Mi cuerpo.

Mi cabello.

Mi pelo, para cortarlo, teñirlo, comerlo, vomitarlo.

– ¡Eh! ¡Valeria! Lindo corte.– Se aproximó a ella, le revolvió el pelo y se fue con sus amigos. Si vas a decir solo eso no lo hagas. Eres molesto.

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   Ella se agachó en el rincón más sucio de su habitación. Donde debo estar. Abrazaba fuertemente sus piernas.

   Los gritos de la cocina se seguían escuchando. Atormentando la.

   Notó cómo su melena era tironeada por ella misma. Estaba pisando su pelo. Alzó su mirada al pequeño escritorio en frente de ella.
   Allí habían unas tijeras y un espejo.