« capítulo uno »

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—Ayer mi mamá casi entra a mi cuarto cuando me estaba jalando en ganso, we—dice Rodrigo, dándole un codazo a Marco, a lo que el moreno sólo puede parpadear.

—Te estabas... ¿qué?—pregunta, tragando saliva e intentando acomodar su torta de huevo de tal manera que no se le caiga si le vuelven a dar otro codazo.

—Me la estaba jalando—repite Rodrigo, pasándose una mano por el pelo negro—. En fin, estaba sentado ahí todo tranquilo, PornHub abierto, casual, y que la vieja abre la puerta para decirme que ya estaba la comida, me cagué wey, me cagué. Entra dos segundos más tarde y me encuentra gimiendo.

  Marco hace una mueca.

—¿Por qué estabas haciendo eso?—pregunta, genuinamente asqueado por la idea de alguien toqueteándose ahí.

—Pues porque tenía ganas, duh—responde el pelinegro como si fuera lo más normal del mundo, y Marco suspira.

—¿De qué hablan?—pregunta Sofía, el pelo en trenzas detrás de la cabeza y rebozante de energía, por alguna razón.

—Rodrigo dice que su mamá casi lo cachó jalándose el ganso—repite Marco, ganándose un codazo por parte del aludido y una fuerte carcajada por parte de la chica—. Auch, ey, ¿a qué viene eso?

—No seas tan asqueroso—se queja el aludido, sacando un sándwich de jamón de su lonchera—. Hay niñas presentes.

—Ay, no tengo cinco años, no mames Rod—se queja la castaña, soltando un bufido y rodando los ojos. Se alisa la falda y toma asiento en el suelo junto a sus amigos, doblando las piernas hacia un lado—. Además, la masturbación debería dejar de ser un tabú. Los hombres lo hacen, las mujeres también, ¡e incluso los animales!

  Rodrigo se encoge de hombros, como meditando los hechos, aunque Marco lo conoce lo suficientemente bien como para saber que nomás se está haciendo el intelectual para impresionar a la Chofis a ver si ésta ya le acepta sus manguitos con chilito.

  Sin embargo, Marco no necesita fingir que lo piensa para saber que la idea no va a parar de darle vueltas por la cabeza.

—¿Por qué alguien se masturbaría?—murmura, cubriendo los restos de su torta de huevo con una servilleta y poniéndola al lado.

  Sofía pone los ojos en blanco.

—Porque es rico, duh—se lleva las manos a una trenza y empieza a jugar con ella—. Por lo mismo que la gente tiene sexo.

—No todas las personas tienen sexo—interrumpe Rodrigo, finalmente dejándose de hacer el inteligente—. Mi hermano es asexual, a él no le gusta.

  Sofía hace un puchero.

—Bueno, a la mayoría de la gente se le hace rico, es una necesidad fisiológica, después de todo—se encoge de hombros, como dando por acabado el tema—. Yo me masturbo regularmente, es bueno.

—Ayuda a quitar el estrés—concede Rodrigo.

  Y dejan el tema así, flotando, olvidado — al igual que la torta de huevo de Marco y toda semblanza de normalidad que aún permanecía en su vida.


  Esa noche, después de haber cenado (el lugar de Regina en la mesa afortunadamente vacío) Marco se despide de todos treinta minutos antes de su hora de dormir regular y se queda parado en el marco de la puerta de su cuarto, observando su cama (destendida desde esa mañana, cobijas aventadas parcialmente en el suelo, sudadas, pegajosas y asquerosas) e intenta imaginarse en la posición de Regina, observándolo conciliar el sueño con malicia y lujuria.

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⏰ Última actualización: Jan 21, 2020 ⏰

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té de lágrimas - 「marco × kyle」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora