La conversación resulta rara de tan sutil. Tardo un rato en darme cuenta de que se trata de un chantaje.
Estamos sentados en sendas sillas plegables de metal, entre bastidores, cuando Martin Addison me dice:
—He leído tu correo electrónico.
—¿Qué? —Levanto la vista para mirarlo.
—Antes. En la biblioteca. Sin querer, claro.
—¿Has entrado en mi cuenta de correo?
—Bueno, he usado el ordenador después de ti —me explica— y cuando he entrado en Gmail ha aparecido tu cuenta. Se te habrá olvidado cerrarla.
Lo miro de hito en hito. Él golpetea la pata de su silla con el pie.
—¿Y qué? ¿Por qué utilizas un nombre falso? —pregunta.
Bueno. Le respondería que si usas un nombre falso será para evitar que personas como Martin Addison descubran tu identidad secreta. Así pues, supongo que ha funcionado de maravilla.
Supongo que me habrá visto sentado al ordenador.
Y supongo que soy un idiota de marca mayor.
Sonríe. En serio.
—En fin, he pensado que a lo mejor te interesaba saber que mi hermano es gay.
—Ya. Pues no me interesa, la verdad.
Me mira.
—¿Qué estás insinuando? —le pregunto.
—Nada. Mira, Spier, a mí me parece muy bien. No es para tanto.
Si no fuera porque, en realidad, lo considero una pequeña tragedia. O puede que una putada como la copa de un pino, en función de si Martin es capaz o no de mantener el pico cerrado.
—Esto me resulta incomodísimo —prosigue Martin.
¿Qué quiere que le diga?
—A lo que íbamos —dice—, salta a la vista que no quieres que la gente se entere.
Ya. Supongo que no. Si no fuera porque todo ese rollo de salir del armario en realidad no me asusta.
No creo que me asuste.
Da un corte que te mueres, si lo piensas, y no voy a fingir que lo estoy deseando. Pero no creo que fuera el fin del mundo. En mi caso, no.
Por desgracia, no sé cómo se lo tomaría Blue. Si Martin lo fuera contando por ahí. Lo malo de Blue es que se trata de una persona un tanto reservada. La clase de persona que nunca olvidaría cerrar su cuenta de correo electrónico. La clase de persona que jamás me perdonaría un descuido como ese.
Sí, supongo que estoy intentando decir que no sé lo que implicaría para nosotros. Para Blue y para mí.
En serio, no me puedo creer que esté manteniendo esta conversación con Martin Addison. Precisamente él, de todas las personas que podrían haber entrado en Gmail después que yo. Quiero que entendáis que, para empezar, yo jamás habría usado los ordenadores de la biblioteca si no fuera porque aquí bloquean el wifi. Y hay días en los que no puedes esperar a conectarte en casa con el portátil. Como hoy. O sea, ni siquiera he podido esperar a echar un vistazo al móvil en el aparcamiento.
Porque esta mañana le he escrito a Blue desde mi cuenta secreta. Y era un email importante y tal.
Solo pretendía averiguar si me había contestado.
—Si te digo la verdad, estoy seguro de que todo el mundo se lo tomará bien —continúa Martin—. Deberías mostrarte tal como eres.
¿Pero este tío de qué va? Un hetero que apenas me conoce se atreve a darme consejos sobre la conveniencia de salir del armario. Pongo los ojos en blanco. No puedo evitarlo.
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Yo, Simon, Homo Sapiens
Novela Juvenil¿Qué serías capaz de hacer para proteger tu secreto mejor guardado? Simon ha hecho lo impensable: ceder al chantaje de Martin. O Simon se las ingenia para que su amiga Abby salga con Martin o este... le hablará a todo el mundo de los correos ele...