Estancado.

50 1 0
                                    

El tratar de comportarte como algo que realmente no eres, duele, te consume por dentro, y hace que poco a poco, aunque no te des cuenta, te conviertas en un muerto viviente...

Eric tenía una gran ventaja, ya que él nunca fingió ser algo que no era, solamente tenía un pequeño complejo, él se sentía invisible...

Su padre tenía tres trabajos, y rara vez pasaba tiempo de calidad con él y su madre se encontraba internada en un hospital cercano, así que prácticamente, estaba solo.

Eric cursaba el sexto grado de primaria, y sus notas eran promedio, no era un mal alumno, pero tampoco sobresalía, de hecho era de esas personas las cuales pasan totalmente desapercibidas y que rara vez trata de socializar con alguien, por lo cual no tenía casi amigos y lo que tenía, para él solo eran compañeros de la escuela, pero él no los consideraba verdaderos amigos.

Eric era un chico realmente comprometido, ya que todas las tardes sin falta, le hacía compañía una hora a su madre, le leía fragmentos de sus libros favoritos y le contaba cada día que pasaba en la escuela.

Cuando regresaba a casa, tenía que preparar la comida para cuando llegaba su padre, así que en su celular, ponía su lista de reproducción favorita, y se ponía a cocinar, a veces era pescado, otras era pollo, pero lo más frecuente, era carne de res.

Él sabía que era lo que tenía que hacer y lo hacía, nunca faltaba nada, a pesar de todas las complicaciones que presentaba tener a un familiar en el hospital, pero por esos motivos, tuvo la necesidad de madurar más rápido, que otros niños de su edad.

No le gustaba el pensamiento que tenían los demás con respecto a la vida futura, o a la idea de crecer, él pensaba, que no importa cuánto tiempo quieras permanecer siendo un niño, tarde o temprano vas a cambiar, y cuando eso pase, sólo te quedará la opción de seguir adelante o ahogarte en los berrinches para que, al fin y al cabo, nada cambie.

Lo que más quería en el mundo aparte de poder sacar a su madre del hospital, era marcharse de la cuidad en la que se encontraba, ya que el estar ahí, cada día lo asfixiaba un poco más...

Pero sabía que eso no sería posible hasta cumplir 18 años y convertirse en una persona como a mi me gusta decirles, "legal".

Está por demás decir, que lo único que le daba su padre, era el dinero que necesitaba para la comida, sus gastos escolares, y para alguna otra chuchería que se le antojara, pero cada mesada dedicada para cualquier cosa que se le antojara, la ahorraba en una pequeña caja que guardaba con mucho cuidado en un compartimento secreto que él mismo había desarrollado para sus cosas más privadas.

Lo hacía con la intención de ahorrar lo suficiente para poder irse el mismo día en el que cumpliera los 18 años.

Cada noche que pasaba, se quedaba contemplando a la luna y de vez en cuando, ella se convertía en su confidente, ya que había noches en las que se desahogaba, y sacaba todo aquello que lo consumía lentamente, así como aprendió a no contarle sus secretos a nadie más que no fuese a ella...

Aprendió a no confiar en nadie más. 

Uno de los días más temidos y menos esperados por él, inevitablemente llegó, tocándole el hombro, y no dándole ninguna advertencia de lo que estaba por venir.

Al salir de su escuela, tan solo observó a su padre parado en frente de la gran reja que lo encerraba día con día, obligándolo a permanecer en un lugar poco agradable para él.

No le pareció malo, pero lo dejó con una sensación de incertidumbre tremenda.

"¿Qué está haciendo mi padre aquí?", "él siempre está trabajando..."

Cuando llegó a su lado, notó que su padre tenía los ojos de un color muy rojo y fue ahí cuando comenzó a preocuparse, ya que sabía que su padre nunca usaría sustancias dañinas, y rara vez lloraba.

Caminaron juntos durante unos minutos, hasta llegar a la puerta del hospital donde estaba internada su madre, y fue entonces que todas las piezas empezaron a tomar una forma concreta, al pensar en la razón por la que su pare lo había ido a recoger a la escuela, mismo que lo había hecho derramar lágrimas, en el fondo ya lo sabía, pero esperaba tener una mala intuición.

Por desgracia, un doctor los observó, y se acercó lentamente a ellos, con cada paso que daba, a Eric se le aceleraba el ritmo cardíaco, no era una sensación muy linda que digamos, y un miedo incontrolable comenzó a a apoderase de él, pero sus piernas no le respondía como para salir corriendo de ahí y no podía dejar a su padre solo con la situación tan delicada.

-"Lo sentimos, pero su madre acaba de fallecer esta mañana..."

Lo único que recordó después, era que se había desmayado, y que sentía una gran tristeza en el alma, la idea de vivir sin su amada madre y sin una figura paterna, lo hacía estar de un humor inconsolable...

Ahí fue cuando tomó una decisión que no le duraría mucho pero lo intentaría con todas su fuerzas...

Eric prometió no volver a amar nunca a una mujer, y no confiar nunca en otro hombre, a partir de ese momento, solamente sería él contra el resto del mundo.

O al menos eso era lo que él tenía planeado.

A veces el silencio dice más que mil palabras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora