Prólogo

60 5 4
                                    

            La noche era fría, con aire y con una sensación térmica por debajo de la temperatura que marcaba el móvil de Paula. Se encontraba en el muelle de un pueblo de Valencia, esperando a unos hombres con los que había quedado. Había quedado a medianoche, y aún no había aparecido nadie en el muelle del pequeño puerto del pueblo. Sólo estaba Paula helada de frío.

Sacó el teléfono de su bolso para mensajear al hombre con quién había hablado hace unas horas. Pero no obtuvo respuesta. 

Estaba sola a medianoche en un muelle de un pueblo de Valencia, el cual apenas conocía, pero tenía que permanecer allí o su vida estaría en peligro. El agua salpicaba en la madera de la pasarela debido al fuerte viento que se levantó ya entrada la medianoche. Por suerte no llovía, aunque el viento era suficientemente potente como para colarse por las ropas y levantar la humedad del mar.

Paula estaba harta, estaba pagando por algo en lo que nunca había querido meterse, y ahora no tenía como echarse atrás. Su vida corría peligro, y el frío, se le colaba en su delgado cuerpo y le hacía más difícil aguantar en puerto. Volvió a mandar un mensaje al hombre avisando de su retirada en apenas diez minutos. Bloqueó el teléfono después de mirar la hora y cruzó sus piernas para evitar sentir más frío, fijó la mirada en el horizonte oscuro y esperó muerta de frío.

Miraba cada dos minutos la hora de su móvil, esperando que el tiempo avanzara, pero la hora no cambiaba por más que a ella le pareciese una eternidad. Estaba cansada, helada y asustada en aquel muelle de un pueblo de Valencia que solo conocía por haber caminado con su novio por sus calles. Decidió acabar con todo y tentar a su suerte, abandonando el puerto silenciosamente. 

Los dientes chocaban sonoramente haciendo que Paula sintiera algo más de calor. Sin embargo, se felicitó cuando llegó a la habitación del hostal en el que se hospedaba, ya ni su novio ni la familia de él sabían de su presencia.

Dejó caer su cuerpo sobre las sábanas frías de la cama y con sus pies se deshizo de las botas que calentaban sus pies. Reptó por la cama hasta conseguir abrazar la almohada con sus delgados brazos, tiró de las sábanas y haciendo movimientos se metió en ellas para entrar en calor. No le dio vueltas al asunto, pues quedó dormida profundamente.

El secreto de PaulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora