"Ni diez personas iban a los últimos recitales del poeta español Blas de Otero.
Pero cuando Blas de Otero murió, muchos miles de personas acudieron al homenaje fúnebre
que se le hizo en una plaza de toros de Madrid.
Él no se enteró."
No había vuelto a ver a aquel chico que le cautivó desde el momento que ambos chocaron, era desesperante porque incluso lo dejó en visto la ultima vez que le habló por mensaje, quizá solo se hacía el difícil, pero esto iba más allá de eso, porque hace unos días lo había mirado en en centro de la ciudad, pero no se dedicó a mirarlo o hablarle, pasó su lado como si no lo conociera, como si Lou ya no le importara.
Las cosas habían llegado a su punto frío, la boda se iba a dar, su madre se arrodilló frente a él, rogándole que por favor se casará con esa chica molesta que él odiaba, pero iba a hacerlo, porque no soportaba ver a su madre allí arrodillada implorándole que hiciera tal acto. Todo era una bomba de tiempo.
Eran aproximadamente 300 invitados a la dicha boda, las cosas comenzaban a tensarse con el paso de los días, se había acordado un plazo de 25 días para realizar la boda y el padre de la chica sacaría al suyo de la cárcel, era un abogado prestigioso, quizá el único que lo conseguiría, era un caso bastante delicado.
La cafetería era el único lugar al que podía ir y nadie sabía donde estaba las cosas lo tenían harto, su futura esposa andaba más necia que de costumbre, algunas veces escapaba en las noches y se sentía de nuevo libre, esto pronto lo mataría, deseaba que el día llegará rápido, no para casarse, sino para librarse de su majadería pronto. Soltó su corbata un poco y saludo en la entrada a los meseros que atendían las mesas exteriores de la cafetería, caminó hasta el mostrador para pedir su orden y con su vista buscó una mesa, pero hubo un obstáculo lo cual le impidió seguir su búsqueda. Allí estaba el chico que hace tanto no miraba, se acerco sigilosamente a él y cuando tuvo confianza se sentó, este levantó la mirada y estudió su rostro lo cual lo hizo enrojecer.
-Vaya, pero si es el pequeño Louis, el mocoso entrometido.-Cerró su libro y observó al hermoso chico de tez perfecta y ojos maravillosos que tenia frente a él.
-¿Qué ha pasado contigo? Un día nos hablamos como si fuésemos grandes amigos y luego desapareces sin dejar rastro o al menos dar una explicación, simplemente no te entiendo, creí que te llamaba la atención.- Su mirada decayó sobre las manos del chico que tenía en frente, no se sentía listo para mirarlo directamente por unos segundos.
-Supe que te casarías, ¿quien es la afortunada? Un día tu madre llego a la empresa en donde trabajo y al parecer creo un vínculo de confianza conmigo, me ha contado sobre su alegría por tu boda.- Podía sentir sobre él esa mirada fría, quizá mezclada con un poco de odio o resentimiento, era normal, esa mirada lo identificaba, era su esencia.
-¿Mi madre te ha contado eso? Increíble, que vergüenza, se suponía que era un secreto de la familia.-Murmuró suavemente y se atrevió a conectar sus ojos con los de él, debía confesar que se sintió un poco aturdido ya que no le respondió o no dijo algo con respecto a lo que él le había dicho primero, era extraño pero quizá solo quería evadir el tema, lo aceptaría, era imposible gustarle a un chico como él, era perfecto.- Espera ¿Dónde trabajas?
-Pertenezco a un importante bufete de abogados, me pidió ayuda con un caso importante y con los papeles de tu boda, lamentablemente debo viajar para esa fecha y se me hace imposible poder ayudarle, así que uno de mis compañeros le ayudará con tus papeles, con el caso de tu padre lo discutiré con ella cuando regresé de mi viaje.-Tomó un sorbo de su café y mantuvo su mirada sobre la de él, era una lucha constante por saber quien quitaría primero la mirada.
¿Él llevaría el caso de mi padre? ¿Por qué mi madre no me dijo nada?
-Oh es maravilloso que seas tú quien se encargue de ese caso, es bastante peligroso, pero sé que lo harás bien.-
-Louis, nada es peligroso para mi, ten eso presente.-Dejó diez dolares sobre la mesa para el mesero y se levanto de la mesa dedicándome una sonrisa coqueta. Le vi salir de la cafetería y supe que mi día había mejorado con solo cruzar algunas palabras con ese ser que me volvía loco, él era perfecto.
Había algo que no encajaba, por qué él se iba a casar con una chica por conveniencia si su madre había buscado otro abogado, era algo muy extraño, su madre sabía que él se casaba por algo y no era por amor a esa mujer.
Llegó el día tan esperado por su madre, la boda estaba por comenzar, los invitados sentados en las bancas de aquella hermosa iglesia que la familia de su novia había buscado para que el matrimonio ante Dios fuese allí, debía confesar que el estilo gótico del lugar lo hacía sentir bastante cómodo y menos enojado, no quería casarse y eso era bastante notorio para las personas observadoras. Sonaría mal, pero él quería rogarle a ese chico que había conocido en esa maravillosa cafetería, ansiaba porque ese joven se presentara a mitad de la boda y gritara "YO ME OPONGO" pero para su desgracia eso no ocurriría porque estaba de viaje al otro lado del mundo, lo sabía porque su madre algo le había comentado al respecto, en ese preciso momento odiaba estar vestido con su mejor traje, iba a concebir nupcias con una persona de la cual no sabía absolutamente nada y tampoco le interesaba su vida. Estaba jodido definitivamente ya no había regresó, tomó el maldito tren a la perdición, ahora debería acostumbrarse a vivir en el infierno.
Lana Hillings fue encontrada en la habitación de un hotel muerta, por la manera en que estaba vestida se dirigía a su boda con Louis Tomlinson. Se sospecha que pudo ser suicidio debido a que no había forcejeo en la puerta ni objetos desaparecidos. Pero la sospecha de homicidio no fue descartada.