Capítulo 3: Verdad o reto

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La semana había pasado con bastante rapidez. Parecía como si el tiempo hubiera dado un paso gigantesco hasta el viernes en un intento por ver como Addison se hundía en los nervios poco a poco.

Había tardado aproximadamente dos horas en decidir qué era lo que iba a usar, ver como acomodar su cabello y la cantidad adecuada de maquillaje que ponerse. Finalmente terminó decidiéndose por un top y falda color negro, su cabello castaño lacio cayendo suavemente por su hombros y unos pequeños tacones a juego.

Cuando León la recibió en la puerta de su casa se quedó boquiabierto, pues nunca había visto a Addison usando algo que mostrara más que de la rodilla para abajo o un poco de hombro.

El chico saludó a la madre de la castaña antes de prometerle que la iba regresar a su casa a las doce y media en punto sana y salva.

Addison se despidió y se subió al BMW que los padres de León le habían regalado en uno de sus tantos actos de generosidad.

— ¿Te dije que te ves hermosa? —confesó el castaño una vez que estuvieron bien adentrados en la carretera.

— ¿De verdad lo crees? —preguntó, volteándolo a ver a pesar de que él mantenía su vista fija en el camino—. Creí que podía llegar a ser demasiado, ya sabes: el cabello, los tacones...

—No, de verdad luces increíble —interrumpió a su novia, soltando la palanca de cambios para poder dejar su mano sobre su pierna desnuda—, te queda el cambio.

No sabía cuánto había necesitado que alguien, en especial él, le dijera eso. Pues desde que Leví la trataba como a una desconocida ella comenzaba a sentirse de esa manera, de alguna manera las palabras de León la hacían regresar a tierra firme y recordar que todavía tenía mucho que recorrer.

El camino fue totalmente ordinario, hasta que llegaron a la casa de Priscila Benzal, esta se encontraba en una de las zonas más exclusivas de la ciudad, y por supuesto Addison nunca había tenido la oportunidad de observar el fraccionamiento por dentro.

Las grandes construcciones se alzaban imponentes una tras otra, se notaba a leguas que solo podían ser de familias que tenían el dinero suficiente para poderse permitir tener más habitaciones de las que eran necesarias.

No fue difícil encontrar la casa de Priscila, pues la cantidad de personas que se encontraban afuera delataban por completo la presencia de la fiesta. León estacionó el coche en el lugar disponible más cercano a la entrada y ambos bajaron para finalmente entrar.

Lo primero que recibió a Addison fue una gran nube de humo de cigarrillo, al instante su reacción fue hacer una mueca de disgusto y comenzar a esparcirlo para alejarlo de ella. León no parecía haberse dado cuenta de aquella acción, ya que siguió caminando con una gran sonrisa en el rostro y con su mano sobre la de ella.

—Bueno, Aaron tenía razón—gritó León ya que el volumen de la música no le dejaba otra opción—, sí que es una gran fiesta, ¿quieres tomar algo?

—Claro —Addison miraba hacia todos lados tratando de acoplarse al ambiente, había tantos chicos que era difícil caminar sobre el pasillo principal.

Ambos siguieron esquivando a la gente con tal de conseguir llegar a la cocina, ahí las cosas estaban un poco más tranquilas, el sonido no era tan fuerte y las personas no eran tantas, si pudiera Addison se quedaría allí el resto de la noche.

Lo primero que León hizo una vez que lograron llegar, fue saludar a los chicos que se encontraban de pie frente al desayunador (que para ese entonces servía como barra de bebidas), y pedirles de los tragos que se encontraban preparando.

Huyendo de la popularidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora