Entre escamas y dragones: una trilogía de KanonXSorrento

El ahorcado

1- Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada

2- Este fanfic contiene yaoi y sexo no consentido (insinuado y sin narrar con detalles)

3- Yo no apoyo el abuso sexual ni pretendo hacer apología alguna.

4- Letras de la canción "Halloween" por Aqua

5- * Cánticos prestados de la saga de "Pesadilla en la calle Elm"

El ahorcado

Kanon de Dragón Marino se acomodaba en una casa, fuera del estrés del templo marino. Había hablado seriamente con Poseidón y rogado por un tiempo de estadía afuera del templo, donde no tuviese contacto con nada relacionado con el mar. Después del terrible asesinato que cometió, nada volvió a ser tranquilo para Kanon.

—Se lo suplico, señor Poseidón...— comenzó a decir Kanon —. Deme una tregua fuera del santuario del mar...

Poseidón lo miró extrañado de arriba abajo... Sorrento fue encontrado muerto en su pilar, y ¿ahora Kanon planeaba irse del templo marino?

Sospechoso, sospechoso.

— ¿Por cuánto tiempo, Kanon? —preguntó, aun desconfiado —. Eres mi general, no puedo dejarte ausente por mucho tiempo ni demasiado lejos.

—Sólo una semana, señor... es que, verá, a todos nos ha pegado la muerte de Sorrento, y a mí, demasiado. Necesito salir, y ventilar todo lo que siento; luego prometo venir como nuevo para seguir con mis labores aquí...

Poseidón lo miró con intensidad por minutos que parecieron centurias... y finalmente asintió.

—Una semana, y que sea dentro de Grecia. No puedo ofrecerte más.

Y así fue como estaba instalado en una pequeña casa, que casualmente quedaba a pocos metros de la mansión Solo, intentando olvidar lo que quería olvidar, pero por más que lo intentaba, no podía; recuerdos de algo que quería enterrar con loca desesperación afloraban a su mente, y no había forma de detener aquella corriente de pensamientos indeseados.

La noche caía, y Kanon se revolcaba en la cama, inquieto; era su conciencia que no le dejaba en paz. Así viajase a China, su conciencia lo seguiría martirizando y atormentando. No podía olvidar jamás ese día, y muchos otros...

—Ya verás, jodida perra...—masculló Kanon, enroscando las manos en torno al cuello de un reluctante Sorrento. El jovencito sólo forcejeaba para evitar que lo matase, pues luego del abuso sexual, algún intento de recomponer su dignidad simplemente quedaba fuera de lugar.

—No hablarás, niñato estúpido... me aseguraré de eso...— seguía mascullando Kanon, cerrando aún más los dedos en torno a esa piel tan delicada que con tanto fervor mordisqueó y saboreó al comienzo.

Muy pronto Sorrento dejó de moverse, aunque sus manos no soltaron a Kanon voluntariamente. Sus dedos alargados aún seguían aferrados a sus muñecas, en un desesperado intento de resistencia, mientras sus ojos iban opacándose y se anidaba el matiz de la muerte...

Días después, un mensajero irrumpió en el pilar de Kanon:

—Capitán, capitán... uno de los marinas ha fallecido...

Kanon se viró como rayo mientras su intuición le gritaba como loca el nombre del marina muerto... Se llevó las manos a las sienes... ¿por qué tuvo que matarlo? ¿Qué le costaba contenerse y no estrangularlo mientras abusaba de él? ¡Ahora estaba metido en tremendo lío!