Introducción.

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Un intenso pitido resonaba con fuerza en mis oídos, no podía respirar bien y por lo tanto tenía la respiración entrecortada, era ése humo. Notaba cómo pequeñas partículas de algo parecido a cemento entraba en mis fosas nasales sin permiso; una visión borrosa dificultaba mi visibilidad, lo único que veía era ese humo blanco que se extendía por toda la estancia, a pesar de que, lo único que llegaba a observar claramente era ese suelo pálido lleno de escombros y de algo más, algo rojizo, espeso. Sentía un sabor metálico y denso en la boca, tragué saliva y sentí esa espesor recorrer mi garganta, era sangre, mi sangre. Apenas podía escuchar pequeños rumores de escombros lejanos moviéndose al son de mis latidos; cemento que caía de su respectivo lugar, me parecía estar justo en medio de la estancia, como la protagonista principal de una obra de teatro. Estaba de cuclillas, con mis manos blancas tocando pequeñas piedras, las rodillas me dolían y sentía aquellas pequeñas piedrecitas incrustadas dentro de mi piel, un intenso dolor en manos y rodillas hacía que no pudiera levantarme, tampoco me podía mover, pero no era sólo por eso, había algo mas, y aun así todo era muy borroso y doloroso.

El aire en mis pulmones iba y volvía, como si quisiera morir, pero algo me lo impidiera, cuando intenté moverme sentí un fuerte dolor en el estómago, y comencé a toser repentinamente, no solo era la saliva lo que salía de mi garganta al toser, había algo mas, algo rojo que caía al suelo manchándolo de ese tonto escarlata, y lo comenzaba a cubrir todo aquello que llegaba a ver, era mi sangre, estaba tosiendo sangre, me obligue a calmarme al ver tanta en el suelo albino. El dolor de barriga no se iba, me obligué a mí misma a dejar de toser para que ese intenso dolor cesara y también para dejar de sacar sangre por la boca, ésta vez, me estaba manchando toda la boca, y no podía mover ni un brazo para limpiarme, lo que me molestaba bastante ya que siempre me había gustado limpiarme aunque sea un rastro de agua. A pesar de que no solo era la tripa quien sufría sino también mi espalda, me di cuenta de que tenía que tener algo atravesado, algo que me impidiera mover, a pesar de que al principio no lo quería admitir, podía sentir claramente un cuerpo largo, redondo y grueso atravesándome. Respiré profundamente aunque eso hizo que me doliera aún más, estaba temblando de lo que podría encontrar ahí, aun podía escuchar un pequeño rumor lejano de aquella pared que aún no se había derrumbado completamente. El corazón me latía fuertemente y lancé una mirada de preocupación a la nada, estaba asustada de siquiera mirar hacia abajo, sabía lo que me iba a encontrar, y aun así tenía miedo, me armé de valor y un segundo después tenía la mirada puesta en ese gran tubo de metal, abrí de par en par los ojos pero no me permití transpirar, ya que eso haría que doliera aún más, al fin y al cabo ya lo sabía, quería estar preparada y aún así me asusté. Mis brazos y piernas comenzaban a fallar, no creí que pudiera aguantar mucho, pero resistí, no podía dejar que eso me atravesara completamente, o mejor dicho, no quería que me doliera aún más.

Entonces, entre el silencio un sonido de pasos hizo eco en la estancia en la que me encontraba. Tenía que ser lo suficientemente grande como para llenar un estadio, ya que los pasos sonaban a lo lejos y a la vez tan fuerte que podía estar aquí mismo, escuché que paró enfrente de mi, pero no me atreví a levantar la cabeza, no sabía quién era, no sabía dónde estaba, y esa persona parecía haber ideado todo para encontrarse conmigo en esta situación, al menos, yo lo imaginaba así.

-Entonces ya te decidiste?

Abrí de par en par los ojos al reconocer esa voz, la reconocí a pesar de que no sabía quién era, levanté tanto y tan rápidamente la cabeza que me dio un tirón, pero no me importó, porque cuando lo vi todos los músculos se me tensaron, la boca se me hizo una línea fina y apreté la mandíbula. Un hombre bien uniformado con traje de vinilo color azulado junto con bastón me miraba desde arriba, podía distinguir una sonrisa puntiaguda y un rostro asquerosamente quemado detrás de esa máscara, podía ver un cuerpo mutilado detrás de un cuerpo fino: su sombra. Seguía sin saber quién era a pesar de que reconocía la voz de alguien.

Persona EquivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora