capítulo uno

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Ara despertó en su cama, la luz del sol entrando por la ventana. El cielo afuera nublado, como era costumbre de Londres. Llovería, pensó ella. Se levanto lentamente, y se dirigió al baño. Se sacó la pijama, se recogió su largo cabello castaño y se metió en la ducha. El calor y la temperatura del agua chocaron contra su piel, quemandola un poco hasta que su cuerpo se acostumbró y pudo relajarse. Cerró sus ojos mientras sentía correr el agua, mojando cada partícula de sí. Se lavó y cuando el agua comenzó a enfriarse, salió. Se vistió con su ropa habitual color oscuro, cepilló su cabello y tomo sus cosas. Ya iba tarde. 

Salió por la puerta de su pequeño apartamento, esta rechinó un poco. Cerro con llave y bajó por las escaleras, observando como la pintura comenzaba a caerse a pedazos de las paredes. Su edificio era un desastre, todo siempre se dañaba y estaba en mal estado, pero por doscientas libras al mes no podía quejarse mucho. El frío de la ciudad le pegó repentimente en cuanto salió del edificio, había olvidado llevar su sweater consigo. 

Caminó unas cuantas calles, hasta llegar a su cafetería favorita. Entró por la puerta, haciendo que sonara la pequeña campanita de la entrada. Le sonrió al empleado de turno el cuál ya conocía de tantas veces que suele ir. Se sienta en su habitual mesa, y pide su habitual café mañanero. Hacía era la vida de Ara; habitual, repetitiva... aburrida. 

Saca de su bolso el libro que está leyendo esta semana. Es una historia anónima acerca de una joven huérfana que escribe un diario contando toda su vida, todo lo que vive en el orfanáto y sus más grandes deseos en la vida, es una bonita historia. El mesero llega a su mesa con su taza de café y Ara le ofrece una pequeña sonrisa en señal de agradecimiento. Toma un sorbo, está un poco amargo. 

Y así pasa una hora, sentada en una mesa en una pequeña cafetería en una de las muchas calles de Londres mientras lee un libro. Así ha pasado una hora cada mañana desde hace tres años. 

Ara se levanta, su taza de café ya vacía. Deja el dinero en la mesa y sale de la cafetería. Ya el cielo se ha aclarado un poco, pero sigue haciendo frío. La chica camina unas cuantas calles más, hasta llegar a un pequeño edificio blanco. La galería de arte en la que trabaja. Abre las puertas del edificio, y agradece por llegar a un lugar con calefacción. Saluda a la recepcionista, Jenny; y llama al ascensor. Está lleno, así que le toca ir por las escaleras. Sube dos pisos y mientras se recuerda a sí misma que debe hacer ejercicio, camina por el largo pasillo de la derecha. Todavía tiene la respiración agitada cuando llega a su puesto de trabajo. Enciende la computadora y comienza a trabajar.

Ara ha trabajado por más de tres años en la galería de arte, es un pequeño negocio de un amigo de sus padres, pero ha sido una gran ayuda financiera para ella mientras ha estado allí en Londres. Su trabajo es bastante simple, debe organizar y escoger todas las obras y todo lo relacionado a las exposiciones de la galería. No es su trabajo de ensueño pero, al menos puede mantenerse por sí mismo. Además, el horario es bastante cómodo ya que suele trabajar sólo hasta el mediodía.

Llega la hora de almorzar, y la chica de cabello castaño se siente agradecida. Su estómago ruge de hambre. Ara baja las escaleras y sale del edificio. Ya el cielo afuera está completamente despejado y se ve lo suficientemente bonito como para tomar una foto. Ella saca su cámara y la toma. Ara siempre se ha apasionado por la fotografía. De hecho, su plan acerca de ir a Londres era poder convertirse en una reconocida fotógrafa y que una famosa galería publicara sus fotografías. Le gusta capturar cualquier cosa; el atardecer, el amanecer, los animales, los estructuras, edificios y personas.. Sobre todo a personas. Le gusta la diferencia de cada uno de ellos, la manera en que la cámara captura a ese ser y como cada uno de ellos expresa algo diferente.

Le saca una fotografía a un pequeño niño que esta sentado en un banco cerca de la calle mientras come un helado. Su cara de felicidad y alegría la hace sonreír. Se pregunta desde cuando no ha sonreído así; tan sincero, tan real... Desearía poder volver a ser un niño, sin ningún tipo de problema, sin tener que preocuparse por nada o por nadie. Todo sería mucho más sencillo.

Ara entra en un pequeño restaurante de comida rápida y pide para llevar. Luego de que le dan su orden de comida, sale y regresa a su casa. Sube por el ascensor, se encuentra a su vecino en él. Sonríe forzadamente y en su interior, desea que el viaje fuera más rápido. Sale del ascensor y se adentra en su apartamento. Se sienta en el pequeño mueble en su sala de estar y enciende la televisión. Come mientras ve un tonto reality show estadounidense. Luego, toma el libro y por donde lo había dejado esa mañana en la cafetería, sigue leyendo hasta que se queda dormida. Más tarde, se despierta con el libro en su pecho y aún acostada en el mueble. Ya oscureció afuera, la luna en lo más alto del cielo. Ara se dirige a su habitación y se recuesta en su cama. Desearía tener unos cuantos amigos, pensó. De esa manera no se sentiría tan sola. O tal vez si. Quien sabe...

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⏰ Última actualización: Jun 30, 2014 ⏰

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