Un vistazo a las estrellas.

34 0 0
                                    

Pasaron algunos de los días de descanso, y Eric terminó citando a Bernardo en uno de los patios principales; Eric estaba muy nervioso, ya que realmente admiraba a ese joven con una desbordante pasión.

El momento había llegado, ahí estaban los dos, frente a frente, mirándose el uno al otro, la situación pasó a tornarse algo incómoda, hasta que Bernardo le preguntó a Eric el motivo de su llamado; Eric estaba con la cara completamente roja, pero aun así, le comentó que nunca había sentido tanto respeto por otra persona de una edad similar a la de él, mientras expresaba el amor que le tenía a los libros y a él en particular, no pudo evitar que sus manos comenzaran a temblar, y que su voz se comenzara a cortar.

Para Eric era algo completamente fuera de lo que acostumbraba a sentir o a pensar siquiera.

Bernardo al notar los nervios del menor, lo tomó de las manos, se acercó a su rostro y con una postura suave y relajada, le dio un tierno beso en la frente, dando a entender que se sentía muy agradecido de haber encontrado a un lector tan apasionado y tierno como lo era Eric.

De nuevo se sentía tranquilo y en paz, pero había una cosa que lo desconcentraba un poco, no dejaba de pensar en la alberca y en las hermosas figuras que se formaban el en agua, aunque aparte de eso, recordaba a una chica parada frente a la alberca; no recordaba mucho acerca de su cara, pero la silueta le parecía la más hermosa que haya visto jamás, se repetía esa figura constantemente en su cabeza, pero por más que lo intentaba, no pudo recordar las facciones de aquella dama que le robaba su atención en sueños.

Despertaba sin haberse movido durante la noche, pero jamás olvidaba que durante una semana entera estuvo soñando con aquella chica; ésa situación comenzaba a preocuparlo un poco, tenía miedo de volver a caer de nuevo en el brutal juego del cariño...

Pasaron algunos días y Eric cada vez trataba de pensar menos en aquella chica misteriosa, aunque no lograba tener éxito alguno, la curiosidad lo consumía, hasta que por fin , un día de tantos que la llamaba con el pensamiento, cuando caminaba tranquilamente para reunirse con el dúo dinámico, sintió como alguien chocó con él, y al alzar la cabeza para pedir disculpas, la vio...

Era ella...

Aquella chica lo estaba mirando con unos hermosos ojos color verdes esmeraldas...

Aquel primer encuentro tomó a Eric tan desprevenido, inmediatamente se le subieron los colores a la cabeza y sin pensárselo dos veces, salió corriendo hacia cualquier lugar lejano; su corazón latía tan fuertemente, que pensó que en cualquier momento se saldría de su pecho, estaba demasiado confundido por su comportamiento, ya que lo pensaba un poco, no había motivo alguno para salir corriendo, pero aparte de todo, ¿por qué se estaba escondiendo si nadie lo buscaba?

Esto era demasiado para él, se sentía humillado por las reacciones de su cuerpo, pero cuando volvió a pensar en aquella chica, su cuerpo de tan solo recordarla se paralizó.

Tal vez aquella chica había notado lo rojo de su cara, o que probablemente llevaba un libro viejo en las manos, alguna imperfección o señal que hiciera que Eric se quedara grabado en su mente, pero no.

Ella no pudo notar nada.

Al ver su silueta alejándose, solo pudo aferrarse a un pequeño rastro de un perfume particular que le gustaba usar a uno de sus hermanos, lo reconoció en seguida, ya que era bastante familiar para ella, aunque de eso ya había pasado tiempo...

La chica era demasiado despistada, pero cuando aquel chico corrió, algo cayó de su mochila, era una rama, una rama que tenía unos pequeños botones de ciruela pegados a ella.

Botones que eran realmente bellos...

Tan bellos que pedían a gritos ser retratados, plasmados, y expuestos.

Cuando Eric se encontraba de regreso en el mundo de la realidad y había logrado calmar su corazón, se dio a la tarea de buscar la rama que había recogido de una pequeña jardinera; pensaba en que sería bonito poder pintarla y además necesitaba material para practicar su dibujo.

La buscó desesperadamente, pero no logró encontrarla, se sentía mal por no haberle tomado ni siquiera una fotografía, pero ya a esas alturas, daba igual, la había perdido.

Por fin se reunió con el dúo dinámico; las chicas comenzaron preguntarle el motivo de su tardanza, y de su estilo despeinado, pero Eric se limitó a decir que había tenido que correr porque el tiempo se le fue volando.

Su mente estaba tan confusa y llena de emociones tan extrañaras, que ya ni siquiera ponía de su creatividad para las excusas.

Quería volver a ver a esa chica, pero no sabía como...

Quería hablarle, pero tenía miedo...

No podía soportar tantas cosas a la vez...

Estaba confundido...

Estaba asustado...

A veces el silencio dice más que mil palabras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora