brindado.

El pequeño castaño se hizo bolita ocultando su cara en aquel ya desgastado saco. Empezó a temblar notoriamente mientras escuchaba cada vez más cercanía aquellos pasos que sonaban al pisar las hojas secas caídas que se encontraban a su alrededor.

BienvenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora