La Tormenta Perfecta

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La mullida cama bajo mis piernas me hunde a la par de los remordimientos acumulados por años, y mis latidos disparados hacen eco en el reloj de pulso que me atrevo a mirar de vez en vez, ignorando el hecho que ha sido un regalo por parte de Ronald.

Arrugo la nariz, contrariada por la falta de respeto de mi cita al no cumplir el horario definido. Tal vez es culpa mía llegar quince minutos antes de lo acordado, pero las viejas costumbres son difíciles de romper y siempre estoy apresurando a lo que va a venir, o tal vez es mi anhelo por pasar más tiempo con él. No lo sé.

Mi cabello alborotado cae sobre uno de mis hombros cubriendo parcialmente el traje de enfermera que osé comprar en una tienda muggle a escondidas de Ron, ha sido una verdadera tortura mantenerlo oculto de sus ojos curiosos y mi escritorio en el Ministerio es la mejor versión de privacidad que mi aventura me brinda.

La presión de lo incorrecto se acumula en nudos martirizando mis hombros, me recuerda dolorosamente el pecado que estoy a punto de cometer. Sin darle importancia al dolor muevo mi cabeza en círculos para liberar la angustia arremolinándose en mi cuello. En el acto, diviso uno de los espejos del techo y las inseguridades que trato de mantener ocultas se asoman por el reflejo, burlándose de mí de una manera ruin.

Sacudo mis rizos imposibles de adecentar. Sin hallar mayor ocupación decido caminar alrededor de lugar, la habitación ha sido escogida por él, varios espejos a su alrededor, una cama de tamaño descomunal y una mesa son el escaso, pero suficiente mobiliario para el lugar.

Me parece extrañamente curioso ya que nunca nos vemos en sitios muggles y mucho menos en fechas como esta; los pétalos esparcidos en el suelo delicadamente forman varios corazones y la canasta rebosante de chocolates, dulces y un oso de felpa grita San Valentín por todas partes.

¿Qué estoy haciendo? Me pregunto al tiempo que salgo disparada como un rayo por mi abrigo y mi bolso en pos de huir de allí. Mi esposo me espera para una velada romántica y sólo Merlin sabe cuanto arriesgo todo por el placer de mi cuerpo.

No bien mi mano se aferra a la manija de acero cuando ésta se gira por un accionar externo. La puerta se abre y ni siquiera tengo que verlo para saber quién es; un par de centímetros por encima de mi asustado rostro veo el gesto de Malfoy sonriendo de lascividad. Su olor llega a mi tan pronto atraviesa el umbral y las rodillas se me vuelven algodón cuando en menos de un paso esta apoderandose de mi cintura. Su aliento sobre mi cuello estremece toda mi humanidad mientras la humedad de mi entrepierna no se hace esperar.

No entiendo cuando el juego se convirtió en adicción y la ansiedad corroe como el óxido mi cuerpo por la urgencia de verlo. Sé que lo mismo le pasa a él aunque prefiera tomar veneno de basilisco antes de aceptarlo.

Su lengua invade mi boca explorándola de una manera tan diferente a mi esposo, siento el calor de su cuerpo a través del traje oscuro y su mano se enreda entre mis cabellos sujetándome sin darme libertad; como si la quisiera, como si tuviera la fuerza para irme de ahí. Con él presente, mi voluntad se oculta tras grandes nubarrones negros, tan oscuros como el mal que le hacemos cada uno a nuestros dueños.

Saboreo sin prisa el beso hasta ser detenida por Draco, no sin antes morder mi labio inferior con una posesividad que me desborda, busca llevarse una parte de mi sin ser consciente que prácticamente lo tiene todo: mi tiempo, mi energía y mi cordura. Es entonces cuando me fundo en sus ojos de litio y una sonrisa de sorna adorna su rostro, en otro tiempo el gesto me hubiera resultado ofensivo, ahora es simplemente una provocación a mi deseo.

—¿Ibas a salir en mí búsqueda? Granger —pregunta, arrastrando las palabras de esa manera tan suya, tan nuestra.

Me rio sin ganas, disimulando al límite mi trémulo pulso al escuchar mi apellido de sus labios, no lo siento informal, lo veo más como un desafío porque ahora soy una Weasley, ambos lo ignoramos con cinismo, él jamás me llamaría de esa manera, y yo lo prefiero así.

La Tormenta PerfectaWhere stories live. Discover now