1. Arthit

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Escondió una sonrisa mientras los chicos de primero salían del auditorio. No podía evitar sentirse entretenido por las miradas de resentimiento que éstos le dirigían. Supuso que era de esperarse, pues momentos atrás les había ordenado hacer cincuenta sentadillas. Aunque en realidad debían agradecerle, ya que cuando Arthit aún era un estudiante de primero, cincuenta sentadillas era un juego de niños.

—Tu 0062 te está viendo, Arthit —le dijo Knot al oído.

Arthit frunció el ceño. ¿Desde cuándo Kongpob era suyo? Aún así, Knot estaba en lo correcto. Kongpob tenía sus ojos puestos en él mientras caminaba fuera del auditorio. Sus labios mostraban una pequeña sonrisa, la cual se transformó en una más grande cuando sus miradas se cruzaron. Arthit se le quedó viendo, pero ésto no intimidó a Kongpob; más bien, su sonrisa sólo se amplió un poco más, permitiéndole mostrar sus dientes. Kongpob sólo desvió la mirada cuando uno de sus amigos le preguntó algo y casi al mismo tiempo dejaron el lugar.

Cuando esto sucedió, Arthit suspiró y dejó que la tensión abandonara su cuerpo. ¿Por qué Kongpob lo trataba tan informalmente? ¿Acaso lo consideraba su amigo? Arthit negó con la cabeza, no podía permitirlo, pues él mismo era nada menos que el líder del grupo de los hazers. Tampoco había manera alguna de que fuera amigo de un chico tan temperamental e irrespetuoso como Kongpob.

—¡Fue una buena sesión, chicos! —Aplaudió Arthit. —Nos vemos mañana.

Los chicos de tercero se dispersaron y Arthit se quedó a solas con Knot, Prem y Bright. Caminaron juntos por los pasillos, riéndose por las bromas crueles de Prem. Arthit mantenía la cabeza baja sin decir nada, la imagen de la sonrisa de Kongpob aún seguía dándole vueltas en la cabeza. ¿Qué es lo que quería Kongpob? Éste seguía retando a Arthit y parecía disconforme con el método Sotus, pero su manera de actuar seguía siendo bastante manejable. Recordó cómo éste se había preocupado cuando Arthit fue castigado y corrió aquellas 54 vueltas, también cuando le llevó de comer a su habitación y lo que le dijo sobre verse tierno cuando ponía su cara seria.

Sacudió la cabeza enérgicamente. No, no podía caer en la trampa de Kongpob. El chico podía ser encantador y todo, pero eso era sólo porque quería irritar a Arthit. No había forma de que le cayera bien a Kongpob ni tampoco de que Arthit le correspondiera pues Kongpob era muy molesto. Su apariencia encantadora, su voz suave pero fuerte, los hoyuelos que aparecían cuando sonreía... Todo eso era muy molesto.

—¿Arthit?

El aludido levantó la mirada para ver a Knot, Prem y Bright, quienes lo veían atentamente.

—¿Qué?

—Estabas caminando con una sonrisa extraña en el rostro...

Arthit pasó saliva.

—Sólo pensaba en la competencia.

Por suerte, sus amigos creyeron su excusa; después rieron.

—Tienes razón. Definitivamente vamos a ganar este año.

Arthit sonrió y chocó los cinco con ellos. La competencia de ingeniería en la que participarían era una nacional y, este año, su universidad era la sede de las rondas finales. Debido a eso, el campus había sido limpiado y decorado completamente para prepararlo para la llegada de los estudiantes de las otras facultades de ingeniería, quienes se quedarían por diez días mientras la competencia se llevaba a cabo. Todos ya habían escogido a un grupo de seis estudiantes de cada año para representarlos.

Arthit no podía esperar a que la competencia empezara, estaba seguro de que su universidad ganaría. Podía sentirlo.

Era media noche cuando Arthit llegó a su dormitorio, pues había estado trabajando hasta tarde en su proyecto para la competencia. Caminaba cerca de su ventana cuando, a través de las cortinas, un movimiento en el apartamento de en frente llamó su atención. Se quedó boquiabierto cuando se acercó un poco más para ver mejor.

Era Kongpob, colgando su ropa en su armario. Arthit no podía creerlo. No sabía que su apartamento y el de Kongpob estaban uno frente al otro. ¿Qué tipo de coincidencia era aquella?

De repente todo había cobrado sentido, por eso Kongpob estaba tan familiarizado con el dormitorio de Arthit. Frunció el ceño. ¿Cuántas veces el menor lo había visto? Pero su expresión se relajó mientras lo miraba. Ahora, Kongpob estaba hablando por teléfono, sonriendo a causa de algo que la persona al otro lado de la línea le había dicho. Tenía una linda sonrisa.

Arthit se dio una bofetada. No, no había pensado en eso. Kongpob no tenía una linda sonrisa. Por supuesto que no.

Cerró sus cortinas y, por el resto de la noche, evitó pensar en echar un vistazo al dormitorio de Kongpob otra vez.    

TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora