2. Lo sabes, ¿cierto?

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Diecinueve años.

— ¿Papá? — Pregunto cuando salgo del trabajo, extrañada por su llamada —. ¿Qué sucede?

— Feliz cumpleaños, hija.

Ruedo los ojos, un tanto divertida por sus palabras.

— Ya me habías llamado en la mañana para felicitarme, ¿qué pasa? — Y su silencio es la respuesta que necesito para saber de qué se trata todo esto —. Ya voy para allá.

— Sabes que odio ponerte en esta situación, pero tú eres la única persona que ella tiene allá, Faith.

— Mjum — murmuro distraídamente mientras me subo en el bus —. ¿Algo más?

— Por favor, recibe el dinero que deposité en tu...

— Adiós, papá — y cuelgo.

Es increíble que la primera vez que me dejan salir libre del trabajo en el restaurante, tengo que ir a cuidar el culo borracho de mi madre. Gruño de frustración mientras veo las calles a través de la ventanilla del bus. Y sí, entiendo que esta fecha es difícil para todos, pero, vamos, no puede evadir el dolor con una maldita botella de licor cada vez que le apetece. Fue la razón por la que papá se fue y, aunque me dolió que se marchara a otro continente de un momento para otro, una pequeña parte de mí lo entiende. Su familia se estaba haciendo añicos, así que su mejor opción fui huir. ¿Eso lo hace un cobarde? Seguro, pero quiero creer que no lo hace una mala persona.

El teléfono vuelve a sonar en mi mano y frunzo mi ceño ante la idea de que sea mi padre insistiendo en que acepte su estúpido dinero, pero sonrío tan pronto veo que es Thiago.

— ¿Faith, en dónde estás? Me dijeron que hoy salías temprano del trabajo. Vine a recogerte, pero no estás por ningún lado.

— Problemas con mamá.

— Oh, vamos — suena enojado —. No puedes estar hablando malditamente enserio.

— Bueno, lo hago.

— Déjala, Faith, siempre terminas mal cuando vas a verla. Ella no te hace bien.

— Ella sigue siendo mi madre — replico, tratando de hacerle entender —. No puedo sólo olvidarla.

— Pero ella sí pudo hacerlo contigo, ¿no?

Aprieto mis labios juntos, resistiendo las ganas de maldecirlo.

— No estás ayudando aquí, Thiago. No necesito tu sermón, así que hablamos luego.

— Te veo allá — gruñe —. Pero no me hago responsable de mis actos.

— ¡Thiago! — Me cuelga —. ¡Maldito seas!

Me pregunto si este bus no puede ir más rápido, porque urgentemente necesito llegar antes de que Thiago lo haga. No odio a mi madre después de todo lo que ha pasado, no podría, pero supongo que no importa porque Thiago la odia por los dos. Sólo Dios sabrá con qué mierda me encontraré si él llega primero a su casa.

— Oh, Dios mío, Thiago, ¿qué demonios haces? — Pregunto cuando entro por la puerta de la casa en la que viví diecisiete años de mi vida.

Mi madre está tirada en el piso, luciendo como el desastre total que es. Botellas de alcohol la rodean y está murmurando cosas que nadie nunca podrá entenderle. Está más dormida que despierta, y a Thiago no le importa que no esté en bonitas condiciones para ser fotografiada.

— Voy a mandar estas fotos a su trabajo — el flash de su celular alumbra a mi madre y ella se queja aún más, diciendo cosas incomprensibles —. Y a todo su círculo social que la cree una maldita santa.

Irrevocablemente Nosotros |Disponible en Dreame|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora