Me tiras dinero en la cara y con voz sarcástica dices: para que no digas que no te quiero.
Y me siento jodidamente mal que pienses que estoy contigo por tu jodido dinero, y es que no lo quiero.
Así que lo tiro devuelta a ti y esta vez te hablo con voz temblorosa: No quiero tu dinero, solo quiero que me dejes respirar
Pero a ti no te gusta la idea.