"El amor en tiempos del apocalipsis"

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Renata salía de nuevo con él. ¡Que fastidio! Cuando por fin, después de tres meses de larga espera había escuchado que Nicholas y ella terminaron "definitivamente" mi corazón dio un vuelco de la emoción, estaba tan feliz. Sí que era tonta, ellos jamás terminarían. Y si así lo hacían ¿Qué oportunidades podía tener? Era una chica tonta e insulsa. Mi cabello enrulado, mi piel blanca, casi transparente y mis tristes ojos marrones no me hacían ver atractiva. En cambio Renata... Una bomba. Su despampánate cuerpo, sus increíbles ojos azules y ese largo cabello negro como la noche más oscura... Era imposible no mirarla cuando pasaba a tu lado ¿Qué oportunidades podía tener yo frente a alguien así? Exacto. Ninguna.

¿Por qué la ley de la vida tenía que ser así? ¿Por qué tenía que sufrir por algo tan tonto como un amor que jamás seria correspondido? Parecía como una navaja que llevaba clavada en el pecho y cada vez que respiraba me dolía profundamente. Fue cuando entonces, perdida en mis pensamientos, que escuche el fuerte rechinar de las llantas de un automóvil. Venia directo hacia mí. Lo único que alcancé a hacer fue cerrar los ojos con fuerza ¡Iba a morir!

Sentí la espalda caliente. Solo se veía un relajante color blanco sobre mí. No me dolía nada. No me salve, morí. Estaba segura. Solo espero estar en el cielo y que mi abue Graciela este aquí. Porque no me gustaría estar sola.

-Nathaly, contéstame, por favor. - esa voz... la conozco. ¡Por supuesto que la conozco!

-Nicholas. - dije despacio, temerosa de que fuera otra persona y quedara totalmente en ridículo

-Oh gracias a Dios...-pronuncio entre un suspiro- Nathy que susto me diste, ¿Estas bien? ¿Te duele algo?

Un momento. ¿Dijo Nathy? ¿En serio? Mi corazón palpitaba con mucha fuerza, podía escuchar mis latidos y no sabía si era por mi casi atropello o porque me encontraba cómodamente en los brazos de aquel chico.

-Estoy bien. - alcance a decir con una sonrisa de lado. -Gracias-

No sabía porque le agradecía, pero era extraño. Casi me mata y aun así pareciera como si me hubiera regresado a la vida con solo pronunciar mi nombre. Me ayudo a reincorporarme lentamente mientras me observaba asustado aun. Me insistió a llevarme a un hospital pero me negué (aunque hubiese sido un precioso pretexto para pasar tiempo con el). Me sentía bien.

-Déjame compensarte, te invito un café- me sonrió robándome un suspiro.

No podía negarme, era Nicholas Cortes. El chico más delicioso del planeta. Y además, me lo merezco después de que estuvo a punto de asesinarme. Subí a su coche, prendió la radio y emprendimos camino. Esto es un sueño. Un increíble sueño ¿Podría alguien pellizcarme? O bueno, mejor no. No me gustaría que esto terminara. Me sentía tan cerca de él, podía sentir su aroma. Su embriagante aroma que me hacia sonreír dichosa. Era tan ameno, la plática fluyo sola. Todo era sublime, perfecto.

-A todos nuestros radioescuchas- ambos callamos al notar la seriedad y el terror en la voz de aquel locutor. -Se nos ha informado que estamos ante un inminente fin. Señores, es todo. La tierra está a punto de ser colisionada por un enorme meteorito. Los científicos de la NASA predicen que será en menos de 35 minutos. No hay nada que hacer más que mantener la calma, rezar y disfrutar a nuestra familia por última vez.

Todo debía de ser una broma. Una pésima broma de mal gusto.

-No lo creo- me respondió Nicholas al momento que frenaba de repente. Un enorme tráfico se precipitaba en el lugar. Bajamos intuitivamente del automóvil, sin cerrar las puertas. Y con el corazón en la garganta pude ver como una enorme bola de fuego se dirigía directamente hacia nosotros. No era una broma. Era verdad. El final estaba frente a mis ojos y continuaba sin creerlo. Hacía mucho calor, parecía el infierno mismo. Comencé a hiperventilar, el aire me faltaba. No pude detener las lágrimas, ya no tendría tiempo para regresar con mi familia, mis hermanos, mis padres. Jamás los volvería a ver. Un escalofrió recorrió mi columna vertebral. Nicholas se acercó a mí, con el terror pintado en sus ojos claros, tomo con fuerza mi mano que se encontraba sudada y con un temblor que no podía controlar.

-Todo será mejor cuando esto acabe, Nathy- pronuncio tomándome por el mentón. -Habrá un lugar donde estemos juntos, donde nada ni nadie este entre nosotros, donde estaremos felices por fin. No tienes por qué temer. Creo que no hay otro lugar en el mundo en el que me gustaría morir que estando a tu lado. Siempre te he querido Nathy. Solo a ti.

No entendía nada. Él había me había dirigido la palabra exclusivamente para trabajos de la escuela y suponía su amabilidad por simple cortesía. Sus palabras retumbaban en mis oídos. Sonreí. Caminamos hacia un enorme terreno, alejándonos del tumulto de automóviles. No dejaba de temblar, como si tuviera demasiado frío. Hizo recostarme en el césped, no lastimaba, era como si el miedo me anestesiará de todo. Me rodeo de la cintura y acaricio mi piel por debajo de mi blusa, lentamente. Cerré mis ojos, su tacto me relajaba. Cada vez se escuchaban más gritos, sirenas, golpes, inclusive disparos. Todo estaba fuera de control. Titiritaba violentamente. Nicholas comenzó a tararear una dulce canción de amor a mi oído, y fue como si automáticamente todo se quedara en un total silencio. Su voz era lo único que escuchaba en ese momento.

Me gire para quedar frente a él. Delinee su rostro con la yema de mis dedos. Era tan perfecto para mí. Era todo lo que yo alguna vez soñé, y llore amargamente al pensar que todo pronto terminara.

-También te quiero, con todo el corazón- pronuncié entre sollozos.

Sonrió y se acercó lentamente. Depositó el más dulce de los besos sobre mis labios. Me rodeó entre sus brazos y me aferre a su pecho. Escuchaba sus latidos alterados y su agitada respiración.

Un enorme estruendo se escuchó a la lejanía y una cegadora luz borro su rostro que hasta el final se mostró sereno con una bella sonrisa. Nada dolía. No había más llanto. Ni temor.

Entonces supe, que todo había terminado. Y de la mejor manera. Con Nicholas a mi lado.

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