C A P I T U L O - U N O

202 20 44
                                    

ɴᴜᴇsᴛʀᴏ ɴᴜᴇᴠᴏ ʜᴏɢᴀʀ

Las mudanzas nunca le habían resultado divertidas, mucho menos si tenía que cruzar varios kilómetros para llegar a su nueva casa. O al menos eso era lo que pensaba Marco, un chico que con aburrimiento observaba el paisaje semi rural que se le presentaba a través de la ventanilla del auto.

Era la primera vez que se mudaba a un lugar fuera de su ciudad, estaba asustado.

Soltó un largo y pesado suspiro a su vez que se acurrucaba en el asiento del copiloto para seguir observando dicho panorama disimulando el aburrimiento que sentía en ese momento.

—Ay, Marco anímate. Ya mero llegamos.

Una voz masculina le llamó la atención obligándole a voltear. Le pertenecía a su padre, Martín De La Cruz: un hombre alto, castaño y de piel semi aperlada, el cual tenía la vista fija en el camino que se le presentaba en frente.

—Te va gustar Santa Cecilia más de lo que crees. Vas a ver que allí no vas a extrañar Guadalajara —el mayor intentó animar a su hijo, aún sin despegar la mirada de la carretera—, no entiendo porque te preocupas.

Marco, sonrió con pesadez ante las palabras de su padre. No quería que le viera inconforme, después de todo el no era nada ni nadie para quejarse.

—Lo sé, papá. Solo que... No sé, tú sabes lo que opino acerca de esto.

Por otra parte, Martín era lo suficientemente inteligente como para comprender que su hijo no estaba para nada de acuerdo con dicha mudanza, casi al igual que él. Pero ¿Qué le iban a hacer? No tenían otra opción.

Durante los últimos meses su vida en la ciudad había sido tortuosa; con números rojos en las cuentas y una terrible crisis de por medio, Martín tomó la decisión de mudarse con algún familiar para reducir gastos. Sin embargo, esto resultó bastante difícil, ya que ninguno de sus hermanos se vieron interesados en extenderle la mano, sólo le soltaron excusas y una que otra mirada de lástima. Ante esto y después de quebrarse la cabeza varias noches, Martín optó por pedirle ayuda a una de sus tías que vivía en un pequeño condado semi rural el cual poseía el nombre de Santa Cecilia y era nacionalmente reconocido como "El hogar de Héctor Rivera" (después de haberle quitado el reconocimiento a Ernesto de la Cruz), posteriormente a  darle dicha noticia la mujer amablemente y de la mejor forma les ofreció posada tanto a Martín como a su hijo Marco, en lo que se arreglaba su situación.

—¿Sabes Marco? —Martín giró el volante ante una curva que se le presentaba en frente haciendo derrapar levemente el carro—, tu madre solía decirme que los cambios eran una buena manera de reinventarnos a nosostros mismos de una forma positiva —finalmente comentó.

Marco escuchó dichas palabras e hizo una mueca bastante desagradable ante la mirada de su padre.
—¿Es por eso qué te cambió a ti? —le respondió con un tono despectivo, haciendo que el mayor guardara silencio, pues aquel comentario no le había agradado en lo absoluto.

Podría decirse que Marco era huérfano de madre, puesto a que nunca la conoció lo suficiente como para formar un vínculo afectuoso con ella. Se fue cuando solamente tenía dos meses de nacido con uno de los mejores amigos de su padre, dejándolos a su suerte con la justificación de "eres un De La Cruz, ya sabrás que hacer".

Los últimos minutos fueron bastante largos, pues ninguno de los dos volvió a dirigirse la palabra durante lo que quedó del camino.

Después de cruzar varios pueblos cercanos y una que otra ranchería, finalmente llegaron a su destino, Santa Cecilia: un pueblito bastante pequeño y vivaracho, el cual tenía el privilegio de ser reconocido como pueblo mágico.

Hasta La Muerte  ♦ Marguel ♦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora