—¿Desea donar su cambio a la fundación...
—¡No! ¡Hasta luego!— dijo tomando las bolsas con su compra y su dinero, para irse corriendo de ese lugar, sin importarle lo extraño que se le quedaban mirando los que estaban en el local. Agradeció a todo lo que creía posible que su casa estuviera a dos cuadras de donde estaba, y sus piernas dieron todo lo que podían para llegar ahí en menos de un minuto.
Entró, cerrando la puerta de golpe detrás de sí, y sientiendo una especie de tambor retumbando en su pecho y sus oídos, provocando ese sonido que tanto detestaba: el latir de un corazón.
Estaba harto de aquel ruido, no había segundo en que no pudiera descansar de él, todo se resumía en el bucle de de amanecer y dormir escuchándolo, sin poder sosegarse en ningún momento, por el hecho de provocarlo él también. Deseó apuñalarse a sí mismo hasta que su corazón se callase de una vez por todas, pero se calmó, pensando en que aún no era el momento.
—Guarda silencio— le dijo a la nada, pero refiriéndose a lo que tenía dentro del pecho, que lo movía fuerte, y que detestaba el golpeteo que producía.
Guardó gran parte de sus compras en la nevera, y las otras fueron directamente a la alacena; lo único que quedó entre sus manos fue un paquete de golosinas, que se encargó de consumir sentado en su sofá, sin hacer absolutamente nada más. No quería ver televisión, ni escuchar música; casi todo tenía que ver con la maldita raza humana, y esta le provocaba una profunda aversión y apatía. Odiaba escuchar la voz de los cantantes, porque podía oír sus corazones retumbando en su pecho; intentó con la música clásica o instrumental, mas nunca le agradó; tampoco soportaba ver noticieros, no le agradaban los periodistas ni ver todas las catástrofes que la "raza superior" causaban a su propia especie y a su hábitat. Todo lo que le gustaba era el silencio y la soledad, quizá también los animales, la comida y dormir, pero todo lo arruinaba con el sonar dentro de sí.
Aunque no recordaba casi nada de su niñez, estaba seguro que quizá nunca fue un chico expresivo o abierto, solía evitar el contacto con la gente en general, prefiriendo así estar solo; incluso de niño, evitaba el contacto con su familia y nunca llamó a alguien como un amigo. Y ahora estaba así, más solo que nunca, su madre no sabía de él hace dos años, salía de casa dos o tres veces al mes, y trabajaba desde la comodidad de su hogar; todo para evitar el bullicio de tantos corazones latiendo al mismo tiempo (lo cual lo sacaba de quicio), él ya tenía más que suficiente con el suyo propio.
Realmente detestaba tener que salir a un mundo lleno de gente viva, de la plaga que eran los humanos, de sus mentiras y sus vicios, de sus asquerosas cualidades, de su autodestrucción y su infelicidad voluntaria. Esa era su filosofía, su modo de pensar, más de una vez se preguntó cómo es que Dios pudo haber creado un ser así, cómo de una divinidad, de una perfección, pudo haber salido menudo desprecio, menuda bazofia.
—¡Cállate, joder!— le gritó a su propio corazón.
Estaba volviéndose un loco, si es que ya no era uno.
Se levantó, yendo directo hacia su habitación, con la intención de tomar su libreta y un lápiz, escribiendo así todo lo que le atormentaba: ver tanta vida en esta especie del mal. Había intentado conversarlo con alguien que lo entendiera, pero eso implicaría la incomodidad y molestia de escuchar otro corazón aparte del suyo (del cual estaba ya harto); así que prefirió simplemente compartirlo con algo inerte, un objeto que escucharía sin opinar, que jamás lo traicionaría, que nunca contaría sus secretos (como un humano sí lo haría).
Mientras escribía, se fijó en la esquina de su habitación, donde estaba su cama, y sabía que debajo de ella escondía un arma de emergencia. Sus pupilas se agrandaron mientras contemplaba ese puñado de metal, sientiendo cómo la sangre se le subía a la cabeza y se le hacía agua la boca: la respuesta y el alivio a todo su tormento estuvo todo ese tiempo debajo de su lecho.
Casi sin poder sacar la vista de donde la tenía, siguió escribiendo varios minutos más. Arrancó una hoja y la puso en su bolsillo derecho. La locura le susurró suave y sensualmente al oído que se deje llevar por ella, y así lo hizo, se entregó en cuerpo y alma por primera vez.
—o—
Aquella noche, todo un vecindario se despertó debido a fuertes chasquidos y estallidos. Un loco con un arma comenzó a disparar a todo aquel que se cruzara en frente, prácticamente todo aquello que se moviera y provocara sombra y sonido era alcanzado por una bala. Según cifras oficiales, hubieron veintinueve víctimas fatales, sin contar al autor de la masacre, quien cometió suicidio luego del acto.Los informes policiales revelaron que el sujeto tenía una nota arrugada en el bolsillo derecho, con lo cual parecía ser una composición poética, de letras desordenadas y manchada en sangre. Dicho trozo de papel decía esto:
"Yo soy diferente ahora
Ellos me han cambiado
Pero aún mantengo la opinión:
Hay demasiada gente.A la que no puedo soportar
Ellos me atormentan con dolor
Pero el peor de los ruidos
¡Es el latir de sus corazones!¡Alto! ¡Quédense quietos!
¡Alto! ¡Quédense quietos!
No puedo, ¡no puedo soportarlo!
¡Alto! ¡Dejen de latir!No pueden ver que no soy bueno
Aún continúan bombeando sangre y
A medida que se multiplican,
Vienen en masa sobre mí.Yo no puedo soportarlo
Intento erradicarlos
En mis oídos resuena
El latido de sus corazones¡Alto! ¡Quédense quietos!
¡Alto! ¡Quédense quietos!
No puedo, ¡no puedo soportarlo!
¡Alto! ¡Dejen de latir!Se quedan firmes en el pecho
Un corazón muerto no es pérdida alguna
¡No se muevan!Nadie me tortura así por una broma
Dejo la luz del sol en tu corazón.Nadie me tortura así por una broma
Puedo llevar la luz a tu corazón
La decisión no es difícil
Voy a ir a casa y traeré mi arma.¡Alto! ¡Quédense quietos!
¡Alto! ¡Quédense quietos!
Nadie me tortura así por una broma
Dejo la luz del sol en tu corazón"._____________
Basado en Rammstein - Halt.
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¡Dejen De Latir!
Short Story¿Hasta qué punto puede llegar el odio? Él tuvo la mala suerte de tocarle la demencia. Mi nombre es Zven. Tengo una fuerte y muy marcada misantropía. Además de los detectives y policías que trabajaron en este caso, soy el único que tiene acceso a él...