El verano jamás había sido mi estación favorita, hasta hace unos días que dejé Arizona y me mudé junto con mis padres a Tybee Island, Georgia.
Había visitado múltiples playas a lo largo de mi vida, pero las playas de Tybee Island eran distintas. No era un lugar al que las preciosas rubias fuesen a tomar sol durante las vacaciones.
El clima de ese lugar era relativamente fresco considerando que era una costa, me sorprendía que de los cuatro días que llevaba aquí, los últimos dos habían sido especialmente lluviosos. El olor del mar mezclado con el olor a lluvia eran un paraíso. El mar era calmado cuando no llovía, el sol no era fuerte y el cielo tenía una leve tonalidad gris.
Considerando todo esto, las chicas no podían broncearse y los chicos no podían hacer surf en lánguidas olas de un mar turbio por la revoltosa lluvia.
Extrañaba mi antigua escuela y a mis amigos, podían ser vacaciones de verano pero ya no volvería. Agradecía que mis padres comprasen una casa cercana a la playa y que me hubiesen cedido la habitación con vista al mar.
Llegó el quinto día, quinto día y ya me había enamorado de este lugar. Miré por la ventana admirando el mar que comenzaba a volver a su tono azul luego de que la lluvia pasase y el sol que comenzaba a iluminar la arena mientras provocaba destellos en el agua.
Debía dejar de lamentarme por las cosas que dejé atrás y disfrutar de lo que tenía frente a mí. Abrí la caja con mi ropa desordenada que aún no había desempacado a pesar de la insistencia de mi madre y saqué un bikini rojo, un short y una camisa de tirantes blanca.
El primer día aquí usé ropa deportiva, el resto de los días permanecí en una pijama blanca mirando por la ventana el mar. Eso se acabaría, me vestí rápidamente, dejé mi pelo suelto, me puse un par de sandalias y tomé mis lentes de sol y un par de toallas.
Salí de casa seguida por el perro golden retriever que había tenido por tres años ya. Buddy era un un perro fiel y protector que mi madre me regaló cuando mi salud era mala como motivación para seguir adelante. No había nada que yo agradeciese tanto como tener a Buddy.
Llegamos a la playa, permanecí unos momentos de pie frente al espectáculo que daban las pequeñas olas para mi. Pronto sólo escuchaba el sonido del mar, no había nadie más en esa playa cerca de mi y a penas me percataba.
Me giré para ver a Buddy encontrándome con el dorado perro sentado con un trozo de corteza de palmera entre los dientes y una mirada suplicante. Reí levemente y le quité a corteza lanzándola con fuerza al mar.
—¡Ve, Buddy!—Le grité a la vez que éste pegaba carrera con la lengua afuera tropezando con sus propias patas.
Tendí una de las grandes toallas sobre la arena y me senté sobre esta viendo a Buddy perseguir su cola en la orilla del mar con la corteza en el hocico. Dejé los lentes de sol a un lado y permití que el cálido viento rozara mi piel.
Luego de algunos minutos escuché un auto aparcar, me giré viendo una camioneta plateada que comenzaba a abrir sus puertas. No pude seguir mirando ya que Buddy se tiró sobre mis piernas mientras gruñía en dirección al vehículo.
—¿Qué pasa, campeón?-pregunté acariciando su lomo tratando de tranquilizarle.—Quítate de encima que me empapas.—dije moviendo levemente mis piernas.
Buddy se levantó ya más tranquilo y se sacudió con fuerza dejando gotas de agua en mi rostro y mi ropa.
—¡Buddy, no!—dije tratando de apartarlo, el perro comenzó a lamer mi rostro con ánimo hasta que paro en seco y dejó su mirada fija en otro punto mientras mostraba sus dientes.
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Summer boy. (C.R)
FanfictionFue un encuentro trivial bajo el resplandeciente sol de verano. Ambos con los pies sobre la arena y la mirada en el otro. Ella era una chica, cuyos cabellos caían sobre su espalda, que se frotaba la cara luego de distraerse mirándolo por el rabillo...