2.2 Kongpob

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La competencia se desenvolvió bien, más que bien. El equipo de Kong volvió a ganar el primer lugar y, los de tercero, quienes llegaron un poco después de ellos, también lo obtuvieron. Eso colocó a su universidad en el primer lugar definitivo, pues los chicos de la Universidad de Nuat no podrían superarlos aún cuando ganaran la tercera ronda.

Saber que su universidad ya había ganado hizo que Kongpob se sintiera de muy buenos ánimos, recibió muchos abrazos de felicitación y palabras de aliento por el resto de la noche. Después, fue a celebrar con Em, Oak, Tew y Wad.

—¡Brindo por haber ganado! —Rió Em mientras chocaban sus vasos entre todos.

Kong no bebió nada pues sabía que tendría clases la mañana siguiente y no quería arrepentirse de haber ingerido alcohol. Aún así, fue divertido ver a sus amigos relajarse y reír juntos.

—Casi no ganamos por ese idiota amargado... —Dijo Oak con una mueca de desagrado.

—No hables así de él —intervino Kong. Le sorprendió haberlo dicho tan a la defensiva—. Debió haber tenido sus razones.

—¿Como qué? —Preguntó Em—. Casi nos descalifican por llegar tarde.

Kong se quedó callado. De vuelta en el auditorio, Kong había tratado de hablar con Arthit después de que la competencia terminó, pero éste ya había salido del lugar. Alcanzó a ver a Dusit mirando a Arthit mientras éste se retiraba, claramente molesto por haber perdido la competencia. Algo había pasado entre ellos dos, Kong estaba seguro de eso. Algo en su interior se retorció ante la idea de imaginar a Dusit y a Arthit interactuando.

Era muy extraño que Kong odiara a alguien a primera vista, pero con apenas verlo, supo muy bien que Dusit era alguien que debía ser evitado a toda costa. Había algo en los ojos de Dusit, eran como los de una serpiente que no tiene piedad por su presa.

Era medianoche cuando Kong y sus amigos volvieron a sus habitaciones. Hacía un diluvio afuera y el viento era tan fuerte que no podían usar un paraguas. Kong intentó no sonreír cada vez que sus amigos chocaban unos contra otros o cuando se caían.

—Kong —Em se tambaleaba así que se apoyó en su amigo—. Estoy viendo cosas.

—¿Qué ves? —Rió Kong.

—Veo a P'Arthit —soltó una risita.

Sorprendido, Kong se giró para ver hacia donde miraba Em. Alguien estaba sentado en una banca con la cabeza baja y Kong supo que era Arthit. Su corazón dio un vuelco al verlo allí siendo empapado por la lluvia. Algo definitivamente estaba mal.

—Pueden irse ustedes primero —les dijo a sus amigos y después corrió hacia aquella banca—. ¡P'Arthit!

Éste se sobresaltó al verlo. Kong estaba aliviado de ver el típico ceño fruncido de Arthit.

—¿Qué quieres, Kongpob?

—¿Por qué estás aquí bajo la lluvia, P'Arthit?

Esperaba una respuesta despectiva; después de todo, Kong estaba acostumbrado a que Arthit intentara alejarlo, al parecer asustado por la manera que podría evolucionar la relación entre ellos dos si no lo hacía. Kong sabía que su superior le correspondía aunque fuera un poco y al mismo tiempo deseaba que éste le permitiera acercarse más a él.

—Solo vete, Kongpob.

El aludido se sorprendió mucho al escuchar la voz entrecortada de Arthit.

—Por favor deja de alejarme, P'Arthit. Háblame. Sé que estás molesto.

El mayor levantó la mirada, la cual se encontró con la de Kong. Sus ojos eran hermosos, pensó Kong de repente, eran enigmáticos tal como su dueño.

—Por favor, Kong... —Pidió Arthit con la voz temblorosa. —Vete.

—No te dejaré así, P'Arthit.

Arthit se levantó dispuesto a irse pero Kong lo sujetó. Sorprendentemente, Arthit no puso resistencia y se acercó a él mientras su cuerpo temblaba.

—¡P'Arthit! —Exclamó el menor. —¡Estás temblando! ¿Cuánto tiempo has estado bajo la lluvia?

—No lo sé... —Murmuró. Lucía aturdido. —No lo sé. Creo que desde que terminó la competencia.

—¡Eso fue hace cinco horas!

Kong se quitó su chamarra y la colocó sobre los hombros de su superior.

—Te llevaré a tu dormitorio.

—No. No quiero ir allí.

El otro parpadeó, confundido.

—Está bien, te llevaré al mío.

Arthit no se resistió mientras Kongpob lo guiaba. Por fortuna, el trayecto fue corto pero también silencioso. Al menor le empezaba a preocupar la expresión triste en el rostro de Arthit.

Cuando entraron, el dormitorio de Kong estaba a una temperatura bastante acogedora. Allí, Kong ofreció a Arthit una toalla, quién la tomó y fue a darse una ducha. Kong se secó y también se cambió, se ducharía la mañana siguiente.

El sonido del agua corriendo se detuvo y Arthit salió del cuarto de baño con sólo una toalla atada a su cintura, lo que hizo a Kong quedarse sin aliento al mismo tiempo que sus mejillas se tenían de rojo.

—Kongpob —dijo Arthit impaciente—. ¿No crees que necesito algo para dormir?

—Aquí está, P'Arthit —respondió mientras le ofrecía algunas prendas, evitando mirar la piel al descubierto de su superior.

Le dio al mayor algo de privacidad para que se cambiara, solamente dándose la vuelta cuando Arthit estuvo cambiado. Verlo así lo hizo sonreír. La pijama que le había prestado le quedaba un poco pequeña, pero con el cabello revuelto y su gesto malhumorado, Arthit parecía un osito de peluche.

—¿Por qué estás sonriendo?

Arthit emitió un chasquido y luego fue a ocupar el lado izquierdo de la cama, donde dejó que su cabeza descansara sobre la almohada.

Algo dubitativo, Kong se acercó a la cama.

—P'Arthit, ¿puedo dormir aquí también?

—Supongo —dijo Arthit con simpleza.

El otro se apresuró a apagar la luz antes de acostarse junto a él. Se acercó lo más posible a su superior, pero no mucho para que éste no se enojara con él.

—¿Me puedes decir qué sucede, P'Arthit?

Éste guardó silencio por un largo tiempo antes de hablar.

—¿Por qué te preocupa tanto?

Kong no pudo responder, las palabras estaban atrapadas en su garganta. Arthit se había dado la vuelta de manera que ahora estaban frente a frente. Los ojos del mayor estaban cerrados pero su respiración era demasiado normal para estar dormido. Los minutos pasaron, Kong estaba feliz de estar allí recostado, intentando memorizar los rasgos faciales de Arthit.

—Gracias por la leche rosa de anoche —dijo Arthit en voz baja.

Kong sonrió.

—No hay de qué, P'Arthit.

—Ahora duérmete.

Pronto, Kong cayó en un sueño ligero. En alguna ocasión durante la noche, despertó para ver que Arthit estaba casi acurrucado contra él. Un poco adormilado, Kongpob hizo una nota mental para molestar a su superior con eso después; pero cuando se despertó la mañana siguiente, Arthit ya se había ido.    

TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora