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Cansado de sus días, cansado del aquí y allá. Cansado del quizá, del no, del sí. Busca emprender algo, aprender algo, vivir algo. Nada más que palabras que conforman su pensamiento en una mente cuadrada y blanca, sin mucha formación. Eso era su cabeza, su pensar. Necesitaría tiempo para encontrar algo, algo, incluso en esta divagación.

Necesito un mundo, algo en donde pisar suelo. Sí, eso. Necesito un suelo. Nada de tierra marrón, café, o crema, o como se juzgue el color de la tierra. Mi tierra va a ser de color azul.

¿Azul? No, quizás no. Demonios, dije nada de quizás. Va a ser azul, punto.

Bien, mi tierra está hecha. Debe tener relieves ¿No? Es decir, ¿de qué sirve un suelo en el que nunca hay nada que te haga tropezar? La vida no es así, o ¿Lo es? Ni modo, es mi mundo, quiero relieves. Eso tendrá.

El cielo, creo que está bien así como está. El cielo debería ser blanco, por su pureza. Y por si algún personaje que me caiga mal hace enojarme, imaginaré que algo cae del cielo y se estampe en su cabeza.

No he decidido qué tipo de libro será este. Aunque no importa mucho, no es como si fuera a escribir siempre. Tal vez lo olvide en algunos años, días, horas... Creo que lo último es exagerado. Tal vez días. Una portada mitad blanca, mitad azul me parece bien. Sí, demonios es mi libro. Le hago lo que yo quiera.

Necesito, ah, un perrito. Es decir ¿qué clase de libro no tiene un perrito?

... Bueno, tal vez una que trate de gatos, o cualquier otro animal... Uhm...
Tendrá un perrito y un gato.

Es cierto, yo. ¿Cómo soy? Uhm. Guapo, alto, de 2 metros y barba abundante. Pelo rojo, ojos verdes. Músculos tonificados por esfuerzo... Uhm, no. Los que tienen por esteroides son mejores.

Esto es falso, claro que no. Soy como soy. Me pondré todo feo y arapiento. Piel teñida por los rayos del sol, que desembocan en un color tostado. Bueno, no tan tostado. Ojos negros y cabello ondulado. Es mejor así. Es mi libro, no debería haber estereotipos en mi libro.

Oh, el gato no está... ¿Dónde irá?

—Eh, cachorro, has visto al gato, ¿dónde ha ido el gato, y cómo es que se ha ido?

Mi mundo es infinito, debería tener un fin. Para que no se me pierdan las cosas, es molesto crear lo mismo una y otra vez. No me responde el perro, bueno, no es de sorprenderse.

—Se fué hacia tu mano derecha. Creó un ave sin alas... se la comió, o eso creo, y siguió experimentando sus nuevos dones.

¿Ah?

—Oye... ¿Estás hablando? ¿Por qué lo haces? Y ¿Cómo es posible que el gato vaya por ahí sin más?

El perro me quedó mirando un momento. Se lamió sus partes y ladró. Volvió a verme y soltó una carcajada. Llevé mi mano a mi cara. Qué extraño.

—Nos creaste en un cascarón. En este caso, yo tengo el cuerpo de un perro. Él que se fué, el de un gato. Sin embargo, nosotros tres, tenemos poderes similares. No pusiste condiciones en nuestros dones.

—¿Quieres decir, que hice una estupidez?

—Exactamente.

Era lo que me faltaba, ahora hay tres entes igual de poderosos que yo en mi mundo, que se supone era sólo mío. Bueno, debo hallar el modo de encontrar al felino que se atrevió a escaparse de mí. Pero, antes...

—Hey, y ¿tú, por qué no te has ido cómo el gato?

—Pues, tengo la conciencia de un perro, supongo.

—Quieres decir... ¿El otro se fué porque es un gato?

