REESCRIBAMOS LA HISTORIA

22 2 0
                                    

Hace mucho tiempo, en el México antiguo, la crisis económica en el país aumentaba como la espuma y nuestra familia a duras penas llevaba una vida "normal". Cada día, la pobreza en las familias se hacía más visible pero, para mi padre, no. Él siempre encontraba la manera positiva de ver las cosas y, el hecho de no tener dinero suficiente, no lo iba a cambiar. Pero ahora, con cinco hijos, era un reto ya que no quería decepcionar a nadie, principalmente a su familia, a nosotros.
Gracias a la crisis económica tuve que dejar la escuela, pero no me entristeció dejarla, nunca enseñaban para destacar en la sociedad, la mayoría del aprendizaje se enfocaba en trabajar las tierras, en el campo, ya que la mayoría de las personas, en este pequeño pueblo, se dedicaban a eso por herencia, si se podría decir de esa forma. Lo único que quedaba era ir al campo, a ayudar a mi padre. Aunque, si lo pienso, al final de todo, iba a dedicarme a eso.
La vida en el campo era tan simple y rutinaria, despertarse antes de que el sol salga, volver después de que el sol se metiera y obtener el ingreso necesario para alimentar a la familia. El lado positivo de nuestra situación era que tenía cuatro hermanas y eso era como la lotería, porque significaba que teníamos más manos femeninas, las cuales podían dedicarse a los labores de la casa y tener cuatro, además de mamá, era mucho más fácil para todos.
Nuestra vida era tan sencilla, sin ningún problema, éramos felices con lo poco que teníamos. Hasta que llegó la familia Cortés, una familia que, según los rumores, era una pareja de la alta sociedad, con varios hijos, todos varones y eso era la novedad en el pueblo, ya que todas las mujeres tenían la pequeña posibilidad de pasar a una mejor vida, pero eso no fue el problema, el problema cuando mi padre descubrió que esa familia había comprado las tierras que trabajábamos y podíamos quedarnos sin trabajo. Ese era el problema.
Un día, muy temprano, mi padre fue a hablar con el señor que ahora dueño de las tierras, para tratar de que lo contratara o le dieran un trabajo o algo, para no morir de hambre.
-¿Crees que lo consiga? -Cuestionó Teresa, una de mis hermanas.
Mamá lo dudó, todos lo dudábamos.
-Eso espero. -Sonrió. -Hay que ser positivos y pensar en que si tenemos suerte, hasta trabajo le consiga a sus hermanos.
Eso es lo que de verdad quería, cuando trabajaba, en los tiempos libres, repasaba los pocos apuntes que hice en cuando asistía a la escuela, pero ahora que ya no tenía nada que hacer, esos apuntes ya me los sabía de memoria. Necesitaba aprender algo nuevo, pero por la situación actual, no podría hacerlo.
El día pasó rápido, ya era de noche y mi padre no llegaba. Estábamos muy preocupados por él, no importaba que hubiese conseguido el trabajo, lo que importaba es que tenía que llegar sano y salvo. De pronto, la puerta se abrió y allí estaba él, con una sonrisa en el rostro.
-Lo conseguí. -Dijo sonriendo.
-¿Te contrató el señor ese, conservaste el trabajo? -Cuestionó mamá.
-Más que eso. -Dijo papá abrazando a mamá. -Ambos trabajaremos para ellos. Viviremos con ellos. -Lo miramos confundidos. -Y los niños podrán continuar en la escuela.
Una pequeña sonrisa nerviosa y asombrada apareció en el rostro de todos, pero en especial en el mío. Sentía que una parte de mí volvía a crecer dentro de mi.
-Mañana comenzamos, pasarán por los niños para la escuela y nosotros lleváremos nuestras cosas a su casa.
Aparentemente, mi padre estaba muy emocionado por trabajar en aquella lujosa casa y nosotros también, pero muy adentro sabíamos que era sólo por un momento. Sólo por un momento podríamos aparentar ser lo que no somos. Pero teníamos que hacer lo posible para no decepcionar a mi padre.
La cena fue muy interactiva, todos sonreíamos como si no tuviéramos ningún problema, como si tuviéramos las armas necesaria para defendernos de cualquier adversidad. Éramos relativamente felices. Después de cenar todos nos fuimos a dormir, al día siguiente sería la gran hazaña de la familia, aunque tal vez teníamos que trabajar como esclavos de esas personas, sabíamos que el pueblo, a pesar de todos los malos comentarios, nos envidiarían y eso era una hazaña para nuestra familia.
Muy temprano, por la mañana, uno de los tantos empleados de la familia había llegado a nuestra casa con uniformes con los cuales teníamos que portar para poder acudir a la escuela que al parecer era la escuela a la cual los niños ricos asistían. Después de vestirnos los uniformes, subimos a unas carretas en las cuales iban unos niños de distintas edades, aparentemente eran los hijos de la señora y el señor Cortés.
Sin decir nada llegamos a la escuela, donde nos separaban niños y niñas, y por edades. Mis hermanas tuvieron que ir a otro edificio y yo a otro. Uno de los hijos de los señores tenía mi edad y, por lo tanto, asistiría junto con el a las clases. Nos formamos para entrar a las aulas correspondientes, todo era nuevo para mí. Sí había asistido a la escuela antes, pero nunca había sido todo tan ordenado. Era fantástico.
Toda la clase de matemáticas, que fue a la primera que entramos, el hijo de lo señores no dejaba de observarme. Traté de ignorarlo pero me incomodaba demasiado. Al terminar la clase salíamos para acudir a otra en otra aula y era lo más emocionante que me podía pasar, por fin estaba aprendiendo, aprendiendo de verdad.
-Hola, soy Esteban. -Una voz gruesa me sacó de mis pensamientos. Lo miré algo confundido. -Eres hijo del nuevo socio de mi padre ¿Cierto?
-¿Socio? -Fue lo único que pude decir. Él rió nervioso.
-¿Cuál es tu nombre? -Dijo caminando a mi lado.
-Perdón, me llamo Adán, señor. -Dije nervioso. Él sonrió.
-No me llames señor, podemos ser amigos y no necesitas llamarme señor. -Sonrió y entró al aula.
Lo seguí y entré al aula, muy confundido. ¿Cómo mi padre pudo ser socio de ese señor? ¿No seremos sus empleados? Muchas preguntas cruzaban mi mente en ese momento, pero las olvide en cuanto el profesor comenzó la clase. Tres clases después, era hora de ir a casa, la hora que no me gustaba, yo quería seguir aprendiendo cosas nuevas, lo bueno era que al día siguiente podía regresar.
A la salida estaban todos, los hermanos de Esteban y mis hermanas en la puerta. Tendríamos que regresar a pie después de la escuela, lo cual no me molestaba. Mis hermanas estaban muy emocionadas por su día en la escuela y yo también.
-Adán ¿cierto? -Dijo Esteban a mi lado. Asentí. -¿Qué te pareció la escuela?
-No estoy acostumbrado a ver mucho niño rico en un solo lugar, pero me gusta aprender. -Dije encogiéndome de hombros.
-Entonces ve acostumbrándote. -Sonrió.
Era un chico agradable, tal vez podía llevarme bien con él.
Llegamos a la gran casa, todo parecía sacado de esos cuentos de fantasía, todo era tan perfecto que no parecía real. Entramos y nuestros padres nos estaban esperando en la sala de descanso.
-Bienvenidos. -Habló el señor Cortés. -Espero que su día en la escuela fuera de su agrado.
¿Así sería todos los días?
-Hijos, ahora tendremos a unos invitados permanentes en nuestra nueva casa. -Continuó hablando. -Serán como parte de nuestra familia y recibirán el trato merecido en esta casa. Lo cual espero que sea de su total agrado.
¿Qué estaba pasando? ¿Parte de su familia? Todo era tan extraño.
-Soy el señor Cortés pero pueden llamarme Fernando. -Sonrió. -Y ella es mi esposa.
-Llámenme Clarisa. -Habló la mujer.
-Y ellos son mis hijos. -Se acercó a ellos. -Son Carlo, Fernando, Raúl y Esteban. -Los señaló respectivamente. -Y para celebrar nuestra llegada, haremos un baile de ocasión, esta misma noche, así que hay que estar preparados. Pueden ir a sus habitaciones.
Traté de acercarme a mi padre pero estaba muy concentrado con el señor Fernando y no me prestaba atención. Alguien me tomó del brazo y me estiró hasta las escaleras. Era Esteban.
-Vamos a nuestra habitación. -Dijo subiendo las escaleras.
-¿Nuestra? -Dije confundido.
-Sí, vamos.
Me arrastró hasta la habitación. Entramos y era demasiado grande, unos closets gigantes estaban en una pared y en la otra dos camas individuales, al frente un gran ventanal con cortinas blancas, era impresionante. Estaba anonadado.
-Genial ¿cierto? -Habló Esteban desde su cama.
-Claro que sí. -Dije emocionado. -Pero ¿porqué?
-Tu padre hizo una especie de trato con el mío desde que llegamos a este lugar. -Dijo simple.
-¿Trato? -Lo miré confundido.
-No hay de qué preocuparse, todo está bien. -Sonrió. -Lo único por lo cual debemos preocuparnos es por esta noche.
-No me emociona mucho. -Dije sin pensar. Él levantó una ceja.
-Es muy importante, todos los bailes a los que asistes son muy importantes. -Dijo en un tono firme. -Es donde te expones a la sociedad y tratas de encontrar a alguien conveniente con quiene pasar el resto de tu vida.
Por un momento juré estar escuchando a su padre.
-¿Y la diversión? -Dije sonriendo.
-¿Diversión? -Asentí. -No hay diversión, los bailes son un tema serio. ¿Qué nunca has asistido a uno? -Me miró confundido y yo me sonrojé apenado. -Oh, entonces por ser tu primer baile, sólo por eso, podrás divertirte y pasarla bien. -Sonrió.
La tarde pasó rápido, de un momento a otro ya estábamos preparándonos para el baile. Los invitados ya estaban llegando, al parecer todo el pueblo asistiría y eso me ponía de nervios. Sobre todo fingir algo que no soy frente a personas que tal vez me conozcan.
-¿En qué piensas? -Cuestionó Esteban. Portaba un traje negro, demasiado elegante y le sentaba muy bien. -¿Me dirás en qué pensabas? -Habló otra vez sacándome de mi trance.
-Creo que no iré a ese baile, me quedaré aquí. -Dije sentándome en la cama.
-Claro que no. -Dijo serio. -No dejaré que te pierdas tu primer baile. -Me tomó de las manos e hizo que me pusiera de pie.
-¿Y qué pasa si a nadie le agrado?
-Creo que acordamos que te divertirías, así que no te preocupes, todo saldrá bien. -Sonrió.
Suspiré y salimos de la habitación. Todos ya estaban en el salón, el señor Fernando llamó la atención de todos.
-Agradezco a todos por su asistencia, además de que quería darle la bienvenida al señor Reyes y a su familia, que ahora es parte de la nuestra. -Las personas comenzaron a aplaudir. -Sin más que decir, espero que lo disfruten.
Y una chica comenzó a cantar, tenía una hermosa voz. La canción que interpretaba la mujer, hablaba de cómo no importaba todo lo qué teníamos jamás será suficiente si no tenemos amor. Esteban, que estaba a mi lado, comenzó a rozar su mano con la mía hasta que las entrelazó, no sabía el porqué de su acción tan repentina e inesperada, pero se sentía bien. Sin embargo, algunas miradas incómodas fueron a nuestras manos unidas y Esteban la soltó.
No comprendía qué pasaba con él, así que creí que lo mejor era no estar cerca de él en ese momento. Sentí que, al igual que él, estaba muy confundido, tenía miles de sensaciones en mi cuerpo y mente. Me dirigí hacía el jardín de atrás a tomar un poco de aire. Sabía que había algo extraño con Esteban, lo había sentido desde que lo vi observándome y al sentir su mano junto a la mía, la calidez dentro de mi pecho se extendió por todo mi cuerpo. Fue agradable.
-Adán. -Habló Esteban. -Perdón, no quise hacer eso.
-No te preocupes. -Sonreí. -Está bien.
-¿Seguro? -Dijo sonriendo de lado, mirando al suelo.
-Seguro.
No sabía que pasaba, pero me arriesgaría a saber. No me quedaría con los brazos cruzados sin saber qué hubiera pasado. Me arriesgaría totalmente, aunque sabía que no era aprobado por nadie. Incluso por él.
Los días pasaban rápido, la escuela seguía siendo lo mejor que me podía pasar. El tema de Esteban se había quedado en el pasado, aunque a veces se comportaba muy dulce, frente a las personas era muy indiferente, lo entendía, entendía que frente a las personas no era algo natural ver a dos hombres tomados de la mano. Algo realmente triste, pero era la verdad. Y era cansado fingir.
Un día, en la escuela durante un tiempo libre, un grupo de chicos estaba jugando con un balón y yo estaba sentado cerca de ahí, Esteban jugaba con ellos. De pronto, la pelota golpeó mi cara.
-¿Te lastimé, anormal? -Dijo un chico alto, de cabello castaño. -Personas como tú no deberían estar en lugares como este. -Dijo enfadado.
No entendía porque se comportaba así, no lo había agredido nunca. Era sorprendente.
-Mi madre dice que raritos como tú deben morir, de no ser así, infectarán a los demás.
¿Qué?
Miré a Esteban en busca de ayuda pero él solo desvió la mirada. Sin decir nada salí de la escuela antes de que terminaran las clases y me dirigí a casa. No quería seguir en ese lugar. Las personas suelen herir a las personas sin razón alguna, sin alguna explicación o algo para justificar su odio. Al llegar a casa me encontré con mi padre.
-¿Adán? -Me miró confundido. -¿Qué haces aquí?
No dije nada, sólo corrí a abrazarlo. No quería hablar del tema ahora, no estaba listo. Agradecido por que él no había cuestionado nada, nos dirigimos hacía el sofá que estaba allí cerca.
-No te obligaré a que me digas ahora. -Dijo relajado. -Esperaré a que estés listo.
-Gracias. -Susurré.
-¿Alguien más sabe? -Lo miré confundido por unos segundos, pero después entendí. Fruncí el ceño. -Desde que naciste, supe que eras diferente y eso está bien. -Suspiró. -Siempre recuerda que está bien cuando eres tú mismo, no tienes que dejar que las personas te hieran, eres quién debes ser. Naciste de esa forma. -Sonrió.
-¿Y qué pasará si el señor Fernando sabe? -Dije algo triste.
-Pasará lo que tenga que pasar, por ahora es un secreto entre nosotros. -Dijo con un guiño.
-¿Y no estás decepcionado?
-¿Por qué? ¿Por tener el mejor hijo del mundo?
Durante mi crecimiento había escuchado historias sobre hombres que decidían "ser diferentes" y cómo tenían soportare como sus familias los repudiaban, las personas los señalaban e, incluso, como soportaban el daño físico que las personas les hacían hasta llegar el punto de matarlos, pero ¿de verdad era necesario hacer eso?
Muchas personas se excusaban con la religión y con el tiempo descubrí que, si Dios viera todo lo que el hombre hace, estaría muy decepcionado por que, al final, sólo son dos personas amándose, pero no podíamos cambiar el mundo en un abrir y cerrar de ojos. Mucho menos pretender ser aceptados, porque no sería así.
Tendríamos que vivir toda una vida ocultándonos, viviendo en la oscuridad sin poder ser realmente felices, tenía que aceptarlo. No podría ser feliz siendo yo, nadie me amara como soy, tenía que fingir por el resto de mi vida para poder ser aceptado en la sociedad. No. Poco a poco lucharía por mi libertad.
Había escuchado a las personas decir que lo mejor era esconderse, eliminarlos, herirlos con palabras duras, herir a alguien por ser como debe ser, una persona que decidió no ser igual a los demás, exponiéndose a todo lo negativo, tratando de ser feliz, porque, todo lo que hacemos es por nuestra felicidad y eso todos lo buscamos.
Todos buscamos algo en común: felicidad. Y la felicidad difiere en todas las personas, todos tenemos muchos sueños que no queremos dejar ir. Luchamos por cumplir esos sueños y, a veces, tenemos que dejarlos ir por hacer felices a los demás en lugar de hacernos felices a nosotros mismos. Pero es más difícil cuanto todo el mundo te señala, te juzga, te condena, te prohíbe, te aminora, te obliga a ser algo que no eres. Sueños, como los que todos tenemos, perdidos por personas que piensan que no son normales, por que no son naturales, enfurecen a Dios, pero ¿ellos cómo saben si no lo han vivido? ¿Cómo saben si no les ha pasado? Pero eso no importa, igual los van a herir sin saber cómo se siente.
Sin embargo, esperamos a alguien, alguien que cree el cambio que necesitamos, la luz que ilumine el cielo gris de muchas personas. Confió firmemente en que el futuro será mejor, un futuro donde puedas amar a quien quieras sin ser juzgado, viviendo felices, dejando el odio de lado, uniéndose para esparcir amor y paz. Una nueva generación donde las decisiones las tomes tú sin temor al qué dirán. Pero por ahora, seguiremos en la oscuridad, tratando de ser felices.
Todos tenemos defectos y problemas, pero las virtudes son las que nos hacen grande, son las que nos hacen diferentes y ser diferente está bien, aunque muchas personas lo nieguen. Es lo que hace al mundo y a las personas interesantes.
La relación entre Esteban y yo, era cada vez más distante, pero lo entendía y eso me lastimaba. Entendía que no quería decepcionar a su padre o a las personas sin decepcionándose a sí mismo. Lo mejor era alejarse y eso haría. Por lo tanto, en la escuela, los insultos continuaban, no eran constantes, pero seguían. Me estaba acostumbrando a ese estilo de vida y eso no estaba bien.
De camino a casa, después de la escuela, trataba de evitar a todos, mis hermanas se comenzaron a preocuparse al respecto, pero de alguna forma las convencí de que no tenían que preocuparse. Tenía que mantenerme positivo, alegre, a pesar de todo lo que pasó y podría pasar. Algunas veces, Esteban trataba de hablar conmigo pero lo ignoraba rotundamente, no quería ilusionarme con alguien como él y lo mejor era alejarme de él, distraerme en otras cosas.
-Deberías salir. -Habló mi padre.
-No quiero. -Suspiré.
-Encerrado aquí no podrás liberar tu mente. -sonrió.
-¿Qué crees que debería hacer? -dije resignado.
-Fernando, quiero decir, el señor Fernando me obsequió un boleto para el teatro para ti. -dijo sonriendo. -Deberías ir.
-¿De verdad hizo eso? -dije emocionado.
-Eso hizo.
-¿Un día me contarás qué tipo de trato hiciste con él? -suspiré preocupado.
-Claro. -suspiró. -Pero hoy no. Hoy tienes que ir al teatro. -dijo sonriendo.
Después de esa conversación con mi padre, subí a mi habitación y estaba sola, lo cual me sorprendía no ver a Esteban ahí, pero a la misma vez agradecía. Me vestí con un traje muy elegante de color verde oscuro que, también gracias al señor Fernando, tenía en mi armario. Minutos más tarde bajé, para que uno de los choferes me llevase al teatro. Por fin me podía sentir un poco emocionado por algo que no era del todo.
Al llegar al teatro, tenía que ver al hombre de la taquilla para asegurarme de estar en la lista y que me entregara el boleto de entrada.
-Adán Reyes. -dije al estar frente al hombre. -El señor Cortés dejó un boleto a ese nombre.
-Un momento. -revisó su lista rápidamente. -Claro, aquí está. -dijo mostrándome dos boletos.
-Creo que debe haber un error. -dije sin comprender. -Sólo es un boleto.
-Quería asegurarme de que asistirías.
Una voz conocida detrás de mí, llamó mi atención. Era Esteban.
-No tenías que hacerlo. -dije regresando los boletos al hombre.
-Claro que sí. -tomó los boletos y entrelazó nuestros brazos. -¿Entramos?
Asentí y comenzamos a avanzar pero una pareja, ya mayor, llamó nuestra atención.
-Esteban. -habló la mujer.
-Tía Estela. -habló Esteban. -Él es Adán Reyes.
Los miré y les di una pequeña sonrisa incómoda.
-¿Qué haces con una persona como él? -dijo con repudio. -Podría contagiarte e incluso hasta robarte. Es un hombre de clase baja.
-No olvides a dónde perteneces, hijo. -ahora habló el hombre que acompañaba a la mujer.
No soportaba estar un minuto más ahí, traté de soltarme de Esteban pero él me sostenía fuerte, no tan fuerte para herirme, pero sí fuerte.
-Si necesito ser como ustedes, no quiero pertenecer ahí. -dijo molesto. -Vamonos.
Salimos del lugar y pidió al chofer que nos llevara a casa. Durante todo el camino nadie dijo nada, no quería decir nada. No sabía cómo sentirme al respecto de lo que había ocurrido. Minutos después habíamos llegado.
-¿Porqué te importa tanto lo qué ellos digan? -dijo algo confundido sin salir del carruaje. -Ellos tienen una mente muy cerrada...
-No es solo lo que ellos dicen, todos piensan que soy un enfermo mental y, si por ellos fuera, me matarían para terminar con todo esto. -dije saliendo del coche.
Me dirigí hacia la habitación, aunque no era el mejor lugar porque también era la habitación de Esteban, quería dormir y no pensar en nada. Me cambié el traje por ropa más cómoda para poder dormir, creí que vendría rápido pero me equivoqué. Me acosté dispuesto a dormir, aunque era algo imposible. Mirando al techo mi mente comenzó a divagar ¿porqué era tan difícil ser libre? ¿Porqué era tan difícil amar a alguien y ser correspondido?
El sonido de la puerta me asustó, era Esteban y me estaba mirando.
-Sabes que te quiero. -dijo acercándose. -No es un secreto que trate de ocultar. -suspiró. -Y sé que tú también. Así que no digas que miento. -era cierto, pero no podría pasar. -Y ¿si reescribimos la historia?, decir que tú naciste para ser mío así nadie tratará de separarnos. Eres la persona que estaba buscando. Nadie podrá decir que es lo que está bien y lo que no, y poder hacer que esta noche sea nuestra.
-Crees que es sencillo. -suspiré. -Quisiera ser fuerte igual que tú. Siempre habrá barreras y puertas que no abrirá el amor. El mundo nos juzgará y verás que no habrá esperanza en realidad. -Me senté en la cama. -Nadie puede reescribir la historia y mucho menos podré llamarte mío, todo el mundo tratará de separarnos. Siempre el destino nos va a separar. El mundo no quiere que esté junto a ti. -dije triste. -El mundo no es fácil de cambiar.
-Es posible, si queremos.
-Es imposible.
-Si quieres estar junto a mí, nadie podrá decidir por ti, podemos cambiar al mundo juntos y hacerlo nuestro.
-Sabes que te quiero. -suspiré. -No es algo que trate de ocultar, pero no puedo tenerte, estamos destinados a estar separados.
-Si tú me quieres, no sé porqué no nos hemos de arriesgar. -Sonrió. -Nada nos va a separar, quiero reescribir la historia y el mundo cambiar. -acarició mi mano.
-Sí, quiero arriesgarme si tú estás. -sonreí. -Dime qué puedo hacer.
-Reescribir la historia y tratar de cambiar el mundo. -se acercó a mí. -Dime qué mío serás, nada nos va a separar, el destino siempre nos mantendrá juntos.
-Es posible.
-Es posible.
Y terminó besándome en los labios.
Ambos sabíamos que nos estábamos arriesgando a todo, pero también sabíamos que si no lo intentábamos, jamás lo sabríamos. Lo único que sabíamos y estábamos completamente seguros era que el amor siempre gana. Sería nuestro amor contra el mundo. Pondría todo de mi parte para hacer esto posible, para poder ser feliz. No podía prometer que todo iba estar bien pero ahí estábamos, listos para intentarlo, intentar algo nuevo para todos, literal, para todos.
De esto se trata el amor, de arriesgar todo por alguien sin importar nada, sólo su felicidad. De cómo puedes cambiar por alguien, de cómo puedes hacer feliz a alguien con tan sólo sonreír y así me sentía. Al principio no lo entendía pero ahora, a lado de él, entendía todo, entendía las sensaciones que tuve al verlo por primera vez, al ver sus ojos, su cabello, su sonrisa. La sensación de amar y ser amados es lo mejor que podrás sentir en la vida.
Tomar riesgos es lo que hace a la vida interesante, lo que nos hace diferentes, lo que nos hace únicos y es lo que hace al mundo especial.
Todas las noches imaginaba una vida donde pudiera ser feliz sin ocultarnos, pensando en qué pasará cuando el Señor Cortés se entere pero, sobre todo, me enfocaba en lo positivo, en pensamientos que me hacían sonreír de sólo imaginarlos. Sin embargo, ahora podíamos diseñar el mundo a nuestra manera, tratar de cumplir nuestros sueños sin importar que tan grandes o pequeños sean, miles de sueños que tenía que cumplir. Lo importante era que amaba y era amado, eso era lo importante y en lo que tenía que enfocarme. Yo sería esa persona que iluminara el cielo gris, mi propio cielo gris, tratando de hacer que las personas comprendieran que el amor viene en diferentes presentaciones y tenemos que aceptarlo y respetarlo. Hacer que el amor corra por el mundo. Estamos bien, viviendo una vida buscando la satisfacción emocional.
También, toda mi vida crecí escuchando en que el amor era como algo sobrenatural, que tenías que ser o muy guapo o muy rico para tener a alguien a tu lado, pero ahora creía otra cosa, creía que cuando dos corazones están destinados a estar juntos, deben estar juntos. Como en los cuentos de hadas que ahora se convertían en realidad. Creamos un mundo de fantasía donde encontramos el amor verdadero y no importa nada, mi mundo de fantasía cobraba vida, soñaba con los ojos abiertos.
Un día, después de la escuela, Esteban y yo estábamos solos en la habitación, gozando de la presencia del otro, cuando de pronto, Esteban, se pone de pie y enciende el tocadiscos, una hermosa y tranquila melodía inundó la habitación.
