Prólogo

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Realmente me gustaba asistir a la universidad.

Desde pequeña había tenido mucha curiosidad por aprender cosas nuevas, me interesaba por los pequeños detalles que al resto de mis compañeros les parecían insignificantes.

Por ende, era propensa a sacar muy buenas notas, y siempre estaba receptiva en cualquier trabajo asignado en clase.

Pero esta vez, el profesor Lincoln nos asignó una tarea bastante peculiar. Dado que impartía la asignatura de psicología de la motivación y la emoción, nuestra misión en el primer trimestre era entregar un informe sobre las causas y las consecuencias de que nos rompieran el corazón. Cómo influía en una determinada pareja una ruptura, y finalmente analizar que conclusiones podíamos sacar.

Me parecía cuanto menos, interesante, aunque también suponía un trabajo de gran esfuerzo para mí, dado que jamas había tenido una relación estable, por lo tanto, tampoco había sufrido nunca una ruptura. Mi corazón seguía intacto.

El amor nos hace creer que podemos hacer cosas impensables, pero cuando eso se acaba, el ser humano se encuentra en una estado de desorientación, no sabe cómo reaccionar, ni que hacer. Quiero que lleguéis al fondo de la cuestión, que analicéis el porqué de este cambio, que nos lleva a tener estos comportamientos.

En realidad, no tenia ni idea de cómo iba a enfocar este trabajo, era consciente de que  gran parte de mi nota trimestral iba a volcarse en ese proyecto, y más me valía hacerlo bien.

Al terminar la clase, me crucé con Janelle, mi compañera de piso, y también mi mejor amiga, ella no estaba tan perdida como yo, quizás porque había comprobado de primera mano lo mal que se sentía que le rompieran el corazón. Su ex novio, Alex, había cortado con ella apenas una semana antes de que nos asignaran el trabajo.

— Ojalá pudiera hacer un análisis sobre mi propia experiencia. Sería una especie de desahogo. Podría decir que Alex es un hijo de puta, y nadie me culparía por ello.

Me reí ante su ocurrencia.

Por mucho que hubiera sido interesante leer aquello, el profesor Lincoln había dejado explícitamente claro que no podíamos involucrar historias pasadas en nuestro trabajo. Tampoco es que me afectara mucho, en realidad.

— ¿No crees que estás exagerando un poco? Alex y tú siempre volvéis.

— Está vez es diferente.

Puse los ojos en blanco. Siempre era diferente.

Llegamos a mi coche. Lancé mis cosas de cualquier manera en la parte trasera y coloqué las llaves de contacto en su posición.

Conduje hasta nuestro pequeño apartamento, y estacioné en la plaza de parking que tenía reservada, como cada vecino.

— Ve tú subiendo — Le dije a Janelle — Tengo que comprar algunas cosas, vuelvo enseguida.

Caminé durante unos pocos metros hasta el pequeño supermercado al que iba a comprar habitualmente.  La encargada, Clare, me saludó como de costumbre.

— ¡Buenas tardes Charlotte! — Me dedicó una sonrisa simpática. Se la devolví, y después me adentré en los pasillos de la estancia.

Elegí todo lo que necesitaba, como también algunas cosas que sabía que a Janelle le encantaban.

Al salir del supermercado, cargada con todo lo que había comprado, me tope de frente con alguien, lo que me hizo tirar todas las bolsas al suelo.

Mi coletero salió disparado de mi pelo, dejando caer toda la mata larga y ondulada sobre mi cara.  Me la aparté de un manotazo.

— ¡Mierda! — Dijimos al unísono.

Al levantar la cabeza vi a un chico bastante alto, que me miraba con cara de pocos amigos. Recogió su cigarro del suelo, que al parecer había caído con el choque de nuestros cuerpos.

Tenía un aspecto bastante... oscuro. Lo cuál solo hizo que llamar mi atención. Sus ojos ni siquiera me estaban mirando, parecía más interesado en largarse de allí que en disculparse, así que lo hice yo.

— Lo siento, no te he visto. — Dije intentando sonar lo más simpática posible, a pesar de que me había fastidiado realmente que toda la comida se hubiera esparcido por la calle.

— Está claro que no lo has hecho. — Respondió en el tono más borde que había escuchado a nadie.

Ni siquiera se ofreció a ayudarme, ni tampoco se disculpó como había esperado que hiciera. Sin volver a mirarme entró en el supermercado, mientras yo me quedaba como una idiota recogiendo todo lo que me había tirado aquel maleducado.

Mientras frustrada guardaba las últimas adquisiciones que se me habían caído, Clare, la encargada, salió a fumar mientras que un compañero suyo le cubría el turno.

— ¡Dios Mio! ¿Estas bien? — Preguntó al verme tirada en el suelo.

La miré intentando tranquilizarla.

— Si, es solo que un idiota me ha tirado las bolsas. Ni siquiera se ha disculpado, el muy capullo.

Clare soltó una risita nerviosa mientras se encendía el cigarrillo.

— ¿Hablas de Nathan Walker?

La miré con el ceño fruncido.

— No sé su nombre.

— ¿Alto, ojos claros, tatuado y tremendamente sexy?

Si que era algo alto y si que tenía los ojos claros, pero mi primera impresión no había sido la de alguien  "tremendamente sexy", si no la de una persona maleducada y grosera.

— Algo así.

Ella volvió a sonreír, mientras recogía una lata de agua con gas que aún quedaba por meter en la bolsa.

— Enhorabuena, te acabas de topar con el mismísimo Lucifer.

Esta vez reí yo. No me sorprendía en absoluto que se hubiera ganado esa fama.

**

¡Hola a todos!

Vuelvo con un nuevo proyecto que me hace muchísima ilusión.

Solo espero que si tenéis un ratito para leerlo, lo hagáis, significaría mucho para mí.

Un beso.

25 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora