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Afrontar el sol de cada día es una tortura para Colette, su piel suele hincharse y raros moretones se le aparecen. Es alérgica al sol.

Grandes camperas y mangas cubren sus brazos, y medias muy largas sus piernas. Su cabello es rosado, realmente claro, y hace no mucho lo cortó debajo de sus hombros. Es delgada, y le gusta serlo. Se siente bien siendo frágil, se siente bien cuando se preocupan por que nada malo le pase, se siente bien.

Suele usar auriculares todo el día, inclusive en la universidad. No necesita las explicaciones del profesor, ni los regaños de la profesora. Puede estudiar en casa, o releer lo escrito en su carpeta.

Le gusta morder sus labios, son muy carnosos y generalmente ponen nerviosa a la gente. También muerde sus uñas cortas, tira de su cabello brillante y se da ligeros pellizcones en sus tersas piernas.

Esa mañana en especial, la estación de subte estaba muy vacía, no había nadie en el puesto de diarios allí presente, tampoco vio al amable sujeto que preparaba desayunos. Solo un grupo de adolescentes ebrios la acompañaba ese día.

Se acercó a ellos batiendo sus pestañas, tironeándo su falda hacia abajo y relamiendo sus lindos labios.

— Hola.

Los ebrios la contemplaron unos segundos, para luego echarse a reír.
No podían creer que tan linda chica les estuviese hablando a ellos, definitivamente era una ilusión del alcohol.

— Soy Colette. –se presentó, extendió su mano a quien estaba más cerca de ella y esperó a que le correspondiera el saludo. Hizo lo mismo con los otros cuatro chicos. Un total de cinco.

Siguió batiendo sus pestañas con insistencia, parecía estar nerviosa o ansiosa. Tal vez por que llegaría tarde a algún lado, se dijo a sí mismo uno de los chicos.

— Tu con tantas curvas y yo sin frenos, preciosa. –escupió uno, sin darse cuenta cuán estúpido sonó eso.

Con esa campera, no se distinguían ninguna de sus curvas. Parecía un cuadrado.

Se rió tiernamente, cubriendo su boca y siguió:

— Podría ayudarte con el freno de manos.

Los chicos se codearon entre ellos, tambaleandose mientras Colette subía al subte y los dejaba atrás. Habían servido de distracción por algunos minutos, además, cuando se les pasara la borrachera, no recordarían nada de ella.
Colocó sus auriculares y se preparó mentalmente para seguir estando en el mundo real, al menos hasta la noche.

[...]

Llegada a la universidad, con tres hematomas (dos en su cuello y uno en la mano), inició definitivamente el día ignorando al mundo.
Intercambió algunas palabras por WhatsApp con una amiga lejana durante la clase de biología, luego pidió una regla en matemáticas y jugó preguntados en el receso.

Habitualmente se sentaba debajo del único árbol en todo el jardín, bastante cliché, pero hoy alguien había ocupado su lugar. Una bonita morena, probablemente más fácil que la tabla del uno, y su... ¿novio, novia, amigo, amiga?. Era alguien con el cabello corto pero facciones demasiado perfectas y delicadas. Se arriesgaría a decir que era una chica.

Restándole interés siguió su juego, dándose cuenta que perdió la ronda y tendría que esperar a que el otro extraño perdiese ahora.

La morena la miró y ella igual, Colette batió sus pestañas e hizo un notorio piquito con sus labios. La otra apartó la mirada y, probablemente, gruñó por lo bajo.

La noche llegó, todos salieron espantados del salón y ella quedó sola, como siempre.
Guardó todo delicadamente y peinó su cabello hacia abajo, quería verse linda.

— ¿Estoy bien? –se preguntó a sí misma, buscando en sus bolsillos el pequeño espejo rectangular– ¿Bonita, fea? –volvió a preguntarse.

Palpó por doquier y siguió sin encontrarlo. Hasta refunfuñó tres veces e hizo una pequeña rabieta, pero no apareció.

— Hermosa.

Volteo a ver de quien provenía la voz. Es que... mierda. Es una voz tan perfecta. Suave y áspera a la vez, como terciopelo y lija juntos. Se sentía como un fuerte azote acompañado de un suave masaje. Era gruesa y femenina, masculina y delicada. Era el tipo de voz que bastaría escuchar una vez para tener siete orgasmos.

— Disculpa, ¿Acaso dije hermosa? Creo que me equivoqué –murmuró acercándose a Colette, meciendo su cabello negro de un lado para otro–, por que te vez perfecta.

Remarcó cada letra, relamió sus finos y deseables labios y esbozó una sonrisa con esos pequeños y blancos dientes.

Colette enmudeció repentinamente, era la bella morena que se sentó en su árbol. Desde cerca es más alta... y esbelta. Es realmente hermosa.

— NC. –enseñó aquel espejo de Plata que tanto se esmeró en buscar y no había aparecido– ¿Eres tu, verdad?

La saliva se le atoró a Colette, quiso gritar y hacer otro berrinche. Abultó sus labios y llenó sus ojitos de lágrimas, mientras su nariz se ponía ligeramente roja y sus deditos igual. Respiró pesado y se relamió, apretó sus manos entre sí con nerviosismo, se veía extrañamente adorable.

La bella morena pareció asombrarse un poco, ella tenía la piel tan blanca y el cabello tan negro que seguramente estaba teñido. Pero es hermosa igual. Extendió su mano, aún algo alejada, y sonrió otra vez. Enseñó nuevamente los dientes, tan socarrona y presuntuosa, haciendo estremecer a Colette en su lugar, estaba demasiado intimidada.

— Lottie. –se presentó, esperando a que Colette respondiera. Pero no lo hizo, simplemente parpadeo y mordió su belfo. – Tu eres NC, ¿Me equivoco? –inquirió expandiendo más sus comisuras.

Colette le arrebató el espejo, sujetó su mochila y corrió hacia la puerta, con los ojos algo húmedos y cayendo al suelo varias veces por su torpeza y aún así siguió corriendo.
Raspó sus rodillas y parte de sus manos. Tenía algo de sangre goteando por su nariz, pero no notó el dolor. Se sentía realmente espantada, no sabía que pensar o decir; a penas podía parpadear o respirar con normalidad.
NC eran sus iniciales, quien tuviese algo de cerebro y la lista con el registro estudiantil podría notar aquello. Pero de allí a conocer de donde provienen esas dos siglas hay un largo camino. ¡Es tan injusto! Colette se alejó de aquel seudónimo hace seis años, ¿Por que tenía que regresar ahora, cuando todo estaba quedando olvidado?
Sin notarlo, ya estaba en el subte, camino a su hogar. Sentada y observando su reflejo traslucido en el vidrio negro, profundamente oscuro.

Desde el salón, aún Lottie reía ligeramente, sus mejillas formaban dos lindos hoyuelos y sus ojos se achicaban dejándolos más felinos de lo que ya eran.
Apoyada en el marco de la puerta, sujetaba entre sus dedos nuevamente el espejo que Colette dejó caer al tropezar.

Si en algún momento dudó de Colette, fue hace bastante tiempo. Aquella reacción disipó cada duda en su mente. Si Colette no es NC, al menos tiene conexión con ella.

Sujetó el espejo entre sus dedos, el vidrio estaba roto y muy dañado. Así solía describirse Colette antes, como un vidrio roto que no quieres que se siga rompiendo.
Pero Lottie disfrutaría romper hasta el último fragmento.

Placeres Promiscuos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora