[01]

22 2 0
                                    

—¡General Kim!—grita un soldado desde el final del pasillo mientras corre hasta el general. Cuando llega hasta su superior, su respiración es entrecortada. —Su alteza... solicita... su presencia...

El general guarda su libreta en su bolsillo y cambia su rumbo hacia la sala del trono.

El joven camina por los pasillos exteriores, desde donde se puede ver el inmenso jardín lleno de árboles, fuentes y pequeñas zonas de descanso.

Suspiró pensando en lo mucho que le gustaría estar descansando en ese jardín en vez de ir junto al rey.

A pesar de ser su fiel servidor, al general Kim a veces le costaba aguantar el temperamento de su señor, así que prefería descansar su mente junto a la fuente de los peces dorados. Y más aún teniendo el cielo despejado...

Cuando el joven general llegó hasta la gigantesca puerta ornamentada, los dos guardias que la vigilaban lo dejaron pasar. Entró con pasos firmes y la puerta se cerró haciendo un fuerte ruido que hizo que el rey levantará la vista. Al ver de quien se trataba, hizo un seña con su mano para indicarle que fuese junto a él.

El joven obedeció y al estar frente a su rey, posó su rodilla derecha en el suelo y llevó su mano derecha hasta su pecho haciendo una reverencia.

—Levántate.—ordena el rey.

—Sí, alteza.—responde el general.

—¿Qué tal se encuentra su madre, General?—dijo con un tono frío.-He oído que anda algo delicada de salud últimamente.

—Mi madre se encuentra mejor que en los últimos días. Según el médico ya no hay nada de que preocuparse, alteza. —contesta el joven.

El rey mira fijamente al joven que tiene ante él y no puede evitar sonreír tristemente. Sus ojos rasgados que transmiten un mirada tosca y a la vez tierna. Sus labios carnosos, un tanto resecos debido a la deshidratación del clima cálido de la zona; y sus dos hoyuelos, uno en cada mejilla... Esos hoyuelos que también tiene la madre del general.

—Es un alivio que su madre esté mejor.—dice finalmente el rey.—Si necesita cualquier cosa no dude en pedirmela, general.

El general Kim muerde la parte interna de su mejilla y levanta la vista hacia su rey.

—Se agradece su preocupación, alteza.—dice.

Ambos se mantienen la mirada el uno sobre el otro, como si se estuviesen hablando mentalmente.

Finalmente, el rey desiste y hace un ademán con la mano al general.

—No le he llamado por eso. El reino tiene asuntos más urgentes.—comenta el rey.—Ha llegado información sobre él.

El general Kim enarca un ceja después de escuchar eso y el rey continúa hablando.

—Al parecer hay alguien en el país del agua que sabe donde está.—dice antes de soltar una pequeña risitas.—Ya sabe lo que tiene que hacer General Kim.

Sin más dilación el joven hace una reverencia rápida y sale de la sala a paso rápido, chocando con los guardias al salir.

Si la información era correcta, entonces debía darse prisar en preparar el plan para capturar a aquel chico y sonsacarle la información.

El general Kim cruza los pasillos casi corriendo, solo se podían escuchar sus pasos y el ruido de su armadura, llamando la atención de los sirvientes que se encontraban cerca de él y quienes lo miraban con discreción. Cuando llegó a su despacho, corrió hasta su escritorio y rebuscó entre sus cajones en busca de una hoja de papel en la que escribir. Su desespero aumentó cuando el último cajón se quedó atrancado y no se podía abrir.

EphemeralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora