007.

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Definitivamente, era estúpida. No podía creer que se me hubiera olvidado el pequeño detalle, sarcásticamente hablando, de preguntarle a Jesse por su apellido. Con la cantidad de presos que había en el país, ¿cómo iba a saber qué Jesse era él? Había tantos... Jesse Stephenson, Jesse Strikes, Jesse Stevenson...

Bufando, molesta, di un puñetazo en la cama. ¿Cómo se me había podido pasar por alto? No podía hacer otra cosa sino echarme la culpa. Al fin y al cabo, siempre estaba a solas con él y eso me hacía perder el norte. Me distraía de mi principal objetivo, nublándome la mente y el sentido, y eso era algo que no podía dejar que volviera a pasar. Pero, de nuevo, era algo que no estaba en mi poder para controlar. Aunque tenía que haber alguna forma de no dejar que fuera tan obvio. 

Frustrada y cansada, me pasé las manos por la cara, intentando calmarme y pensar con tranquilidad para encontrar una solución al marrón en el que yo solita me había metido.

Entonces tuve una idea. En Internet estaba todo, y Jesse había sido muy explícito con los delitos que había cometido y por los que había sido condenado. Tal vez si buscara su nombre junto con alguna que otra palabra clave...

Bingo.

—Jesse —asentí, pensando que el nombre le iba bien, y esperé a que la página cargara y no sabía cuál sería mi reacción—. Jesse Stevenson —leí en voz alta cuando al final pude ver el contenido del artículo.

Jesse Stevenson.

Me puse rígida, mis ojos se abrieron un poco, ya que mi sangre parecía estar helada. Jesse Stevenson era un nombre que todos en el país conocían. Durante años, provocó el miedo y el pánico mientras dirigía la pandilla más grande de Inglaterra antes de llevar su terror a los Estados Unidos. Mató a todo aquel que lo perjudicó y se interpuso en su camino y las calles estaban plagadas de crímenes, llenas de sus hombres haciendo lo que él pedía.

Nadie sabía dónde estaba o cómo era físicamente durante años. Era como un fantasma, un minuto estaba allí y al siguiente había desaparecido y había dejado la devastación a su paso. Hasta fines del año pasado, cuando uno de sus hombres se volvió en contra suya y le dio información a la policía sobre dónde estaba. Fue arrestado y puesto bajo custodia, pero nadie sabía en qué prisión. La mayoría sospechaba que estaba muerto, pero aquí estaba. Justo en la prisión en la que trabajaba mi padre, y muy vivo.

Cada cosa que leía era más aterradora y escalofriante que la anterior, y no sabía si podría seguir yendo a prisión. Aunque, ¿qué excusa les pondría a mis padres? No podían saber que había estado involucrándome más de lo debido con un preso, y menos con él.

Me había metido yo sola en la boca del lobo, y ahora, sola, tendría que apañármelas para salir de ella.

A pesar de estar acojonada con cada párrafo que leía de atrocidades que había cometido, no podía apartar la vista y, sin darme cuenta, me dieron casi las tres de la mañana leyendo. 

No daba crédito a lo que mis ojos veían. Y, aun así, no podía creer cómo ese hombre de apariencia tan inocente y bella podía haber hecho tales cosas.

***

—Te veo muy mala cara, Scarlet Faye —me dijo Marc en cuanto me vio aparecer en clase.

Bufando, puse los ojos en blanco. Gracias por nada, Marc.

—La próxima vez si quieres te dejo un buzón para que aportes sugerencias y no comentarios desagradables, Marc. Aunque no me debería sorprender viniendo de ti —le respondí mientras soltaba los libros en la mesa y me sentaba, todo sin mirarle ni un momento. No estaba de humor.

—Te has levantado hoy con el pie izquierdo, por lo que veo —fue el único comentario que hizo.

Entonces, no pudiendo resistirme ni un minuto más, me giré hacia él y suspiré.

—Es el preso, Marc —le confesé. La verdad es que no quería involucrar a nadie más en esta situación, pero confiaba en Marc lo suficiente como para contarle lo que pasaba. También era para mí un seguro de que, si por casualidad me pasaba algo, tendrían alguien para que contara todo.

Por las caras que ponía, sabía que todo esto era peor de lo que había pensado. Marc se había quedado pálido.

#1 Explicit. © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora