capitulo 8

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Algunos días más tarde, cuando ya había desaparecido el terror producido por las ejecuciones, algunos

animales recordaron, o creyeron recordar, que el Sexto Mandamiento decretaba: Ningún animal

matará a otro animal. Y aunque nadie quiso mencionarlo al alcance del oído de los cerdos o, de los

perros, existía la sensación que las matanzas que habían tenido lugar no concordaban con aquello.

Clover pidió a Benjamín que le leyera el Sexto Mandamiento, y cuando Benjamín, como de costumbre,

dijo que se negaba a entremeterse en esos asuntos, ella instó a Muriel. Muriel le leyó el Mandamiento.

Decía así: Ningún animal matará a otro animal "sin motivo". Por una razón u otra, las dos

últimas palabras se les habían ido de la memoria a los animales. Pero comprobaron que el Mandamiento

no fue violado; porque, evidentemente, hubo buen motivo para matar a los traidores que se

aliaron con Snowball.

Durante ese año los animales trabajaron aún más duro que el año anterior. Reconstruir el molino, con

paredes dos veces más gruesas que antes, y concluirlo para una fecha determinada, además del trabajo

en la granja, era una tarea tremenda. A veces les parecía que trabajaban más horas y no comían

mejor que en la época de Jones. Los domingos por la mañana Squealer, sujetando un papel largo con

una pata, les leía listas de cifras demostrando que la producción de toda clase de víveres había aumentado

en un doscientos por ciento, trescientos por ciento o quinientos por ciento, según el caso.

Los animales no vieron motivo para no creerle, especialmente porque no podían recordar con claridad

cómo eran las cosas antes de la Rebelión. Aun así, preferían a veces contar con menos cifras y

más comida.

Todas las órdenes eran emitidas por intermedio de Squealer o uno de los otros cerdos. Napoleón

mismo no era visto en público, sino, cuando mucho, una vez cada quince días. Cuando aparecía estaba

acompañado no solamente por su comitiva de perros, sino también por un gallo negro que marchaba

delante y actuaba como una especie de trompetero, dejando oír un sonoro cacareo antes que

hablara Napoleón. Hasta en la casa, se decía, Napoleón ocupaba aposentos separados de los demás.

Comía solo, con dos perros para servirlo, y siempre utilizaba la vajilla que había estado en la vitrina

de cristal de la sala. También se anunció que la escopeta sería disparada todos los años en el cumpleaños

de Napoleón, igual que en los otros dos aniversarios.

Napoleón no era ya mencionado simplemente como "Napoleón". Se le nombraba siempre en forma

ceremoniosa como "nuestro líder, camarada Napoleón", y a los cerdos les gustaba inventar para él

títulos como "Padre de todos los animales", "Terror de la humanidad", "Protector del rebaño de ovejas",

"Amigo de los patitos", y otros por el estilo. En sus discursos, Squealer hablaba, con lágrimas

que rodaban por sus mejillas, de la sabiduría de Napoleón, la bondad de su corazón y el profundo

La Granja de los Animales.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora