Simplemente no puedo

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Un padre sostenía a su hijo ya sin vida a mitad de la calle, mirando con desesperación a todas las direcciones suplicando una explicación. Una explicación del porqué le pasaba tan horrorosa situación a su hijo que apenas había experimentado las maravillas de la vida y todavía contaba con inocencia en su alma, preguntando el porqué no había sido él quien estuviera tendido sobre una calle rodeado de su propia sangre para que su hijo pudiera experimentar más que él.

Le susurraba al silencio los recuerdos que habían pasado, o tal vez el silencio le recordaba su dolor con cada uno. Con ambos brazos abrazaba a su hijo, aferrado a la idea de que aún había esperanza, que la sangre sobre la ropa de su niño no era suya sino de otro desafortunado, deseando despertar de un mal sueño que le había hecho jugar una mala pasada.

Deseando volver horas antes para abrazar a su pequeño con el corazón palpitante retumbando junto al suyo, con la respiración tranquila pero presente sobre su cuello, con la calidez de todo ser humano y no la frialdad de un cuerpo sin vida.

Deseando volver horas antes para abrazar a su pequeño con el corazón palpitante retumbando junto al suyo, con la respiración tranquila pero presente sobre su cuello, con la calidez de todo ser humano y no la frialdad de un cuerpo sin vida

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En algún otro punto una madre miraba a su hijo por última vez a los ojos. Tal vez le susurraba cosas lindas, imagina esta conversación en mi imaginación:

—Mamá, prometeme que estarás bien y que no morirás, hazlo por mi.

—No puedo hacer eso, no quiero abandonarte.

—Pero es que no me abandonas, yo fui feliz, te tuve a ti y esa es una dicha que no cualquier se da el lujo de experimentar.

—Mi cielo, no cierres lo ojos, ¡No lo hagas!

—Perdoname, perdoname...

O tal vez fue más siniestra, más llena de dolor y desesperación

—Madre, no siento mis piernas...

—Hijo, lo siento... Lo siento tanto.

—Mamá, ¿qué hice mal? ¿Fue porque me porté mal la otra vez? ¿o porque insulte a nuestro Dios?

—No, pequeño. Nada de esto es tu culpa.

—¡Prometo que no lo volveré a hacer! ¡Seré un niño bueno! No me quiero ir, mamá ¡No quiero!

Y posiblemente la madre trató de consolarlo lo más que pudo con palabras acarameladas y mentiras disfrazadas para que partiera en paz pero con lágrimas deslizándose sobre su rostro de dolor, suplicándole a la nada que no se llevara a su pedazo de cielo.

Tal vez incluso hubo más situaciónes con mayor dolor. Tal vez hubo personas que se durmieron un día llenos de sueños y de esperanzas de que todo mejoraría un día para ellos, que pensaban que la vida no es mala, que no siempre se es gris y rojo pero que murieron sosteniendo esas ideas deseándole un futuro mejor a todo sobreviviente...

Y sólo tal vez, porque en este mundo lleno de personas egoístas que están dispuestas a arrebatarles el alma a víctimas inocentes sin importar el costo o las represarias, se llena un infinito de posibles "tal vez" que aumentan con el paso de los segundos.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora