- Amor no conseguí helado, pero compré algo que nos animara mucho más.
La rubia dejo la bolsa con la botella de ron y las botanas sobre la encimera de la cocina. Lo único que obtuvo de respuesta fueron los insistentes gritos de la banda de rock que provenían de la habitación principal. Su pareja estaba bañándose o eso es lo que ella creía, al ser eso lo que dijo que haría antes de que ella saliera del departamento. Se encamino hasta la habitación mientras soltaba su coleta de caballo hecha a las carreras. Al entrar se acercó a la cómoda de donde el sonido provenía. Lo pago.
- Amor ¿no quieres que me una? – pregunto pícaramente quitándose los zapatos.
No obtuvo respuesta.
Volvió a llamarlo más cerca del baño y nada. Al no recibir respuesta entro al baño empujando la puerta en su totalidad y casi cae al suelo de rodillas al ver lo que adentro había. El suelo estaba cubierto de pedazos de lo que alguna vez fuese su bello espejo de tocador, junto con gotas de sangre. En la bañera con el agua de un color rojo claro descansaba el cuerpo de su amor casi sin vida. Sin pensar en las posibles cortadas que los fragmentos pudieran provocarle en los pies descalzos corrió a la bañera, al llegar sujetó el rostro frio y pálido de su pareja gritando su nombre. Este abrió los ojos apenas unos segundos.
Su antebrazo izquierdo flotaba en el agua con múltiples cortadas desde el codo hasta la muñeca coronada por un corte profundo en el medio del mismo, su mano derecha colgaba fuera de la bañera con los nudillos ensangrentados y un fragmento de espejo entre los dedos.
Con todas sus fuerzas lo saco de la bañera y dejo caer su cuerpo sobre las frías baldosas, su respiración era tenue, su piel estaba extremadamente pálida y su cabello se pegaba a su frente mojada. Su mente estaba vuelta un caos, no sabíaqué hacer, o a quien llamar. En un movimiento rápido tomo una de las toallas y envolvió el brazo ensangrentado para tratar de parar la hemorragia; mientras una mano presionaba las heridas, con la otra golpeaba el rostro de su prometido para hacerlo despertar.
- ¡Gordo, no me hagas esto!
Lentamente este abrió los ojos y trato de decir algo, pero no pudo, no tenía la fuera suficiente. Emma al ver que todavía vivía salió disparada a buscar su celular para pedir ayuda, pero, ¿a quién llamar? Una ambulancia tardaría demasiado, ella sola no podía bajarlo hasta el estacionamiento y a esas horas el edificio estaba desierto. Pensó por unos segundos que le habrían parecido horas y vino a su mente. ¡Bruno! Estaba cerca en su curso de francés, solo les rogaba a todos los dioses que le contestara el celular.
Le marco. Sonó el primer tono, dos, tres y no contestaba; las lágrimas corrían por sus mejillas sin ella percatarse de que lloraba. Estaba arrodillada en el marco de la puerta del baño mirando como la persona más importante en su vida moría. En el último tono contesto.
- Te salvas porque la profesora acaba de salir...
- Tu hermano se intentó suicidar – dijo sin dejarlo terminar de hablar.
El joven de ojos cafés casi dejo caer el celular de entre sus dedos y dejo escapar todo el aire de sus pulmones. Su rostro palideció al instante, su frente se cubrió de una fina capa de sudor frio y sintió como el pecho se le oprimía.
- Ven rápido, estamos en el departamento, ya perdió mucha sangre – dijo entre sollozos - ¡apresúrate!
- Mucha sangre – repitió en un susurro antes de escuchar el grito que lo volvería a la realidad.
Colgó. Rápidamente tomo todo lo que estaba sobre su mesa y lo metió como pudo en su bolso antes de salir corriendo del aula ante la mira de sorpresa de sus compañeros y la profesora la cual estaba entrando en ese preciso momento. Al llegar al estacionamiento sus manos temblaban incontrolablemente cosa que le hacía difícil meter la llave en el arranque de la camioneta. En uno de los intentos dejo caer las llaves y mientras las buscaba entre los pedales grito con todas sus fuerzas; tenía que controlarse, por su hermano.
- ¡Hazlo por él, coño!
Tomo las llaves, respiro hondo y arranco la camioneta.
Estaba a tan solo cuatro cuadras del departamento de su hermano, llegaría rápido; pero entre los nervios casi choca contra un pequeño escarabajo blanco cuando se pasaba una luz roja. Tenía que llegar rápido, pero en una pieza, pensó. Al llegar al estacionamiento del edificio estaciono como pudo y corrió hasta la entrada, frente al ascensor el vigilante lo miro serio y preguntó que a donde iba, no respondió. El vigilante pregunto nuevamente pero no obtuvo respuesta, Bruno sin prestarle atención corrió a las escaleras por la demora del ascensor, a lo lejos escucho como el vigilante le gritaba. Con las llaves que su hermano le había dado antes de irse a Abu Dabi por trabajo, subió de dos en dos los escalones hasta llegar al sexto piso. Maldijo mentalmente el hecho de que a su hermano le gustara la vista que tenia del centro de la ciudad desde su hermoso departamento.
Abrió la puerta casi a empujones y lo recibió un grito de su cuñada diciendo que estaban en el baño. La imagen que observo le revolvió todo su ser, la sangre, los restos de espejo y su hermano en el suelo, cubierto con una manta húmeda lo destrozo. Por uno segundo se quedó sin respiración, casi pierde el equilibrio si no fuese porque su cuñada lo llamaba entre lágrimas. Sacudió la cabeza para volver en sí; se acercó sin decir nada, se agacho y metió un brazo por debajo de la cabeza y las piernas de su hermano para levantarlo y sacarlo de ahí.
- Pasa su brazo por mi cuello – fue lo único que dijo mientras caminaba hasta la salida.
Emma hizo lo que le ordenaban, tomo su celular y salieron lo más rápido quepudieron del departamento hacia el estacionamiento. Mientras bajaban por el ascensor, miro el rostro pálido de su hermano mayor y dejo escapar una maldición, provocando que este abriera los ojos y parpadeara varias veces.
- No te vas a morir a menos que yo te mate pendejo.
Alex sonrío o eso creyó ver Bruno antes de que perdiera la conciencia. En recepción el vigilante grito del espanto al ver como uno de los inquilinos era cargado en brazos, envuelto en una manta ensangrentada y húmeda. Sin prestarle atención al hombre de mediana edad que les abrió la puerta se encaminaron hasta la camioneta para ir a la clínica más cercana. Ambos sabían que moría, tal vez no resistiría hasta llegar a la clínica, tal vez moriría en el asiento de la vieja camioneta heredada de su padre. Tal vez así tenía que ser. Pero ellos no querían creer eso, así no podía que ser, no podía terminar así después de todo lo que paso.
- Te amo – susurro Emma contra sus labios antes de darle el que sería su último beso.