Prólogo: Capital

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La torre. El centro de la capital del mundo. Hay gente que piensa en ella como el centro del mundo. En lo más alto de la torre, cuatro figuras observan la ciudad por la noche, con sonidos de batalla en los pisos inferiores. Las luces de la ciudad se ven solo cuando está el cielo despejado. Uno de esos individuos está sentado en lo alto de la antena.

―Hay gente que piensa sobre esta torre como un método de alcanzar el cielo, como lo fue la torre de Babel. ― relata esa persona con una voz joven. ― Pero, realmente, esta torre, sirve para alcanzar el infierno.

Treinta pisos por debajo de la cima, la inspectora sube las escaleras, pistola en mano, jadeando por los innumerables escalones que está ascendiendo continuamente desde hace rato.

―Maldición...―frena a descansar al llegar al siguiente piso y mira la placa. ― Piso ciento setenta... ¿¡Quién es el idiota que hizo una torre de doscientos pisos sin ascensor!?

En los cincuenta primeros pisos, el sonido de las armas llenaba el ambiente. Las muertes azotaban los tres bandos que se enfrentaban. Un miembro del bando más pequeño trata de comunicarse con el exterior de la torre.

― ¿Como van esos dos?

―La inspectora sigue subiendo. Él...está peleando.

La mujer que le ha respondido, observa la torre con unos ojos profundos desde las ramas de un árbol cercano. Esa torre, se eleva amenazante en el cielo. La cima no se puede ver con los ojos de un humano normal.

En el piso ciento ochenta y dos, una batalla se libra. El suelo y las vigas de acero, en una zona dejada en construcción, son cubiertas en cristal. La velocidad de los contrincantes, superan la capacidad humana. Una batalla entre dos híbridos.
La inspectora, llega al piso ciento ochenta y dos, y su atención se centra en el sonido de batalla cercano. Entra en la zona en construcción y apunta, con su arma, a la nada. Y, en cierto momento, aprieta el gatillo, resonando el disparo por todo el piso e impactando en una figura, que no era visible, por la velocidad en la que se movía.
La persona que se enfrentaba a esa figura en la que ha impactado el disparo, aparece al lado de la inspectora.

―No necesitaba tu ayuda...

―Ya, ya. Llevo una hora subiendo escaleras para venir a ayudarte.

Su conversación es interrumpida por el enemigo herido, levantándose. Su mirada se clavaba en la inspectora, que no había dudado en apuntar, nuevamente, a ese resistente enemigo.

Lejos de la ardiente batalla en los primeros pisos y un poco más arriba de la tensa batalla en el piso ciento ochenta y dos, en el piso doscientos, esas cuatro personas, esperaban a que sus planes diesen comienzo.

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