—Es lo más factible que puedo encontrar. Tiene sentido. Si yo fuera un gato, pues también me iría donde estuviera cómodo. Nuestros instintos son iguales a los de los animales normales. Yo me quedé porque tengo el instinto de estar al lado de mi dueño.

Observo mi cuerpo material. Lo creé para habitar este mundo. Si yo mismo lo creé, podría destruirlo también, ¿cierto?

—¿Cómo es que puedes hablar?

El perro a mi lado sonríe mientras voltea la cabeza hacia un lado. Se queda callado un momento, pesando lo que puede decirme.

—La evolución de tu creación, supongo.

Lo dice mientras lame sus partes, otra vez.

—¿Qué quieres decir?

—Uhm, supongo. Tú me empezaste a hablar, sentí la necesidad de entenderte. Y lo hice. Luego sentí la necesidad de comunicar mi respuesta. Y sucedió así. Creo, que empiezo con la inteligencia estándar de un perro, pero, conforme pasa mi tiempo, mis dones me ayudan a pensar y... Evolucionar.

Me quedé pensando en sus palabras un momento. Tiene sentido si las analizas un buen tiempo.

Oh, cierto. El infinito de mi mundo. No debo dejar que se prolongue más. Hago un ademán, levantando el brazo. Corto el espacio. O al menos, creo que eso pasó. Siento mi cabeza un poco más despejada. Llevo dos dedos a mi sien. Soy dramático aveces.

—Acabas de cortar el espacio. Este mundo ya no es infinito.

—Lo sé.

—No era necesario que levantes el brazo ¿sabes?

—Lo sé...

Miro el mundo que he creado. No hay mucho que ver, la mitad es azul. La mitad blanco. Pero no importa, es mío. Mi mundo. Aunque, bueno, debo compartirlo con otros dos.

—Yo no puedo hacer eso...

—¿De qué hablas? ¿Levantar el brazo?

—No. Hablo, de cortar el espacio. No comprendo eso.

Mueve su pata delantera izquierda de un lado a otro explicándome que si puede moverla. Qué sarcástico.

—Oh. Ya veo... (Puede que eso me sirva) Y, ¿Puedes ver los colores de este mundo?

—No... No los veo. Ha de ser por la fisiología de perro. ¿Cierto?

—Eso creo. Entonces, el gato, ha de tener desventajas también.

—Eso creo... Bueno, ¿qué hacemos?

Ah cierto. Qué más puedo hacer ahora. Uhm, tal vez sea mejor el poner límites a las creaciones. Sería un caos si hago más de éstos.

—Oye, perrito, ¿tú crees que sea bueno...?

—Lo es.

—¿Lees la mente?

—No. Es lógico que pensaras en algo así. Yo lo estuve haciendo.

Me puse la mano en mi cara de nuevo. Maldición.

—¿Por qué no eres un perro normal?... Bueno, no puedo matarte. Ahora ¿qué se supone que haga?

—No me importa mucho la verdad. Pero te ayudaré si...

—¿Uhm?

Se lame sus partes. Otra vez.

—¡¿Quieres dejar de hacer eso?!

—No. Y, quiero comida. ¿Me puedes dar?

—¿Ah? ¿Comida?

Me rasco mi cabello negro sin comprender

—¿No puedes crear tu propia comida?

—No. El elemento sorpresa es lo que más vale en la comida. Y, no puedo, ya lo intenté, no me sale tan bien... Mira... Además, soy tu mascota ¿no? No se ande de quejiche y aliméntame.

Un crema pastosa y viscosa aparece tras él. Se mueve lenta y enérgicamente por el suelo... Qué asco. El perro se lo come masticándolo rápidamente y se lo traga.

Un pequeño gruñido salió de su boca. Supongo que lo que dijo es verdad. Tengo en mente el de no crear cosas sin límites, y aparezco un filete sobre un tazón a lado del perro. Creo, que al final de todo, un perro sigue siendo un perro.

—Termina rápido. Que vamos a ir un busca de ese gato.

Un Libro MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora