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La biblioteca, como siempre, abría sus puertas a las 7 de la mañana. Todos los estudiantes de la universidad solían ir a estudiar cuando terminaban sus clases o en sus horas libres, al menos casi todos, y Subin era uno de ellos, quien diariamente, llegaba, saludaba a todos los trabajadores de administración con una pequeña inclinación de cabeza, y se dirigía a su sitio favorito, una mesita escondida en una de las esquinas de la biblioteca, junto a un ventanal que daba a los jardines de la parte trasera de esta.

Chan llegaba a su puesto de trabajo no mucho más tarde de que la biblioteca abriese, firmaba para dar constancia de su asistencia, y buscaba a su tutor de prácticas para que le indicase lo que quería que hiciese ese día.

Era raro el día en que su tutor no le mandaba a recolocar los libros que otros estudiantes habían pedido prestado o usado en algún momento de esa semana, y él agradecía internamente el hecho de que le ordenase eso. Nunca le había gustado el trabajo de administración; el estar sentado sin hacer nada, durante horas, frente a un ordenador, y hablar con el resto de empleados no era algo que le entusiasmase demasiado. No es que no le gustase relacionarse, pero prefería recorrer toda la biblioteca, ordenar y colocar los libros y, de vez en cuando, echarle una ojeada a alguno que le llamase la atención.

No era la primera vez que Chan veía a Subin. Chan se había fijado en él, recorrer el mismo camino, hacer los mismos gestos, y sumergirse en sus libros de texto. No se había dado cuenta de que era de primer año hasta que vio sus libros. Para él no era lógico que alguien primerizo fuese tan responsable. Nadie se tomaba la universidad en serio el primer año, y él lo sabía por su propia experiencia y la de sus amigos, pero Subin era diferente a él, al menos eso parecía. En cuanto al aspecto físico, Subin era más bajito que él, de piel blanca, pelo castaño, cara redonda, y los ojos grandes y oscuros. Siempre vestía unos vaqueros y sudaderas de tonos pastel. Parecía, definitivamente, más joven de lo que era, y Chan estaba seguro de que si solo lo hubiese visto por la calle, habría pensado que tenía 15 años.

Chan se giró justo cuando le llamaba su tutor en susurros.

—Buenos días, Chan. ¿Ha ido bien la semana? Espero que sí. Hoy no hay mucho que hacer—dijo mirando hacia los lados, y seguidamente mirando al cuadernito negro que siempre llevaba con él—. Como es lunes, y es temprano aún, puedes organizar un poco las estanterías, aunque dudo mucho que haya demasiado desorden, ya sabes que los estudiantes no suelen hacer demasiado los fines de semana—sonrió vagamente, rascandose la barba que estaba empezando a crecerle.

—De acuerdo, señor Kim—. Chan asintió con la cabeza, y tras murmurar un "gracias", se alejó, buscando alguna zona en la que pudiese estar tranquilo y leer un poco.

Recorrió varias estanterías con la mirada, en busca de algún libro que llamase su atención, se paró en diferentes zonas, y ojeó hasta encontrar uno que había deseado leer desde hacía algún tiempo: Ojos azules de Toni Morrison.

Había leído varias sinopsis y reseñas de aquel libro, pero nunca había tenido oportunidad de pararse a leerlo. Sabía muchas cosas de este, también sabía que iba a aprender de él, siempre aprendía algo de cada libro que leía, y este en especial, además, mostraba situaciones que sabía que existían, y que estaban lejos de ser erradicadas, por desgracia.

—Es un buen libro—a pesar de que no se había girado para ver quién le había hablado, sabía quién era. No es que le hubiese escuchado hablar antes, de hecho era la primera vez que oía su voz, pero de alguna manera su cuerpo se tensó al oírlo, y lo supo de inmediato—. De hecho, es uno de los mejores que he leído de ella. Me gustó bastante.

Chan se giró para poder dirigirse a él de frente. Tuvo que inclinar un poco la cabeza hacia abajo para encontrarse con sus ojos. Era Subin

—Ah, qué bien—fue lo unico que respondió, y de manera algo brusca. Al momento se sintió mal cuando vio que la expresión del menor cambiaba—. Tengo muchas ganas de leerlo— dijo, queriendo no tensar más la situación.

Subin asintió, algo cohibido por el tono de voz cortante de Chan, y se alejó, dirigiéndose a una estantería cercana en busca de algunos libros para terminar de realizar un trabajo. Se sintió estúpido por haberle hablado a alguien que no conocía de algo personal, bueno, no es que a todo el mundo le interesase su opinión sobre unos estúpidos libros, y menos a alguien que trabajaba en una biblioteca y que probablemente se hubiese leído cientos de ellos.

Consiguió encontrar algunos de los que estaba buscando, y aunque necesitaba el resto, se negaba a dirigirse otra vez al mayor; de alguna manera le intimidaba. Decidió que lo mejor era regresar a su sitio y seguir trabajando, aunque no era tan fácil como pensaba que iba a ser. No dejaba de darle vueltas a la conversación, si es que se podía llamar así, que había mantenido con Chan.

Subin era consciente de su existencia, de hecho, era más que consciente. Siempre estaba allí, ordenando libros, y a veces se escondía para leer alguno. Mantenía una expresión seria todo el rato, como si estuviese enfadado, pero cuando leía se relajaba, y a veces incluso sonreía. No es que estuviese todo el tiempo observándole, pero sí que se había fijado en que era algo más alto que él, que tenía el pelo negro, cuando le vio por primera vez, y ahora lo tenía castaño, que era muy delgado, y que cuando sonreía sus ojos se arrugaban, y en sus mejillas aparecían pequeños hoyuelos. Le parecía guapo, en realidad, pensaba que era muy guapo. Al pensarlo de nuevo, se ruborizó un poco, y miró de reojo para ver si Chan seguía por allí; su corazón se disparó un poco al ver que no solo seguía allí, sino que en ese momento le estaba mirando. Sentía que su cara estaba ardiendo de repente, y apartó la mirada corriendo, esperando que el mayor también lo hiciese.

Chan había notado la mirada del menor cuando decidió mirarle él también. Subin apartó la mirada rápidamente, y Chan encontró eso divertido. Se había fijado en que las orejas del pequeño se estaban coloreando, y que probablemente si las tocase estarían ardiendo. Frunció el ceño ante su propio pensamiendo. ¿Por qué iba a querer tocar las orejas de alguien?, y...¿por qué de repente sentía que las suyas también ardían?

library boy ; victon ♡ chanbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora