SUEÑOS COMPARTIDOS

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  Despierto. Estoy cansada, agotada, y siento como si llevase décadas durmiendo. extrañas imágenes inundan de pronto mi cerebro. Demasiadas y demasiado rápido para procesarlas todas, pero sí reconozco unas pocas. Dos niñas pequeñas dando vueltas alrededor de un árbol, riendo. Un espejo cuya imagen no es la mía. Una habitación fría y oscura, con tan sólo una mesa medio desvencijada sin una silla para acompañarla y un futón en el suelo, en el rincón opuesto a una ventana entablada con unas pocas rendijas para poder ver el mundo exterior.
Me estremezco. Un recuerdo muy vívido de haber estado en ese cuartucho inunda mi ser. Siento un escalofrío sacudir con violencia mi cuerpo, y las náuseas abriéndose paso desde mi estómago hasta la garganta hacen que me lleve rápidamente las manos a la boca cerrando con fuerza, como si así pudiese evitar el vómito. No pueden, y tras dejar vacío mi estómago me limpio con el borde del sucio camisón que llevo puesto y me levanto tambaleante.
Hace frío, y mis pies descalzos sobre la húmeda hierba no hacen mas que acentuar esa sensación.
Comienzo a caminar. No sé adonde voy, solo necesito alejarme, huir, pero... ¿huir de qué? Un dolor agudo en la parte trasera de mi cabeza me dice que quizá esa sea la razón de la niebla en mi cerebro. Me toco a través del apelmazado y pegajoso cabello y descubro un enorme bulto y una herida abierta y húmeda en él, que me hace dar un silencioso grito al pasar los dedos palpando.
Haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad retraso mi necesidad de correr lejos de aquí y miro a mi alrededor.
Me quedo helada al ver una sombra mirándome fijamente. Me resulta inquietantemente familiar, y siento cómo el aliento que había quedado atrapado en mi garganta sale despacio de mi boca, aún abierta. Poco a poco el miedo parece evaporarse al reconocer el rostro de la sombra que me observa y comienza a transformarse en un sentimiento de confusión y... Qué extraño, también de esperanza. La sombra tiene mis ojos, tiene mi sonrisa, incluso tiene mi pelo. Soy yo mirándome a mí misma.
Y desde la sombra que ahora soy me veo salir corriendo, con más esperanza ahora y con un destino conocido, y siento cómo poco a poco desaparezco en la oscuridad de la noche, comprendiendo que al fin hice lo que tanto tiempo llevaba intentando.

  Despierto. Esta vez en mi propio cuerpo, en mi propia habitación. Otra vez ese maldito sueño. Solo que algo ha cambiado. Nunca me he convertido en la sombra antes.
Mi cerebro al fin descifra qué es lo que me ha despertado. Me levanto frotándome los ojos y me desperezo mientras salgo de la cama y voy a coger el insistente móvil que dejé cargando en la cocina.

  Deslizo la pantalla para coger la llamada. Antes de poder decir nada la voz de mi madre suena temblorosa al otro lado. Un enorme barullo tras ella. Gente hablando a gritos, sirenas...
Mi corazón se detiene por un segundo.
    -¿Nena? Nena ha ocurrido algo...
La incertidumbre está subiendo por mi espalda de tal modo que casi me pongo de puntillas.
        -¿Qué ocurre mamá? ¿porqué suenan sirenas?
    -Es tu hermana, cariño... Ha aparecido. Está bien, pero la llevan al hospital para hacerle pruebas... Dios mio, perdona hija pero me falta el aliento. Vamos al hospital santa Cecilia, hablaremos ahí. Te quiero mucho, mi vida.
dice sollozando por la emoción.
Suelto el móvil sobre la mesa y me dejo caer en la silla. ¿Cómo es posible? Mi hermana desapareció hace ocho años. Todos la dábamos por muerta.
Siento las lágrimas bañando mi rostro y mi respiración que se agita. Me levanto, me visto a toda prisa y cogiendo las llaves y el móvil salgo de casa dando un portazo.

  El corazón me late desbocado mientras corro escaleras arriba y al fondo del pasillo, donde mis padres aguardan ante la habitación de mi hermana. Mis pies van acortando pasos hasta quedarme parada.
Siento los brazos de papá y de mamá a mi alrededor, apretándome con fuerza. Les abrazo también, creyendo firmemente que me he comunicado con mi hermana en sueños. Que de algún modo, sin saber muy bien cómo, he sido su guía.
Me separo de mis padres, entro en la habitación y veo a mi gemela recostada en la cama mirándome con ojos llorosos. Al fin comprendo el porqué de esos extraños sueños durante todos estos años. Ella sonríe y una palabra silenciosa se forma en sus agrietados labios. "Gracias". Y tras tanto tiempo esperando, de nuevo mi alma vuelve a estar completa.

FIN

Gracias por leerme, si te ha gustado espero tu voto. Gracias y hasta pronto

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