Los juegos del hambre según Peeta Mellark.

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Prólogo.

-Bueno…hay una chica. Llevo enamorado de ella desde que tengo uso de razón, pero estoy demasiado seguro de que ella no sabía nada de mí hasta la cosecha.

+¿Tiene a otro?

-No lo sé, aunque le gusta a muchos chicos.

+Entonces te diré lo que tienes que hacer: gana y vuelve a casa. Así, no podrá rechazarte, ¿eh?

-Creo que no funcionará, Caesar. Ganar…no ayudará en mi caso.

+¿Por qué no?

-Porque… Porque… ella está aquí conmigo.

Capítulo 1

Es un día como otro cualquiera en el distrito 12. La gente baja a las minas a altas horas de la mañana para poder alimentar a las familias. Algunos se dirigen al quemador para intercambiar productos por otro de mas importancia. Otros se quedan en casa viendo como sus hijos, padres, hermanos o madres se están muriendo a falta de alimentos. E, incluso, los mas valientes, se atreven a subir a lo alto del bosque para dedicarse a la caza furtiva y tener algo que poder llevarse a la boca esa noche.

Por la pequeña ventana de la panadería de mis padres, yo observa como un chico alto y dos años mayor que yo se dirige hacia mi tienda. Era fuerte y musculoso. Llevaba una camisa sucia, lo que dejaba pensar que no tenía mucha mas ropa para ponerse, y unos pantalones de color verde. Sabía que se trataba un cliente más de los que solo se pueden permitir una barra de pan de cuando en vez. De hecho, no era lógico que se pasase por allí. Al día siguiente sería la cosecha. Sin embargo, no iba a comprar nada, sino a dejar reservada una barra de pan para mañana por la mañana.

-Hola.

-Hola.-le contesté con una sonrisa.

-Venía a encargar una barra de pan para mañana a primera hora, por favor.-dijo amablemente.

-Si. Necesito su nombre para poder dárselo mañana a su destinatario.

-Ah, por supuesto. Gale .

-Podría deletrearme el apellido. No me gustaría apuntarlo mal.

-Claro. Sin problema.

-O mejor, escríbalo usted mismo.

Gale cogió el lápiz rudamente y le costaba bastante escribir, como la mayoría de las personas que viven en el distrito 12. Con una letras casi ilegible escribió: Hawthorne.

-Gracias. Mañana a primera hora estará listo.

-Muchas gracias.

-De nada.

Se marchó con paso firme y rápido con dirección a casa de los Everdeen. Según lo que tenía entendido, la mayor de las hijas, Katniss, era una gran amiga suya y se dedicaban a ir todos los domingos a una hora bastante temprana a cazar en secreto. Tenían suerte de que los Vigilantes del Distrito 12 eran bastantes benevolentes. Katniss era una de mis compañeras desde que éramos pequeños. De hecho recuerdo como de dura y fuerte fue siempre. Hasta tal punto, de que en el colegio andaba sola. A veces se encontraban nuestras miradas cuando yo la miraba disimuladamente por el pasillo para entender porque le tenía tanta repugnancia a la amistad. Volviendo al tema de Katniss-Gale tienen bastante en común. De hecho se parecen hasta físicamente: ojos grises y cabello oscuro. Podrían pasar por hermanos sin problemas. Además, sus padres murieron en el mismo accidente cuando estalló una mina con todos los mineros dentro. Desde entonces, parecen estar más unidos y lo entiendo.

Yo, sin embargo, me paso la mayor parte del tiempo en el negocio familiar ayudando a mis padres en todo lo que puedo. Yo los conservo a los dos, aunque, en diversa ocasiones, me gustaría que mi madre desapareciera. Es demasiado dura y no tiene ningún tipo de compasión. Por el contrario, mi padre era una persona alegre y risueña. Así que era él el encargado de atender a los clientes que rara vez pasaban por allí. Me alegro de haber heredado el carácter de mi padre porque así he conocido a un montón de amigos en el colegio.

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