Sexto capítulo.

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8 DE FEBRERO, DOMINGO.

Camino del hospital, prueba a reproducir con la concha lo que ha pasado con el móvil. La saca del bolsillo y la sostiene sobre la palma de su mano. Trata de concentrarse. Caminar la ayuda. Las calles vacías la relajan.

Vuelve a ocurrir. De pronto, una frase aparece en su cabeza, y brilla con la intensidad de las luces de neón:

--Si la tienes cerca y te acuerdas de mí, será como si estuviera a tu lado. Por lejos que esté.

En su memoria hay dos conchas. Las encontró Ismael escarbando en la arena de la playa. Eran muy parecidas, casi iguales: el mismo tamaño, la misma forma. Una era más bien rosada, la otra tiraba más al blanco.

--Son como nosotros - -dijo Ismael - - y también han venido aquí para estar solas junto al mar.

La escena - -ahora lo recuerda - - corresponde a un día radiante del mes de diciembre. Tal vez fue el fin de semana anterior al del inicio de las vacaciones. Isma le propuso dar un paseo por la playa. Hacía un frío de mil demonios, pero, para variar, había dejado de llover. La atmósfera se veía limpia y el mundo parecía nuevo. Se sentaron en la arena, muy cerca de la orilla, a mirar cómo rompían las olas.

--La próxima vez tenemos que traer una toalla - -dijo Isma, al sentir el frío en las nalgas.

Se besaron mucho rato. Tenían las narices como dos cubitos de hielo. Hablaron de un montón de cosas. Isma removía la arena, distraído. Así encontró las conchas. Le dio la de color rosado y se quedó la otra.

--Si la tienes cerca y te acuerdas de mí, será como si estuviera a tu lado. Por lejos que esté.

«Si te acuerdas de mí...», repite Bel en sus pensamientos, acariciando la concha que le ha devuelto este recuerdo. «Si supieras lo difícil que es ahora».

Tiene un par de canciones preparadas. Las ha escuchado una y otra vez hasta memorizarlas. Lo primero que hace al entrar en la habitación de su novio es anunciarle:

--¡Notición! ¡Estrenamos repertorio!

Luego le besa en los labios, sin pensar en el tubo de plástico que sobresale de su boca, y añade:

--Buenas noches, mi amor.

Se sienta a su lado y comienza a cantar. Y lo más increíble es que en ningún momento se siente ridícula. Simplemente, hace lo que sabe que tiene que hacer. Lo mejor para Isma. ·

 I feel like

I''m living the worst day

I feel like you're gone

And every day is the worst day ever... {*}

{* Del inglés: Me siento como / si estuviera viviendo el peor día / me siento como si te hubieras marchado / y cada día fuera el peor.}

Seis horas más tarde, no se ha producido en Ismael ni una sola reacción. Bel se siente agotada, como si alguien le hubiera robado las fuerzas.

«Mierda, me he vuelto a descuidar. ¿Cuántas horas llevo despierta?», se pregunta, asustada.

Calcula que unas cuarenta, más o menos.

«Tengo que dormir aunque no tenga sueño. Tengo que acordarme de lo que me dijo Alma».

Pero, al mismo tiempo, no quiere separarse de Ismael. No ha reaccionado en toda la noche, de hecho no ha ocurrido nada de nada; pero en un par de ocasiones, Bel ha tenido la impresión de que podía oírla. ¿Y si se quedara a dormir aquí, en el hospital? No, no se sentiría segura. Después de todo, aún no sabe cómo funciona su cuerpo ni cuáles son las instrucciones de uso de su nuevo estado.

Saca la concha de su bolsillo. Al principio no la encuentra. O no la siente, como si sus dedos estuvieran dormidos. Finalmente, consigue arrastrarla fuera de sus vaqueros, pero algo raro ocurre. No logra agarrarla. Es como si el diminuto objeto hubiera perdido consistencia, como si fuera blando, o de gelatina, o peor aún: de agua. La concha que Ismael encontró en la arena se escapa de sus dedos y cae bajo la cama. Bel se agacha para recuperarla y sus temores se confirman. Por más que lo intenta, no consigue atraparla. Está ahí, puede verla, pero ya no siente su tacto. Es como si la concha se hubiera vuelto gaseosa.

«O tal vez la que se está volviendo gaseosa soy yo», se dice.

Debe irse. Necesita saber qué le está ocurriendo. Y solo hay una persona que pueda explicárselo. Debió ir a visitarla hace días.

Antes de salir, besa a Ismael. No siente el tacto de sus labios. Es como besar a un espejismo. Se despide hasta la noche. Sale de la habitación tambaleándose. Casi no puede caminar. No sabe cómo va a hacer para llegar a casa de Alma. El día está muy nublado, otra vez amenaza lluvia. Sopla un viento huracanado. No se ve a nadie por las calles.

Bel no llega ni al parque infantil, que esta vez está desierto de palomas y donde hoy ningún viejo se atrevería a sentarse. Se desploma antes de llegar al banco, justo al pie del tobogán sin niños.

No ve a nadie. Y, por supuesto, nadie la ve a ella. Y, la verdad, tampoco importa.

Bel, amor más allá de la muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora