Si tuviera que elegir momentos favoritos en mi vida, elegiría la primera vez que ví a NamJon sin dudas.
Es incurable, desde que lo conocí siempre llamó mi atención, aunque parecía que para él las cosas no fueran así.
-¿En que piensas? -Pregunta separándose de mi lado y pasando una de sus suaves manos en mi rostro.-
-En la primera vez que nos conocimos...
- Ahg~ fue lindo.
- Anda, termina tu café que luego debes llevarme, lo prometiste Nam.
- Aún es temprano Jinnie.
- Nam, querido, debo decirte que siempre llego a las 7:30 porque es dicil tener 32 niños a cargo y ademas debo mantener limpio cada rincon de mi aula...
- Vamos Jinnie, no discutiré eso. -Se para a buscar la llaves y se queda en la puerta y solo lo quedo mirando. - ¿Acaso quieres llegar tarde cariño?
- Espera, cojo mi bolso. -Tomo el bolso y salgo, este no demora en darme una nalgada.- Oye no abuses Jonnie!
-Es inevitable cariño, tus nalgas son muy apetecibles.
-Ah vamos, que no quiero llegar tarde. -Sonrio y comienzo a caminar al auto, él hace lo mismo.-
Conduce hasta mi trabajo y me deja allí, supongo que él iría al suyo. No obstante, al entrar a mi trabajo como siempre estaban todas las profesoras y profesores, aún no habian llegado los niños, lo cual comienzo a hacer mi rutina de limpiar y ordenar mi área, lo cual no me lleva mucho tiempo.
Los niños llegaron y sin más las clases comenzaban, con recesos almuerzos algunas peleas de niños por algún juguete, pero nada grave, nada diferente a otro día. Al final del día, sólo faltaba coger mis cosas y regresar a casa, tomar una rica y rejante ducha. Llegando a casa pensé en si NamJoon aún estaría en su trabajo, pero cuando abrí la puerta y noté todo a mi alrededor en silencio, era más que obvio, él aún seguía en su trabajo y no sabía a que horas volvería porque claro, hoy era su primer día en la oficina.
Después de haber hecho mis cosas tomé un libro y me acosté en el sillón de la sala degustando de un buen libro, esperando que la puerta se abriese en cualquier momento, pero la cosa no fué así, la puerta no se abrió y las horas pasaban, ya casi era medianoche y él no regresaba, ahora sería buen momento para llamarlo y preguntar como está y si ya saldría de aquella oficina, pero fuí incapaz de hacerlo ya que el sueño se estaba apoderando de mis achinados ojitos cafés.