-¿Me permite este baile, señor? -dijo extendiendo su mano hacía mi. Lo miré dudoso. -Nadie nos verá, si es lo que te preocupa.
Con un poco de temor tomé su mano. Me tomó la mano y con la otra, me tomó de la cintura, juntándome más a él.
-Siente la música y déjate llevar. -dijo comenzando a moverse a un ritmo lento.
La música soñaba y nosotros nos movíamos a su ritmo, todos los miedos y problemas se esfumaron. Solo éramos él y yo. Coloqué mi cabeza en su pecho y pude notar como el latido de su corazón se aceleraba con ese pequeño movimiento, todo estaba bien en ese momento. Bailando en una habitación, como si fuera nuestro escondite y nuestro secreto, aunque lo era, se sentía como si no.
-No sé lo qué pase en el futuro. -comenzó a hablar, aún bailando. -No sé que pase mañana, ni siquiera sé qué pasará en una hora. -sonrió. -Pero sé que, dure lo que tenga que durar, quiero estar a tu lado y ser felices. Sin tratar de escondernos.
-¿Qué tratas de decir? -dije relajado.
-Quiero decirle a mis padres. -dijo igual de relajado, sin dejar de bailar. -Quiero que sea algo formal.
-¿Y qué si no aceptan lo nuestro? -dije mirándolo a los ojos.
-Estando juntos, ¿qué malo puede pasar? -sonrió y continuó bailando.
Hacer lo nuestro "formal" con sus padres era en poner en riesgo lo poco que habíamos conseguido. Confiaría en él, en su palabra, en que si estamos juntos nada malo puede pasar. Confiaría en el amor, después de todo, el amor siempre gana ¿no?
La música terminó y nos quedamos abrazados un momento, sintiendo la respiración del otro. Qué agradable sería estar así por siempre solo los dos, bailando juntos en la habitación, sin importar nada, estando en nuestra propia burbuja, solo los dos. Sin embargo, era algo que no pasaría y teníamos que aceptarlo. Se separó de mí y me miró a los ojos, profundamente. Sonrió, besó mi frente y salió de la habitación sin decir nada, dejándome muy confundido.
Durante la tarde no apareció, nadie sabía nada de él o donde podría estar. En la comida tampoco apareció, lo cual me preocupó más. Salí al jardín trasero para tomar un poco de aire y distraer mi mente de toda esa preocupación. Allí estaban los hermanos de Esteban, no sé qué hacían ahí juntos. De pronto, Raúl se acerca a mi.
-¡Hey, Adán, ¿cómo andas? -hablaba como si no nos hubiéramos visto en años.
-Hola, Raúl. -sonreí.
A pesar de que vivíamos en la misma casa nunca nos habíamos hablado o encontrado ente pasillos, incluso, en el trayecto de regreso a casa él siempre iba hablando con sus hermanos o mis hermanas y nos ignorábamos.
-¿Qué tal te trata mi hermano Esteban? -dijo con tranquilidad. -¿No es un cabezota contigo?
¿Acaso ya sabían? ¿Por eso Esteban no aparecía?
-Es amable. -dije simple. No me arriesgaría.
-Me agrada escuchar eso. -rió bajo. -¿Sabes porqué Esteban se está comportando raro últimamente?
-¿De qué hablas? -lo miré confundido.
-Antes era como el demonio con nosotros, incluso con nuestro padre. -habló pensativo. -Y, ahora, es todo lo contrario, hasta organizó una cena familiar para esta noche. -maldición. -Hasta podría decir que está enamorado.
-¿De verdad? -dije confundido.
-Nunca nos ha presentado o nos hemos enterado de alguna novia de él, nunca nos cuenta nada. -lo miré atento. -No queremos que esté solo el resto de su vida. -dijo con tristeza.
-Encontrará a alguien. -dije sonriendo.
-Eso esperamos. -sonrió.
-¿Están hablando de mi? -habló Esteban.
-¿Entiendes lo que digo? Nunca está de buen humor. -habló Raúl. -Es como si su familia trajera la felicidad que le hacía falta. -y se alejó, junto a sus otros hermanos.
-Y así lo hizo. -dijo Esteban en un susurro.
Sonreí.
-Señor Adán. -habló con voz firme. -Hoy será una cena muy importante, por lo que le pido su presencia, ¿qué dice?
-Señor Esteban. -suspiré sonriendo. -Sería un honor.
Ambos sonreímos y subimos a nuestra habitación para prepáranos. Pasara lo que pasara, permaneceríamos juntos, aunque ya sabía que mi padre estaba de acuerdo, era como tener un porcentaje de la batalla ganada, lo preocupante era la reacción de sus padres, de sus hermanos, de mis hermanas y mi madre. Si salía mal, ¿de verdad íbamos a perder todo eso por amor?¿lo arriesgaríamos todo por un sentimiento?
Pronto llegó la hora de bajar a cenar.
-No importa lo que pase. -habló Esteban. -Estaremos juntos, ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
Besó mis labios rápidamente y bajamos a cenar, todos ya estaban ahí, esperando por nosotros. Una parte de mí sentía que ya, todos, se imaginaban que pasaba entre nosotros y eso me relajaba un poco, pero la otra, sentía que todo se arruinaría, le arruinaría la vida a Esteban, a nuestras familias y yo perdería todo.
Comenzamos a cenar con una plática muy amena sobre los impuestos elevados, las nuevas familias que habían llegado al pueblo y cosas por el estilo, todo iba de maravilla, hasta que el sonido de una cuchara golpeando ligeramente el vaso de vidrio llamó mi atención.
-Si me permiten su atención. -dijo Esteban poniéndose de pie. -Hay algo muy importante que debo decirles.
-¿Porqué tanto misterio? -habló su padre. -Anda hijo, habla ya.
-Hace algunos meses con la llegada a este hermoso pueblo, conocí a alguien. -mi padre me observó de reojo.
-¿Y quién es, hermanito, es guapa? -habló su hermano Carlo.
-Alguien que se convirtió muy especial para mí en tan poco tiempo. -mi corazón latía muy aceleradamente. Quería pensar en que sólo era un sueño y en cualquier momento despertaría.
-Hijo, ya dinos, queremos saber. -habló su madre.
-Paciencia, madre. -suspiró. -Esta noche los he llamado no sólo para hacerles saber de quién se trata, sino también para su aprobación. -todos se miraron un tanto confundidos. -Adán, ¿podrías venir por favor? -mi corazón, en cualquier momento, se me saldría del pecho.
Me puse de pie y todos miraron con confusión, en especial su madre.
-Esta noche, los reuní para decirles que... -tomó mi mano. -Esteban y yo nos amamos profundamente. -todos miraban con extraña confusión la escena. -Padre, madre, ¿no dirán nada?
Silencio.
-Felicidades hermano. -Habló Raúl. -No era lo que esperábamos pero me alegro que hayas encontrado a alguien. -dijo con emoción.
-Sabes que no te juzgaríamos, hijo. -Habló mi madre. -Felicidades.
Todo era emoción hasta que la madre de Esteban habló.
-No. -dijo como en un grito. -No dejaré que mi hijo sea un enfermo, ¿qué dirán las personas? ¿Qué pasará con nuestro estatus social? -comenzó a alterarse. -No, esto no puede estar pasando. No en mi casa.
-Clarisa. -habló el señor Cortés.
-¡No, Fernando! -comenzó a llorar. -No le puedes hacer esto a tu familia, no le puedes hacer esto a tu madre.
-Pero nos amamos, madre. -dijo Esteban.
-No es amor, han caído en el pecado pero eso tiene solución.
-¡No mamá! ¿Qué tan difícil es entender que solo es amor?
-Eso no es amor, eso es estar enfermo. Nos decepcionas, hijo.
De pronto todo fue silencio, donde podías palpar la tensión.
-Bien. -habló Esteban. -Si nuestro amor no es bienvenido en este lugar, nos iremos por la mañana.
No dijo nada más y regresamos a la habitación. ¿En qué momento pasó todo eso? ¿Qué haríamos? No teníamos otro lugar a donde ir, nada. Sólo nos teníamos a nosotros.
Regresamos a la habitación, sin mencionar nada. Esteban comenzaba a sacar la ropa del armario. Todo era enserio, de verdad estaba pasando.
-¿Y ahora qué haremos? -dije desde la puerta.
-Nos iremos de aquí. -dijo molesto.
-¿A dónde? -dije con preocupación.
-Mi abuelo, antes de morir, me heredó una casa en el campo, ahí viviremos. -me miró sonriendo. -Podemos hacer nuestra vida en ese lugar, sin tener que escondernos, siendo felices. -me abrazó. -Será nuestro lugar perfecto.
Le creería, no importaba si teníamos que vivir debajo de un puente, mientras estemos juntos todo mejoraría. ¿Podríamos cumplir nuestros sueños? Todo era posible en ese momento. Durante la noche no pude reconciliar el sueño, miles de sueños y fantasías inundaban mi mente. Miles de sueños que ahora podría cumplir.
A la mañana siguiente, al amanecer, estábamos bajando nuestro equipaje para subirlo al coche que nos llevaría hasta nuestro hogar. En la entrada estaban mis padres y el padre de Esteban para despedirnos. Tal vez el padre de Esteban no se oponía al igual que su madre, pero tampoco podía dañar su reputación y, en parte, era triste, preferir una reputación antes que a su propio hijo.
Después de despedirnos y algunas lágrimas de parte de mi madre pidiendo que no nos marcháramos, por fin emprendimos hacía nuestro nuevo hogar. Una nueva historia comenzaría en ese lugar, nuestra historia de amor. Solo nosotros dos.
Al llegar, lo primero que desempacamos fue el tocadiscos, colocó un vinilo y una melodía lenta y agradable comenzó a sonar.
-Bienvenido a su nuevo hogar. -habló Esteban y comenzamos a bailar al ritmo de la música. -Ahora somos nosotros contra el mundo. -unió nuestras frentes. -Espero no decepcionarnos.
-Estando juntos, ¿qué puede pasar? -dije levantándole el rostro para besarlo.
Los días pasaban, al principio no fue fácil adaptarnos a nuestra nueva vida, pero nos amábamos y eso era lo importante, ahora podíamos hacer cualquier cosa que nos propusiéramos, ahora todo era posible, nada nos impedía cumplir nuestros sueños. Esa pequeña casa en el campo, la convertimos en nuestro hogar, no era una casa lujosa pero era nuestra y estábamos juntos, eso era lo importante.Con el tiempo, la madre de Esteban, se dio cuenta que nuestra relación no era más que amor, al igual que el de ella y su esposo, al igual que alquiler forma de amor que existe en el mundo.
Ahora, el amor, se puede definir y expresar de muchas formas: como con una canción, un poema, un simple roce, una mirada e incluso una sonrisa, siempre y cuando, ambas personas sientan lo mismo. Al igual que hay muchas formas de definir y expresarlo, hay muchos tipo de amor: el de hermanos, el de padre e hijo, el de amigos, etc. Esto comprueba que el amor es diverso y está bien.
El amar va más allá de encontrar alguien que nos ame y viceversa, el amar es encontrarte a ti mismo, principalmente, y, cuando lo hagas, entregar ese mismo amor para que otra persona te ame tal como tú lo haces. No había experimentado el amor hasta que conocí a Esteban, vi todos sus defectos y virtudes juntos, y los recibí dispuesto a todo.
En cambio, la sociedad se muestra temerosa en cuanto a este tema, estereotipando y juzgando a todos mostrando que si eres diferente, se te considera anormal o antinatural; sabiendo que ser distinto y que el amor es posible para todas las personas. Aunque aún existan exigencias para dividir a la sociedad, nadie es tan omnipotente, omnipresente y soberano para estar por encima de otro ser humano.
Siempre hay un precio a pagar por lograr la igualdad, pero ciertamente el odio y el rechazo constante a los otros que se ha generado a lo largo de la historia, nos apartan del ideal que muchos hemos buscado a lo largo del tiempo: amarnos los unos a los otros y tratar a los otros como nos gustaría ser tratados.
El amor tiene que ser libre, sin importar el sexo, posición económica, raza, estatura, complexión, religión, etc. El amor se trata de ser libre, sin sentir miedo al qué dirán, sin sentir inhibición u obligación. Las personas debemos ser libres de amar a quien queramos sin temor a nada. Respetar y ser respetados.
Respetar implica valorar y reconocer la dignidad e importancia de una persona y aceptar sin condiciones su libertad para comportarse tal cuál es, de acuerdo a su voluntad, autonomía, intereses, necesidades, identidad y opiniones, sin tratar de imponerlo o exigirle alguna forma de ser y pensar. El respeto no es una concesión ni un favor. No es una dávida ni una atención. Tampoco es opcional. Es un derecho y una obligación.
Necesitamos permitirnos estos privilegios; amar y ser amados sin temor, sin ser juzgados o repudiados en algún lugar o por alguna persona, sin temor a salir y no regresar a casa, sin ser excluidos en la escuela, en el trabajo o en el grupo de amigos, aún confío en que todo mejorará en el futuro. Demos amor y recibamos amor, el mundo no necesita más odio del que ya tiene, amor y paz es lo que necesitamos ahora. Seamos amables, esparciendo amor, contagiando de felicidad al mundo sin dejar nuestra esencia de a un lado.
Han pasado cerca de setenta años, desde que mi historia de amor pasó y he visto y pasado por mucho. Es extraño que, siendo ya un adulto, vea que aún la sociedad pone estándares desgarradores y no sólo a la gente joven, si no a todos. Estándares de belleza, de buena vida, de éxito. Estándares que, tristemente, me han afectado al igual que a miles de personas, teniendo ideas puestas en la cabeza, pensamientos que nunca habías tenido antes, que te dicen cómo actuar, cómo debes vestirte y cómo debes ser.
Sé que hay gente que va a la escuela cada día y son tratados de una manera cruel sin ninguna razón. O que vuelven a casa y sienten que no le pueden decir a sus padres la verdad sobre sí mismos, se preocupan por su futuro, por la universidad o el trabajo, por su seguridad personal. Intentar crear esa imagen mental de tu vida, puede destruirte un poco cada día. Es tóxico, doloroso e inmensamente injusto.
Hay profundos estereotipos sobre masculinidad y feminidad que definen, supuestamente, cómo deberíamos actuar, vestir y hablar, estereotipos que no le sirven a nadie. Cualquiera que desafíe estas "normas" se convierte en blanco de comentarios y escrutinio.
Aún así, hay coraje entre nosotros. Alaska, la poeta Abigael Bohórquez, Gloria Careaga Pérez, el escritor José Ramón Enríquez, entre otros más, me inspiran porque todos y cada uno pasaron por una situación similar. Porque han adoptado como motivación central el simple hecho de que este mundo sería mejor si hiciéramos el esfuerzo de dejar de ser tan horribles los unos con otros.
Estoy aquí porque soy gay, y porque quizás pueda hacer una diferencia, para ayudar a otros a tener una vida más fácil y esperanzadora. Lo hago de forma egoísta, porque estoy cansado de esconderme y mentir por omisión. He sufrido por años. Mi espíritu sufrió, mi salud mental y mis relaciones. Soy mayor, sí, pero he aprendido del amor, de su belleza, de su alegría e incluso el dolor que conlleva, he aprendido que es el regalo más increíble que podemos recibir como humanos, que merecemos experimentar el amor completamente, sin vergüenza y sin compromisos.
Hay demasiados chicos sufriendo rechazo, bullyin o simplemente siendo maltratados por ser quienes son. Demasiados desertores. Demasiado abuso. Demasiados sin hogar. Demasiados suicidios. Nosotros lo podemos cambiar y lo estamos haciendo, poco a poco respetando, amando y siendo libres tal como somos, sin escondernos.

REESCRIBAMOS LA HISTORIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora