Capítulo 3: "Si me suicido..."

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—Cael, ¡Cael!

Desperté agitado, con las mejillas húmedas —supongo que por sudor y lágrimas—, mirando hacia todos lados. Sumergido, consumido, agobiado por el terror que había inundado mis venas durante el sueño.

—¿Jaiden? —pregunté viendo la habitación del hospital, tan blanca como siempre, sin pizca de sangre, sin rastro de ella— ¿En verdad eres tú? —musité con mi corazón latiendo frenético, y toqué mi pecho al sentir un fuerte pinchazo en él.

—Cael, Cael. Soy yo —Sus manos tomaron mi rostro, mis mejillas específicamente, con cuidado— Mírame, estoy aquí contigo —Abrí mis ojos que había cerrado antes por el repentino dolor— Por Dios, Cael —Limpió las lágrimas que habían comenzado a brotar desde que desperté, y sonrió mostrando sus perfectos dientes— Vaya, me preocupaste, mocoso —Frunció un poco el ceño, pero al instante volvió a tener su tranquilizadora sonrisa.

—Jaiden- —Iba a decirle lo mucho que me alegraba verlo de nuevo, pero repentinamente apretó mis mejillas, haciendo que mis labios se colocaran como los de un pez— Deja de hacer eso —Arrugué levemente mi entrecejo y mi voz sonaba un tanto graciosa.

—Di "pollito" —Su sonrisa se extendió hasta tener esa forma cuadrada que me causaba, inevitablemente, ternura.

—Pollito —Dije, complaciéndolo.

—Me alegra verte con vida, pollito —Borró todo rastro de alegría en su cara, y lo reemplazó con una mueca melancólica— Llegué a pensar que no volvería a verte.

—Eso es muy cursi —dije cuando separó sus manos de mi rostro— Pero no debiste haberte preocupado tanto —De pronto, el recuerdo de Natalie volvió fugazmente a mi cabeza— Jamás te dejaré ir.

—¿Qué? —Al escuchar su pregunta, volví a reaccionar.

—No, nada —Desvié mi vista hacia la ventana, era de noche y recién había caído en cuenta de ello.

—Estabas secuestrado, Cael. ¿Cómo quieres que no me preocupara por ti? —Su rostro reflejaba tal confusión e impresión que se me hizo un poco complicado entender su reacción— No sabía siquiera si volvería a verte-

—Pero nos vimos —musité recordando aquella madrugada en la tienda, tenía tanta ropa encima— ¿No recuerdas? —Tragué saliva, nervioso, pensando en Natalie y en toda esa alucinación que había tenido.

—Disculpa, ¿te conozco? —Había dicho aquel día, confundido por la situación en la que entró.

—Yo estaba con Natalie —murmuré y abrí con impresión mis ojos, tras recordar algo— ¡Debo volver! Natalie debe estar esperándome, quién sabe cuántos días han pasado ya y yo sigo sin volver a casa, espero que no se enoje —Traté de quitarme la intravenosa, pensando en salir corriendo de donde sea que estuviera internado y volver a aquel lugar.

—No, no, no, ¿qué se supone que estás haciendo? —Antes de que pudiera quitarme la aguja en mi brazo, Jaiden sujetó firmemente mis manos, impidiendo que continuara con mi acción— No puedes quitártela, necesitas atención médica, Cael.

—Lo que necesito es ver a Natalie, ¿por qué no ha venido a verme aún?, ¿sabe que estoy aquí? —Comencé a tener varios espasmos ocasionados por un terror e incertidumbre que habían comenzado a recorrer mis venas— ¿Cómo llegué aquí siquiera? ¡Por qué no recuerdo nada! —Traté de apartar mis manos de las suyas, pero las tenía tan bien sujetas que se me hacía imposible liberarme, gracias a mi carencia de fuerza.

—Cael, cálmate por favor —musitó a penas, con sus ojos clavados en mí— Ella te secuestró, ¿cómo siquiera puedes pensar en regresar a su lado? —Lo miré fijamente por unos segundos que parecieron eternos, pero una gigantesca culpa me hizo apartar mi vista de él— Mírame y respóndeme, maldita sea —Sus manos fueron apretando cada vez más las mías, haciendo que mis huesudos dedos comenzaran a doler por la fuerza que se les estaba ejerciendo.

Compréndanme, estoy desesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora