1. La semana cultural

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Hilal miraba de vez en cuando su celular con la esperanza de ver algún mensaje nuevo o alguna llamada perdida del señor Priego; sin embargo, todo el fin de semana el aparato se encontró en completo silencio.

El lunes por la mañana cuando estaba guardando los libros en su mochila para irse a clases, vio las llaves de la casa del profesor que había dejado sobre su mesita de noche. Con un poco de vacilación las guardó en su bolsillo esperando no necesitarlas porque no quería entrar a la casa aunque tuviera permiso de hacerlo.

Una hora después, al llegar a la escuela se dirigió a la oficina del subdirector. Creyó que encontraría el sitio vacío por ser muy temprano y se alegró un poco al ver a su secretaria que ya se encontraba en su escritorio por fuera de la oficina del subdirector. Se veía muy seria hojeando unos documentos.

—Disculpe... —se aclaró la garganta al darse cuenta de que su voz había salido muy ronca— ¿Se encontrará el señor Priego?

La secretaria no quitó la vista de las hojas, la cara de indiferencia que tenía la señorita le causaba un poco de molestia. Aunque realmente parecía señora pues era una mujer de unos cuarenta años. Y a pesar de que no tenía tan mal cuerpo siempre lucía enojada cuando los alumnos se acercaban a hablar con ella.

—No y no va a venir así que si tienes algún asunto puedes tratarlo directamente con la Directora —argumentó la secretaria con voz chillona y fría.

Hilal respiró hondo intentando mantener la calma, odiaba los administrativos de su escuela porque siempre trataban a los alumnos como si no fueran importantes.

—Necesito hablar con él, ¿sabe si se reportó enfermo? —preguntó en voz baja.

La secretaria lo observó por encima de sus gafas con una cara que demostraba fastidio.

—No... no se reportó enfermo y tampoco está de comisión, solo me dijo que no se iba a presentar en unos días, así que, como te repito, si tienes algún asunto que aclarar puedes ir a ver a la Directora —dicho esto la secretaria se paró de su asiento y salió al pasillo.

Hilal rechinó los dientes y con paso pesado salió del edificio para dirigirse a su salón.

El aire frío golpeó su cara y le ayudó a tranquilizarse. Ya con la mente un poco más clara recordó que la nota decía que el profesor lo buscaría cuando estuviera listo así que se obligó a no mandarle mensaje en el transcurso de sus clases.

*****

Unas horas después, cruzó la entrada del instituto de música en dirección al aula de guitarra con la esperanza de encontrar ahí al profesor, finalmente él amaba dar clases y no se perdería los ensayos. Un nudo en su garganta se formó cuando encontró el salón vacío. Se preguntó si sería prudente hablarle para preguntarle donde estaba porque una cosa era que se alejara para pensar lo que iba a decidir y otra era que descuidara sus obligaciones.

«No es por eso que le quieres hablar» Murmuró la voz histérica de su mente.

Una conocida voz femenina llegó a sus oídos y al girarse vio que sus compañeros de su grupo de Jazz se acercaban al salón acompañados por la directora. Nicole platicaba con la pequeña mujer respecto al concurso de bandas que se llevaría a cabo la siguiente semana.

Cuando lo alcanzaron, la directora lo saludó con una sonrisa cálida. Hilal intentó regresar el gesto aunque no supo si lo hizo de manera correcta.

—El salón está a su entera disposición así que por favor esfuércense ensayando para que puedan ganar el concurso de bandas —comentó la directora— los he escuchado y sé que pueden hacerlo —se giró en su dirección y continuó hablando—. El profesor Renato te dejó a cargo del grupo así que encárgate de que los ensayos se ejecuten en tiempo y forma, por favor.

Deseando a mi profesor de músicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora