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Chenle podría mentirse a si mismo todo lo que quisiera, pero no cambiaría el hecho que estaba muriéndose de los nervios. Tal vez era el hecho que se encontraba en un país extranjero con gente que habla un idioma completamente diferente haciendolo sentir como un bicho raro, o podría ser que finalmente cumplió su sueño de cantar, de ser un idol y esto le causaba muchas sensaciones combinadas. O Tal vez eran ambas.
Su familia le había dicho que sabían que lo lograría. Desde pequeño le habían escrito en clases de canto, piano y danza para que a temprana edad ya pudiera superarse a si mismo. A pesar de que las clases le ayudaron demasiado, Chenle aveces se encontró llorando, este siendo un niño apasionado pensarías que amaba pasar sus días haciendo lo que ama, pero aveces solo quería un descanso; un descanso de la musica y de las expectaciones. Muchas veces terminaba regañandose a si mismo diciendo que tenía suerte de haber nacido en una familia que tiene el dinero suficiente para ayudarle a cumplir sus sueños. El solo tenía que esforzarse y ellos se encargarían de apoyarle económicamente pero de alguna manera se sentía fatigado y eso lo hacía sentir mal, culpable.
La fatiga jamás llegó hacia él completamenta, hasta ahora. Cuando estaba en China rodeado de personas que lo amaban y conocían no se dejó romper. En China el podía salir libre algunas veces y tomar aire, comprar un helado y esperar a que su cansancio se fuese con el viento de la tarde. En China podría hablarle a su familia sobre sus preocupaciones, quienes le llenaban de cariños y palabras motivadoras diciendole que sabían que el podría lograrlo. Ahora, sin nada de esto, rodeado de personas que parecían encajar completamente sin él, Chenle se sentía derrotado.
Claro, había llegado lejos. ¡Por dios! Estaba apunto de debutar con este grupo de gente dulce y divertida, pero se sentía completamente solo y vacío sin importar cuanto tratase de sentirse cómodo. Sabía hablar coreano básico, aprendió algo en su país natal, pero el hecho de no poder decir nada más que las mismas palabras todos los días le irritaba. Se sentía incompetente, extraño y como si el mundo estuviera en contra suya. (Cual mas bien podría estarlo, él no entendería lo que la sociedad dijiera sobre él de todas maneras).
¿Cómo podría debutar con unos completos extraños? Siempre pensó que debutaría luego de años, con personas con las que ha llegado a convivir tanto que se siente un gran lazo entre ellos. Claro, agradecia debutar rápidamente, cuando sabe que podría estar oculto con los demas trainees por años y el tiene la suerte de debutar con tan solo entrar a tal agencia, pero algo se sentía extraño. Existía un lazo. Aquél lazo que tenían completamente todos los miembros de nct, todos menos él. Se sentía como si había invadido alguna propiedad privada, una llena de amistad a la cual el era ajena.
—Chenle... —Su nombre resonó en la solitaria habitación, el sonido de las palabras sintiendose acogedoras al oído del muchacho. —Chenle... ¿Puedo?—. Unas mano fueron extendidas hacia él, y en unos segundos pudo sentirse a salvo en los brazos del mayor.
Renjun había sido una persona muy amable, como los demas claro, pero algo en este chico lo hacía sentir en casa. Tal vez era que hablaban en el idioma que ambos se sentían más comodos, pero estaba seguro que había algo más en el mayor que hacía el ambiente entre ambos tan hogareño y confortable.
Sollozos escapaban sus labios al igual que las lágrimas batallaban por salir de sus ojos. Una suave y atenta mano inició a acariciar los cabellos del menor suavemente, calmandolo para que este pudiese formular algunas palabras.
Cuando su pecho dejó de sentirse tan pesado, abrió su boca para hablar. De alguna manera esperando que las palabras que necesitaba decir salieran sin causar alguna confusión. -G-ge.. U-usted.. ¿me qu-quiere?-. Su voz temblorosa solo logró que el abrazo del mayor fuese más fuerte, llenándole de empatia.
