Seagull

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Ser la marginada de la clase tiene sus ventajas, ¿sabéis? No hace falta tener amigos para pasárselo bien; quiero decir, ¿para que tener amigos fuera si con videojuegos, anime y series tienes todos los amigos que quieres? Tengo un squad de mejores amigos: luz, internet, overwatch y Hanzo. Somos la squad "todos para uno". Mis momentos libres se resumen en eso. En lo que sería llamado "una vida friki".

Desde pequeña siempre he sido la rechazada de todos. Tengo doble nacionalidad y me ha traído mas dolores de cabeza que ventajas. Desde los cinco años he estado cambiando de país constantemente. Tengo varios idiomas natales aunque llevo mejor el español ya que es donde he pasado mayor tiempo estos últimos años. ¿Mi motivo de mudanza? No, no ha sido porque mis padres sean grandes empresarios, no. Tengo problemas familiares,casi desde que nací, pero no fui consciente de ellos hasta los siete años, cuando mi padre empezó a ponerle la mano encima a mi madre y por ello, fueron mas constantes mis traslados. Mis padres se peleaban, mi madre huía conmigo a Corea, luego, se reconciliaba con mi padre, y volvíamos a España. No acabé ni un año entero en un instituto y no hice ningún amigo.

No soy de una familia rica, mis padres son dos personas en trabajos normales, viviendo en una casa normal en un barrio normal tirando a lo mediocre. No puedo quejarme, llevan pagando mis estudios y mi internet desde siempre, y a pesar de tener problemas económicos logramos pasar cada mes. Mis abuelos de parte de madre son los que pagan nuestros viajes cada vez que vamos a Corea por alguna discusión, y aunque ya están hartos de vivir siempre lo mismo cada año, lo siguen haciendo, y lo seguirán haciendo; al fin y al cabo, mi madre es hija única. Los padres de mi padre... Bueno,puedo decir que son buenas personas siempre y cuando tengan dinero en sus bolsillos, si no, son peor que una serpiente venenosa.

A mis veinticuatro años, logré acabar bachillerato a los dieciocho con dificultad, y con suerte, encontré trabajo en una pequeña tienda cerca de mi barrio hasta ahora. No era el mejor trabajo del mundo, pero con mis ocho horas y el jornal del mes, tenía el dinero suficiente para ahorrar y comprarme mis caprichos.

Y ahí estaba yo, al otro lado del mostrador leyendo una revista de "moda" para ver casi las mismas caras en cada página con aquella sonrisa forzada que tanto asco me daba. Pasaba las páginas con aburrimiento, ya que un miércoles alas diez de la mañana poca gente se pasaba por aquellas calles.Miraba la hora con esperanza de que las manillas se hubieran movido lo suficiente para calcular cuantas horas me quedaban hasta mi salida, y con ello, hacía mis planes de la tarde. Que anime vería,a qué jugaría o incluso qué cuenta de rol sacaría a la luz.

–Buenas– el chirrido de la puerta hizo que alzará mi cabeza, para encontrarme a un grupo de tres muchachas de mi edad pasando la entrada de mi tienda con una sonrisa en sus caras. "Mierda". – Oh, ¡SooHee! – Gritó la rubia de ellas, Miranda.

Miranda era de las típicas chicas que echaban la piedra y escondían la mano, y si alguien se llevaba las culpas ella ensancharía mas la sonrisa. Fue la primera chica con la que me crucé cuando me mudé a aquella ciudad, y, aunque cuando la conocí tenía esperanzas de convertirnos en amigas, se esfumaron cuando me acusó de haberle robado su estuche de rotuladores, empezando mi calvario a la edad de doce años.

–Mir... – saludé cabizbaja. No tenía ganas de aguantar aquella sonrisa zorruna que se asomaba en su cara cada vez que encontraba algo de diversión. Escuché una risita de sus amigas -o secuaces- y sus pasos acercarse a mi.

–No sabía que trabajabas... aquí – Se aguantó la risa y levanté la cabeza para mirarla a los ojos. Vi como paseaba con la mirada el lugar y luego la volvía a clavar en mi. – Incluso no sabía que salías de esa pocilga a la que llamas casa– escupió esas palabras, apoyándose con sus codos sobre la revista que estaba leyendo, arrugando la. Me mordí la lengua por dos simples razones: estaba en mi puesto de trabajo, y no quería problemas. Me mantuve callada, esperando a que siguiera torturándome. – Hacía mucho que no te veíamos, te hemos echado mucho de menos– la ironía en su voz destilaba veneno. Se enderezó y haciéndole una seña a sus amigas abrieron de nuevo la puerta del lugar– Vamonos, no vaya a ser que se nos pegué algo de esta friki. – Y con esas palabras, abandonaron el lugar. Deberían de afectarme, pero ya estaba tan acostumbrada que lo único que hice fue alisar las páginas arrugadas y volver a retomar mi lectura en el próximo modelo Gucci que iba a salir a final de mes.

Gamers ➽ Jeon JungKookWhere stories live. Discover now