Capítulo 9.

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¿Es normal estar asustado como la mierda? Según mi yo interior si, considerando que tengo años sin salir con una mujer.

Mi rutina al despertarme fue la de siempre: salir de mi cama, tomar unos bóxers limpios y la primera camisa y pantalón que veo en el armario, darme una ducha de agua caliente y tomar mi viejo jeep para dirigirme a la estación. La diferencia de hoy con mis otros días es que no apartaba mis ojos del reloj incluso cuando estaba en una reunión, estoy seguro de que Richard me echó el ojo en varias ocasiones al ver mi ansiedad pero él lo sabe, todos en la maldita emisora saben que tengo una cita hoy. Gracias, Liam.

Cuando es momento de salir de la pequeña sala de juntas que integra el edificio siento la mirada intrigada de muchos y claro, no todos son tan prudentes como lo soy yo. ¡Ocho personas! Fueron ocho personas del personal que me desearon éxito en mi cita del mediodía que tendré con Stella, mi vida se volvió mucho más pública de lo que era. Vuelvo a repetirlo, gracias Liam. Ahora, también contemos a María, apenas me vio me lanzó una de sus miradas maternales y luego de abrazarla, solo me pudo decir un si quieres untar el palito, no lo hagas en esa mujer. Gracias Liam, por tercera vez. Todo es culpa de ese idiota.

Antes de cruzar el umbral de la puerta de salida—sí, estaba tratando de huir, fallé—, recibo una llamada de Richard pidiéndome que me acerque a su oficina. Con la ansiedad a millón, hago de nuevo el camino de la vergüenza, más comentarios deseándome suerte o éxitos por diferentes trabajadores de la emisora. Sí, mi pasado de haberme hecho famoso porque mi ex novia me hizo papilla luego de pedirle matrimonio en medio de una transmisión ha quedado definitivamente atrás, ahora soy el Blake que está en boca de todos porque el locutor de mi programa decidió decirle a millones personas que tendré una cita... y que no podía esperar a que sucediera.

Al estar frente la puerta del despacho de Richard—por segunda vez en dos semanas, nuevo record—, toco la superficie con mis nudillos para luego escuchar el usual pase de mi jefe.

—¿Qué necesitabas?—pregunto asomando mi cabeza entre el espacio que dejó la puerta al ser abierta.

—Acércate muchacho y siéntate.

—Si es sobre la oferta que me diste hace unos días, la respuesta sigue siendo no—digo mientras camino hacia la silla acolchada que está frente el escritorio de Richard—, a ambas proposiciones.

—No quería hablar sobre eso, pero quiero que sigas pensándolo, son buenas ofertas y muy beneficiosas para tu vida profesional—Voy a contestarle pero me corta con un gesto de su mano—. Estás en boca de todos y no es gracias a un programa.

—Joder, ¿tú también me vas a felicitar o desear suerte?

—No, Anderson, no creo que necesites suerte para conquistar a una mujer. Quiero que tengas cuidado, hijo, tu última relación fue...

—Desastrosa—termino por él al ver que no sabe cómo finalizar aquella oración.

—Sí, es un adjetivo adecuado—asiente él—. Eres como el hijo varón que nunca tuve, el único que milagrosamente no ha sido despedido en ninguna ocasión. Tuve la necesidad de llamarte y decirte estas cosas, Anderson.

Estamos al aire | Al aire #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora