Paula despertó a las once de la mañana bajo un sol brillante entrando por el cristal de su ventana. Al abrir los ojos, se sobresaltó y antes de asustarse, observó con detenimiento su alrededor, reconociendo la habitación en la que se alojaba aquellos días en Valencia. Seguía cansada, y no recordaba mucho de lo que sucedió horas atrás, sintiéndose como una borracha apunto de perder el conocimiento, y es que su cansancio era parecido a una buena resaca, así que, decidió cerrar los ojos un rato más.
Un tono corto y ruidoso la despertó horas después, su móvil había recibido un mensaje. Preguntándose porque no puso el móvil en modo vibración, alargó el brazo y agarró el móvil, desbloqueándolo. La luz la cegó y leyó con todavía más dificultad el mensaje.
"Dijiste diez minutos. No estabas en el muelle a la una y diez de la madrugada. Sabes lo que te juegas?"
El corazón comenzó se le aceleró, cayéndosele el mundo encima. No sabía qué hacer, ni cómo proteger su vida. Ella era la única que sabía en lo que se había metido y ahora tenía que salir por su propio pie. Se le ocurrió, como primera opción, bloquear el contacto y ganar así algo de tiempo para pensar su segundo movimiento.
Algo más calmada, optó por no rendirse y salir de la cama decidida a buscar una solución, pero antes tenía que dejar sus pequeñas vacaciones en Valencia y regresar a Madrid. Con la mente pensativa fue al baño para darse una ducha fría, de esas con las que ella creía que se refrescaban las ideas. Se sumergió debajo del chorro de agua fría sin pensarlo dos veces y aunque la sensación no le gustaba, era su forma de desbloquearse.
El agua le dejó todos los músculos agarrotados, pero era gratificante sentir como la sangre recorriendo sus venas la calentaba poco a poco al salir de la ducha y envolver su cuerpo y cabello en toallas blancas. Miró al espejo, topándose con su reflejo, se rascó los ojos y volvió a mirarse.
-¿Quién te mandó meterte en esto? -Se dijo.
Se colocó sus gafas de pasta negra empañadas y salió del baño dejando un camino de pisadas de agua por el suelo. Llegó a la cama y allí se sentó pensativa. Tenía que proteger su vida de una forma algo coherente, algo así como buscarse otra identidad, pero para eso necesitaba ayuda. Nunca le contó nada a nadie, excepto a sus primas, quienes sabían parte de su pequeño secreto. Eran su única esperanza en salvar su trasero así que no titubeo en pedirlas ayuda. Abrió el grupo de WhatsApp que tenía con ellas y las dejó un mensaje.
"No sé como pediros esto, pero debo hacerlo. Soy la mayor de vosotras y la que siempre os da problemas. Pero creo que será el último, he aprendido que jugar con fuego termina quemándote. Las cosas en Valencia han salido mal y necesito irme lejos sin dejar rastro. ¿Confio en vosotras?"
Dejó el móvil a un lado y se dejó caer sobre las sábanas blancas, mirando hacia el techo pensando en quién podría estar dispuesto a ayudarla aparte de su primas.
-Víctor. -Dijo en alto convenciéndose a sí misma. Sabía que él no preguntaría demasiadas cosas y le daría una buena cantidad de dinero, pero con él debía de hablar en persona y no por un aparato electrónico.
Tenía claro su regreso a Madrid y debía ser cuanto antes. Regresó al baño y cogió su crema favorita de cuerpo, volviendo a la habitación para untarla mientras escuchaba algo de música. Cuando hubo acabado, abrió el armario desnuda completamente y decidió que iba a ponerse aquel día. Sacó unos pantalones fresquitos color tierra y una blusa con escote en pico blanca. La encantaba la moda, y hoy era el día perfecto para sentirse una celebrity de prestigio, pues debía ir a la estación de trenes sin que nadie supiese de ella. Aunque antes de todo eso, necesitaba su billete. Cogió su portátil y se sentó en la cama, lo encendió y mientras que se ponía en funcionamiento, recogió su cabello rubio con una pinza. Luego se puso manos a la obra en busca de un billete de ave para aquella misma tarde.
No encontró ninguna ganga, pero consiguió comprar uno con el poco dinero que le quedaba. Obtenido el billete se dedicó en armar la maleta. Lista, mandó un mensaje a su novio, con el que debía cortar la relación y no volver a saber de él hasta que las cosas se calmaran. Le dejó una nota de voz disculpándose por su partida y aclarándole que no la buscará. Por último se calzó y se abrigó con el mismo gabán de paño que llevaba a noche. Colgó su bolso sobre su hombro izquierdo, agarró su maleta, se aseguró de llevar todo y tiró de la puerta de la habitación.
Antes de salir del hostal, pasó por recepción y dio la mínima información de su repentina partida. Pidió un taxi y lo esperó impaciente en la recepción antigua del hostal.
El taxi la cobró más de lo que ella se había imaginado que la costaría y se dió cuenta de que apenas tenía veinte euros para comprarse algo de comer antes de coger el tren de regreso a casa. No la importó en absoluto, pues sólo necesitaba sentirse segura y en Valencia no lo estaba.
Compró un sándwich antes de subirse al tren y durante el camino se lo fue comiendo. No había ingerido nada desde que se levantó por la mañana, pero ni siquiera tuvo tiempo de centrarse en eso, hasta que comenzó a devorar aquel poco sabroso sándwich que a ella le estaba sabiendo a gloria.
Con el estómago algo lleno y la cabeza puesta en su destino decidió despejarse y leer un poco para amenizar el viaje. Era una amante de la lectura aunque no solía leer a menudo pues la universidad y sus preocupaciones solo la dejaban tiempo para la lectura en verano.
Mientras leía notó como su móvil vibraba, por lo que detuvo la lectura unos segundos para saber quien la había testeado. Eran varios mensajes, pero le dio prioridad a los del grupo de sus primas.
"Julia -Será la última vez Paula. Espero que realmente te hayas dado cuenta de las consecuencias".
"Alba -No podré hacer mucho chicas, segundo de bachillerato me tiene encarcelada, pero contar conmigo".
Se sintió aliviada al ver que sus primas iban a ayudarla. Pero las palabras de su prima Julia la hicieron sentirse aún más culpable de lo que ya se sentía. Julia siempre sabía cómo hacer pensar a alguien y recapacitar sobre ello. Pero Paula sabía que lo hacía porque de verdad la quería.
Había otro mensaje, y ese le preocupaba aún más, pues era de su novio. Aterrada por su posible contestación, lo abrió.
"No entiendo nada. Pero si esto ha llegado a su fin me gustaría que por lo menos me dedicaras la última cita. Paula te invito a comer y luego te dejaré ir, si es lo que quieres. Pero seguirás sabiendo de mí."
Le dolió en el alma no poder contestarle, pero era lo más sensato que podía hacer. Tenía que cortar todos los lazos con él posibles, porque así se aseguraba su felicidad plena en otro lugar. Borró el mensaje y bloqueó también el contacto para evitar que le insistiera. Una vez hecho, continuó con la lectura.
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El secreto de Paula
General FictionSiempre han dicho que jugar con fuego quema. Pero... ¿Y tentar a la suerte? Descubre en qué está metida Paula y porque debe huir del carió de sus seres queridos. ¿Saldrá sana y salva de esta? Descúbrelo. Pd: la portada ya la colgaré más adelante.