Después entro en su casa por la puerta trasera, que estaba abierta desde las seis y se derrumbó en la cocina. Al cabo de unas horas, abrió por fin los ojos y pudo ver una ráfaga de luz. Entendiendo que no estaba sola. Entre sollozos intentó llamar a su madre y con la voz entrecortada, dijo: -¿Mamá? ¿Estas ahí? Las heridas en las piernas y en los brazos sangraban sin parar, no podía pensar con claridad. ¿Comó habia llegado hasta ahí? ¿Dónde habia estado? ¿Por qué le hicieron eso? De momento solo quería curarse.
Dirección al cuarto de baño, se dio de bruces con un charco, que era espeso y consistente. Se acerco al interruptor más cercano y con miedo, dio la luz. No pudo salir de su asombro al darse cuenta de que se trataba de sangre. No podía parar de sudar, y el pulso le iba acelerado, por la cabeza se le cruzaban mil preguntas sin ninguna respuesta. Paralizada solo pensaba en que quería gritar. Pero se quedo solo en eso, un pesamiento. Corrió lo más rápido que pudo siguiendo los charcos de sangre, pronto llego a la planta de arriba, y vio a sus padres.
No podia creer lo que veía. Su padre estaba sentado en su butaca de leer, con un disparo que le atravesaba la cabeza y los ojos abiertos como platos. Sin embargo, su madre se encontraba en la cama con la garganta completamente desgarrada y sujeta a la cama por diferentes puntos del cuerpo.
Los gritos salían de ella como el unísono de las peliculas de terror y las lágrimas brotaban por sus mejillas sin parar. Arrodillada y destrozada, se intento poner de pie varias veces, pero el cuerpo no le respondía. Y fue cuando pudo escuchar con claridad unos pasos provinientes de la planta inferior. Ella pensó que podía ser cualquiera que hubiese escuchado sus gritos. Pero solo al darse la vuelta y ver ese rostro, pudo tener la certeza de que iba a morir esa misma noche.
Los mounstruos salen de noche